Los certeros versos de Alejandro Romualdo en el poema “Perú en alto” —”Golpe, furia, Perú: ¡todo es lo mismo!”— sirven de inspiración a un libro que busca explicar desde la voz de sus poetas los múltiples sentidos de la nación peruana a 200 años de su independencia. Como puede suponerse, no hay una sino diversas interpretaciones y miradas. Para acotar el panorama, el editor del libro —el poeta y académico Paolo de Lima— explica que reunió a autores surgidos en la segunda mitad del siglo XX hasta inicios del siglo XXI, y se convocó a un grupo de ensayistas que ya venían trabajando sobre estos creadores que habían reflexionado sobre esa relación entre poesía y sociedad.
De esta manera, se reunieron 18 ensayos sobre poetas como Alejandro Romualdo, Manuel Scorza, Pablo Guevara, José María Arguedas, Mirko Lauer, Manuel Morales, Juan Ramírez Ruiz, José Watanabe, Gloria Mendoza Borda, López Degregori, Roger Santiváñez, Domingo de Ramos, Ana Varela, Mónica Carrillo, entre otros, quienes, en sus versos, han expresado ideas de nación, territorio, sociedad, utopía, a partir de los múltiples caminos —vanguardia, intimismo, coloquialismo urbano, lo confesional, etc.— que ha tomado la poesía peruana en las últimas décadas.
Se puede decir que el volumen se asienta sobre las figuras de tres poetas de la llamada generación del 50: Romualdo, Scorza y Guevara, quienes empiezan a crear en una época de turbulencias generadas por el golpe de Manuel Odría ( 1948 ), el impacto de la Segunda Guerra Mundial y la irrupción de la migración a Lima. Tiempos de grandes cambios, cuando la idea de república empieza a cuestionarse de múltiples maneras y, como escribe Paolo de Lima —en el prólogo del libro—, esto es registrado por los poetas desde “ángulos sutiles y potentes para manifestar un canto rebelde […]. El Estado-nación resulta desnudado por nuestros poetas al plasmar imágenes que niegan su pretendido marco hegemónico”.
Y bien se podrían explicar estas tensiones entre poder, centro y periferia con los versos encendidos de Arguedas en su himno de 1962 “A nuestro padre creador Túpac Amaru” —poema analizado en el libro por el investigador Juan Carlos Ubilluz—: “Al inmenso pueblo de los señores / hemos llegado / y lo estamos removiendo. / Con nuestro corazón lo alcanzamos / lo penetramos; / con nuestro regocijo no extinguido, / con la relampagueante alegría / del hombre sufriente / que tiene el poder de todos los cielos, / con nuestros himnos / antiguos y nuevos / lo estamos envolviendo”.
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“En el libro busco autores que venían trabajando textos que tienen una relación estrecha con la idea de nación —explica Paolo de Lima—, una idea que pueda ser actualizada y, a través de la explicación de los ensayistas, sacar de la poesía una afirmación que nos sea útil para el bicentenario. Eso que han venido hablando los poetas sobre el nosotros, sobre quiénes somos desde diversas perspectivas. Por eso, al inicio del libro, están Romualdo y Scorza, que es un poeta clásico de estos temas sobre la patria. Además, Scorza es analizado por una autora marroquí [Amal Ait Nani] que está siguiendo una maestría y un doctorado sobre este poeta, vinculado a conceptos de nación, territorio, territorialidad”.
Los ensayos siguen, además, un orden cronológico que permite ver continuidades y diferencias entre las diversas generaciones. Por ejemplo, cómo un poeta de fines de los 60 como Manuel Morales, con la “poética del desparpajo”, prefigura el lenguaje coloquial, conversacional explorado en los años 70 por movimientos como Hora Zero.
“Los grupos literarios del 60 están influidos por el tema de la revolución cubana, las guerrillas —afirma De Lima—. Todo eso tiene que ver no solo con Javier Heraud, sino con grandes libros canónicos, como Consejero del lobo, de Rodolfo Hinostroza y Canto ceremonial contra un oso hormiguero, de Antonio Cisneros. Paul Forsyth, en su ensayo sobre la poesía de Morales, articula este lenguaje prosaico, soez, desprolijo, de entrecasa, como síntoma de un malestar social mayor”: “Sigan buscando rosas. Encontrarán / un balazo en el pecho / y otro / en centro del ojo”, dicen sus versos.
En la poesía, a partir de esta época, el estallido de la violencia es algo inminente, profético como en “Sextina ayacuchana”, el poema de Lauer de 1968 analizado por Gustavo Buntinx o, finalmente, expresada con la sutileza visual de Watanabe en un poema como “La sangre”, de Banderas detrás de la niebla ( 2006 ), que es certeramente comentado por Víctor Vich, en el que la historia privada de un cuerpo enfermo por metonimia alude también al cuerpo de la nación: “La sangre puede huir. Los órganos están fijos, / palpitando en su profunda oquedad, pero la sangre / puede salir de su límite, franquear la piel y saltar al mundo […] La sangre de los asesinados va delante de nosotros / y vibra / como un horizonte infame”.
La época de violencia también se manifiesta en los poemas de Mendoza Borda como una “memoria traumática” —concepto señalado por la investigadora Andrea Echeverría— en la que el dolor parece ser eterno; en las referencias veladas de los versos de Cielo forzado, de López Degregori; y está anudada en los poemas “La guerra con Chile” y “Reyes en el caos”, de Santiváñez, certeros retratos de ese país de los años ochenta deteriorado por la crisis y el terrorismo. Pero también se encuentra en esos cuerpos ausentes de los poemas de Luis Fernando Chueca; en la imagen del torturado de “Tiempo de gracia”, de José Antonio Mazzotti; o, en la idea del inca enterrado en “N.N.”, de Domingo de Ramos.
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Los ensayos de Cinthya Torres y Judith Paredes reflexionan sobre las obras de Ana Varela y Mónica Carrillo, respectivamente. En sus poemas, Varela plantea una mirada desde adentro de la Amazonía, región de lenguas, naciones e imágenes multiplicadas que ha sido estereotipada y explotada por el Perú oficial: “Desde aquí se expanden, se esfuman, se mueren, / las plantas, los animales, las gentes. / Algunos árboles y sus hormigas fueron quemados esta tarde. / Se hizo un camino y pasó una camioneta 4x4”. Esa nación que 200 años después no ha podido descolonizarse es abordada también, desde el legado de una mujer afrodescendiente, por la poesía de Mónica Carrillo. “¿Inocente o culpable?: / más que eso: destinada”, expresa en un poema como “Karma”. Como bien señala Paredes, es una voz que no se conforma, una voz que “intenta hablar desde un Perú marginal, un Perú mujer, pero también negro”.
Ese es el país que los y las poetas invitan a construir 200 años después. Y, como afirma De Lima, “hay una urgente demanda por modificar el rumbo que ha seguido la historia peruana para caminar en perspectiva de un diálogo múltiple, complejo. Esa posibilidad de reconocernos verdaderamente como nación y con la convicción de que la poesía tiene mucho que decir en este esfuerzo”.
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