En las últimas semanas hemos escuchado y visto que existe no solo un gran desconocimiento de los temas ambientales, sino también una incapacidad para relacionarlo con el crecimiento y desarrollo económico del país. ¿Acaso el desarrollo sostenible es un concepto reciente? ¿El país no es signatario de convenios internacionales sobre cambio climático y diversidad biológica? ¿No conocemos los impactos de la tala y minería ilegal? Solo quiero mencionar dos de varias hipótesis que tengo respecto a esa exclusión de lo ambiental en el debate de las políticas públicas del próximo gobierno.
La primera es el poco entendimiento que se tiene sobre la relación entre lo ambiental y el bienestar económico y social de la población. Vivir en un ambiente con contaminación de aire genera enfermedades respiratorias que, dependiendo de la exposición y del tipo de contaminante, pueden ocasionar enfermedades como el asma y hasta el cáncer. Tomar agua que no es potable, o no tener acceso al agua puede generar problemas gastrointestinales y enfermedades que afecten el desarrollo y crecimiento de los niños. Tener un entorno contaminado con residuos sólidos genera un ambiente propicio para la aparición de roedores y moscas, que generan infecciones de todo tipo.
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Por lo tanto, vivir en un ambiente más limpio y sano evita que la población se enferme y se reduce el gasto de las familias en salud; genera que las personas sean más productivas en sus trabajos, que los niños asimilen mejor sus alimentos y que no pierdan clases por motivos de salud. El impacto en el bienestar de la población y en la economía del país es claro y, por ende, la importancia de lo ambiental no es accesoria.
La segunda razón de que se excluya de la discusión de las políticas públicas es porque se considera que hacerlo constituiría un obstáculo al crecimiento de la economía. Entonces, sin decirlo abiertamente, se pide avanzar rápido en la reactivación para después encargarse de los temas ambientales. Gran error.
La evidencia en otros países demuestra que crecer a costa de nuestros activos naturales como los bosques, la pesca y los minerales, sin pensar en la sostenibilidad de los propios recursos y en el impacto de su aprovechamiento (contaminación), generará costos tan altos en la remediación o recuperación, en algunos casos con consecuencias irreversibles, que todo el crecimiento será efímero y, naturalmente, afectará a los más vulnerables.
Si el Perú quiere realmente lograr un desarrollo sostenible, deberá tomar decisiones cruciales como, por ejemplo, definir el tránsito hacia el uso de energía baja en carbono y la promoción de energías renovables, priorizar las acciones de adaptación al cambio climático (agua para el abastecimiento de ciudades cada vez mas grandes y para la agricultura), planificar el aprovechamiento sostenible de los recursos forestales y turísticos, entre otros.
Si seguimos haciendo lo mismo, no tendremos resultados diferentes. Un poco más de responsabilidad, no solo para el ambiente, sino también para el bienestar de los peruanos.
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