Omar Souleyman: Omar amor - 2
Omar Souleyman: Omar amor - 2

Son pocas las fotos públicas de Omar Souleyman sin lentes de sol. La única es quizá la de la portada de su álbum Highway to Hassake, una compilación del 2006 donde aparece de perfil; o sea, sus ojos ni se notan. Además de gafas, Souleyman siempre luce una kufiyya roja (un pañuelo que cubre su cabeza), una gallabiya (una túnica) y un bigote a lo Tom Selleck. “Esto no es un look. Soy yo mismo, tal cual”, dice. No solo es un personaje: canta por horas un mismo ritmo, aunque él no se mueva. “Mi música está hecha para que la gente la baile, aunque yo no lo haga”.

Nació en Hassake —o Hasaka— Siria, y empezó su carrera musical cantando en bodas temas que ya Shakira quisiera hacer tan pegajosos. Registró esos cantos nupciales en 500 ediciones de casetes que en inglés se llaman bootlegs, y nosotros conocemos como piratas. Highway to Hassake (2012) es su disco recopilatorio formal. En 2011 se presentó en el festival de Glastonbury y, dos años y medio después, lanzó su primer disco de estudio: Wenu Wenu. Para algunos sigue siendo un cantante de bodas; para otros, un osado músico electrónico. “He cantado en muchas bodas, sí, pero también en fiestas, shows, festivales. Yo no decido cómo la prensa quiera llamarme, los críticos son libres de ponerme una etiqueta. Esos y otros nombres vienen de ustedes. Pero no soy yo”, dice. Vanity Fair una vez lo llamó hipster. Al inicio Souleyman ni entendía el significado del término.


Souleyman tocando en la 20 edición del concierto del Premio Nobel de la Paz, en Oslo.

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En Siria hay guerra civil, parte de su territorio es ocupado por el Estado Islámico. Los sirios, que suelen ser confundidos con los turcos, son en realidad un misterio en Occidente. Como Omar Souleyman. Por ello, en el diálogo que complementa estas líneas corrige algunas cosas que se han dicho sobre él. Como que creció en una granja. “Eso no es así, pero sí en un área rural”. O que en los matrimonios suele cantar por seis horas seguidas, pero que ya se aburrió. “Yo me presento donde pueda y cuando tengo tiempo”, aclara. Él nació en 1966 y su carrera empezó en 1994. ¿Qué tan exigente es cantar en bodas donde el baile es un ritual obligatorio y general? “Depende de quién se está casando, cuán pudiente es la familia, pero normalmente es de largo aliento. Diría que son más de 12 horas, las cuales superviso y de las que me hago responsable por dos días”.

El dabke —o dabka—, una onomatopeya del zapateo, es uno de los tipos de danza propios de los matrimonios sirios y se ejecuta haciendo fila, y es lo más conocido del repertorio de Souleyman. “El dabke es muy común entre nosotros, pero hay otras danzas que ustedes los periodistas no mencionan, pese a que yo las hago. Quizá se han quedado con el dabke porque les gusta la palabra”. Sus temas son contagiosos. En la plataforma SoundCloud tiene 11 mil seguidores, y “Warni  Warni”, su reciente hit, 14 millones de vistas en YouTube. Es un performer muy exitoso en Estados Unidos. Según The Guardian, su vida es de paz: suele sentarse en el pasto y tomar café en su natal Ras al-Ayn. En el escenario es tan sereno que solo alza los brazos como un llamado a que la masa se pronuncie. “Mis movimientos no tienen significado; me ayudan a conectarme con mi audiencia. Amo su entusiasmo”, agrega.

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“Nunca me han propuesto cantar en inglés, y tampoco podría”, afirma. En 2013 se presentó en la 20 edición del concierto del Premio Nobel de la Paz, en Oslo. Él y su tecladista, vestidos de negro, tocaron el tema “Salamat Galbi Bidek”. Al finalizar su recital, dijo “Thank you” y allí quedó su inglés. Dos años antes, hizo un remix de la canción “Crystalline” de la islandesa Björk. “Yo no escucho música occidental. Lo de Björk fue algo que ella quería. Yo no sabía quién era ni conocía su música. A pesar de que me agrada, fue extraño porque recién nos conocimos años después de que el proyecto estuviera finalizado”, cuenta. Tampoco hay mayor registro de ese encuentro, salvo una foto de ambos dándose la mano en el videoclip del tema para YouTube.

De hecho son pocos sus videoclips producidos profesionalmente. En el de “Bahdeni Nami” se ve le como un big boss conduciendo o recostado en cojines mientras recita. En Europa, Australia o África del Norte, sus oyentes se han movido como serpientes encantadas por él. Ha tocado en Estados Unidos, Canadá, México, Colombia, Argentina y ha estado en Chile tres veces. “Pero no conozco nada del Perú, lo siento”, dice. Quizá, en compensación, en una mínima escena del video de “Warni Warni” se le ve, por la magia del montaje, posando en Machu Picchu.

“Mi concepto del amor es muy simple. Puedes descubrirlo en mis letras... Puedes leerlas, están disponibles en la red”, anima. Dicen que nos casaremos/ No puedo vivir sin ti, alienta en “Warni Warni”. ¿Qué haces, mi tesoro?/ Estás siempre en mi mente/ pese a la tortura/ no puedo olvidarte, dice en “Wenu Wenu”. El último sirio romántico.

Tiene programado un recital en Nueva York el 11 de mayo, como parte de una serie de conciertos del World Music Institute de Brooklyn. Según su mánager, el artista ha pisado Estados Unidos 16 veces, y portaría un documento de ingreso vigente para todo 2017 suscrito por Inmigraciones de Estados Unidos. Se ha librado del veto de Trump. Las fronteras mentales y políticas no son barreras para él.


Omar Souleyman, siempre con sus inconfundibles lentes oscuros y su kufiyya roja. (Facebook)

Omar Souleyman, siempre con sus inconfundibles lentes oscuros y su kufiyya roja. (Facebook)