Una mujer desnuda, acostada sobre un diván, ha disparado el mercado del arte. La pintura fue subastada en nueve minutos en la casa Christie’s, y al martillazo final alcanzó la cifra de 158 millones de euros (170,4 millones de dólares), lo que la convierte en la segunda más cara en la historia de las subastas, solo unos milloncitos detrás de “Las mujeres de Argel”, de Picasso. Su autor, Amedeo Modigliani, fue un pintor de origen italiano que vivió una tortuosa existencia en el París de fines del siglo XIX e inicios del XX. Bohemio y pobre, las ventas de sus cuadros con las justas le alcanzaban para pagar la renta en una de las zonas proletarias de la Ciudad Luz. Haciendo cálculos, el director del MAC y escultor Álvaro Roca Rey dice que eso no llegaba ni a 300 dólares actuales. Una ironía triste y gigantesca si pensamos que con menos de la décima parte del precio obtenido ahora por solo una de sus obras —en este caso “Desnudo acostado”—, Modigliani hubiera podido comprarse un departamento de lujo en esa ciudad.
“En casi un siglo (el cuadro fue pintado en 1917) se han generado los mayores intereses que cualquier inversión pueda arrojar”, reflexiona Roca Rey. Y no es novedad. En todo el siglo XX y lo que va de este, el arte contemporáneo ha movido cifras fabulosas: según la página web Artprice, en el 2014 las ventas superaron el umbral de los 10.000 millones de euros.
Factores de moda
¿Por qué se paga tanto por un Modigliani? Le preguntamos al crítico y curador Jorge Villacorta. “Yo creo que tiene que ver con modas, con oleadas”, responde. Explica que a fines del siglo pasado y en los primeros años del 2000 eran los impresionistas y posimpresionistas los que dominaban la escena del arte. A ese período correspondía, por ejemplo, “El doctor Paul Gachet”, de Van Gogh, la primera obra que se vendió a un precio exorbitante (82,5 millones de dólares). “Pero en los últimos años el interés se ha trasladado a los grandes maestros de inicios del siglo XX, pues no hace mucho se vendió “El muchacho con pipa”, de Picasso, una obra de 1905 que hace juego con el Modigliani subastado en estos días, que es un desnudo bastante estilizado y sensual”, dice Villacorta. Este último dato no es gratuito. Según los coleccionistas un desnudo siempre atrae más dinero. Y no es casual tampoco que quien haya adquirido esta pieza sea un coleccionista chino —un antiguo taxista y hoy corredor bursátil llamado Liu Yiqian para más señas—, que en pocos años ha amasado una fortuna en uno de los mercados más emergentes del planeta, con artistas que cotizan por encima de los 50 millones de euros como Zeng
Fanzhi o Zhang Xiaogang.
¿Pero cómo se fija el precio de una obra? Según el galerista Roberto Ascóniga son varios factores. Primero está el factor institucional; es decir, qué centros o museos importantes avalan las obras. Segundo, las publicaciones: catálogos, libros y estudios que existen sobre el trabajo del evaluado. Luego se analizan sus aportes a la historia del arte y si sus obras están en colecciones públicas o privadas. Y, finalmente, está el factor mediático. Si el artista aparece en revistas especializadas o en la prensa, vale más. Si es un ícono como Picasso o Botero, las cifras vuelan. Para la también galerista Cecilia González las cosas son más simples: “Se cotizan básicamente por tres factores: la trayectoria del artista, la técnica de la obra y el tamaño. Lo demás es subjetivo”. Sin embargo, hay algo que escapa de toda lógica. “Hoy todo lo que sea distinto se vuelve interesante y vale”, agrega Ascóniga. Y nunca tan actual la frase del cubista francés Georges Braque: “En arte solo es válido un argumento, el que no puede explicarse”.
La peruana del millón de dólares
El mercado peruano está lejos de cifras astronómicas, pero las cosas han mejorado mucho. Armando Andrade, presidente del Comité de Subastas del MALI, cuenta que en el 2012 la colección Ciurlizza (alfombras, cristales, cerámicas de los siglos XVII y XVIII) se vendió a 1,5 millones de dólares. Y el caso de Tilsa Tsuchiya es un punto aparte. “Su serie sobre los mitos, que responde a su última etapa creativa —‘Tristán e Isolda’, por ejemplo— puede pasar el millón de dólares”, vaticina Villacorta.
Hoy cada vez más artistas nacionales venden por encima de los 60 mil dólares, como es el caso de Fernando Bryce o Jota Castro en el exterior. Andrade no se anima a hacer una lista de cotizados, pero sí menciona áreas en crecimiento: fotografía, arte popular y diseño (la próxima subasta del 6 de febrero del 2016 estará dedicada a este rubro). “Cuando empecé a coleccionar piezas Chancay —cuenta Andrade — una cerámica valía lo que un chocolate. Ahora no tiene precio”. Por eso asegura que para ser coleccionista, más que dinero se necesita curiosidad. La recompensa sí se paga en dinero contante y sonante.
Los cinco más caros en subastas
“Las mujeres de Argel”, de Pablo Picasso.
179,4 millones de dólares.
“Desnudo acostado”, de Amedeo Modigliani.
170,4 millones de dólares.
“Tres estudios de Lucian Freud”, de Francis Bacon.
142 millones de dólares.
“El hombre que señala”, de Alberto Giacometti.
141,2 millones de dólares.
“El grito”, de Edvard Munch.
119,9 millones de dólares.