Pocos son los poetas que se han ocupado de analizar la poesía peruana con tanta agudeza y de manera continua como Ricardo Silva-Santisteban ( Lima, 1941 ). Figura importante de la poesía de los años sesenta, nos demuestra con Escrito en el fuego ( Alastor Editores, 2020 ) lo necesario que es acompañar a la creación poética, una sostenida reflexión sobre la tradición a la que se pertenece.
El libro se presenta como una importante recopilación de ensayos sobre poesía peruana. Son examinados, en sus páginas, entre otros, Manuel González Prada, José María Eguren, César Vallejo, Emilio Adolfo Westphalen y Jorge Eduardo Eielson, pilares de nuestro parnaso literario.
Es interesante su análisis sobre la poesía de González Prada porque nos permite comprender que, gracias a ella, nuestra poesía abandona los arraigados modos de la versificación española durante buena parte del siglo XIX, adaptando diversas formas estróficas provenientes de la literatura francesa, italiana, alemana o inglesa. Son, así, sus “experimentos métricos” los que serán objeto del estudio de Silva-Santisteban. Destaca, también, el análisis de las Baladas peruanas, en que el autor atiende a la manera en que el poeta modernista desarrolla un especial interés por construir un poema corto de carácter lírico-narrativo y de vincularse con la tradición poética quechua.
En cuanto a Eguren, resalta el carácter impresionista de su poesía, el modo en que sus versos buscan que el lector experimente las sensaciones más extrañas e inusitadas con el fin de acercarlo a un universo nuevo, a un espacio trascendente en el que lo espiritual se une, bajo nuevas condiciones, con la materia. La presencia de lo plástico y lo musical es otro de los aspectos que trabaja Silva-Santisteban. De lo primero, se destaca el interés de Eguren por la pintura prerrafaelista. De lo segundo, su interés por la música impresionista, gracias a la que logra “una sutil habilidad sonora”.
Sustancia poética
Entre los ensayos que le dedica a Vallejo, el titulado “Hipótesis de Trilce” articula un hilo de preguntas necesarias e inteligentes. Una de ellas trata de responder cómo es que se produce al salto radical entre el primer y segundo poemario de Vallejo. Para responder, postula, en primer término, la influencia del dadaísmo, movimiento conocido por el grupo de Trujillo. En segundo término, considera que el magisterio de Orrego y sus ideas con respecto a la libertad absoluta del poeta son cruciales para entender la exploración que Vallejo realiza en los límites del lenguaje. Luego, realiza incisiones interesantes al referirse a la influencia del cubismo (y sus rupturas de la perspectiva espacial), en tanto le permitió a Vallejo realizar, por analogía, rupturas del tiempo cronológico en sus poemas. O cuando se refiere al hermetismo de los poemas de Trilce para sostener que —a diferencia de la poesía esotérica de Nerval o la poesía de la sensación de Rimbaud— la de Vallejo funda un nuevo tipo de hermetismo de carácter existencial, en el que los estados referidos en sus poemas “a menudo nos conducen al vacío y al vértigo”.
Con respecto a Eielson, señala como una de las características de su poesía la búsqueda incesante de nuevas formas de expresión, desde las que se manifiestan en Moradas y visiones del amor entero, imbuidas de un tono místico y de fuerte sensorialidad, pasando por el tono confesional de Habitación en Roma hasta llegar a “Papel”, “en que se intenta liberar las materias del poema y abolir el lenguaje”.
Libro homenaje, Escrito en el fuego es un compendio que reúne las experiencias de lectura de un poeta que ha sabido encontrar y proporcionar generosamente al lector el hilo conductor de nuestra gran tradición poética.
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