Estaba en cuarto año de primaria cuando empezó a descubrir el cautivante mundo del teatro: los ensayos, el vestuario, las luces, los guiones, la música y los nervios de los actores en el camerino antes de un estreno. Su madre era productora de danza y, en esos inseguros tiempos del terrorismo, prefería llevarlo con ella a las audiciones en vez de dejarlo solo en casa. Juan Carlos era un niño metido en cosas de grandes. A los 15 años fue asistente de producción en una obra de Chela de Ferrari, y nueve años más tarde dirigía su primer montaje, "El hombre almohada" (2006). Todo antes de cumplir los 25.
¿En qué momento el teatro dejó de ser un hobby y lo tomaste en serio?
No sé exactamente. En cuarto de secundaria me metí a un curso con Aristóteles Picho y eso me cambió la vida. Yo siempre digo que Aristóteles es como mi ángel guardián. Él tuvo la inteligencia de llevarme por la dirección. En el taller todos querían actuar; en cambio, yo preguntaba por los derechos de autor, por la música…
Él hizo que aflorara en mí algo que, sin saberlo, ya tenía.
Tienes ya casi diez años como director y más de 20 obras. ¿Cómo defines tu trabajo?
Lo que me gusta es contar historias. Cuando empecé como director, a inicios del 2004, no se hacía teatro contemporáneo en Lima. Yo y Rómulo Assereto, mi hermano de la vida, éramos dos jóvenes que estábamos fascinados por la estructura narrativa de las series del cable. Así se produjo "El hombre almohada", una puesta en escena que la gente recibió con mucha curiosidad. Luego vinieron "Bichos" y
"El teniente de Inishmore".
Veo en tus obras un equilibrio entre lo ligero y lo complejo. Por ejemplo, logras que la gente que ve una comedia se pregunte y se cuestione cosas…
Te agradezco que me digas eso porque yo siempre dirijo obras que a mí me gustaría ver. El director es el primer espectador de una obra y yo puedo disfrutar viendo "Ida", la película polaca; y "Asu mare 2". Luego de hacer una obra oscura como "Incendios", lo que menos quería era hacer algo dramático. Por eso elegí "Full Monty".
El tema de la homosexualidad aparece en varias de tus obras. ¿Tienes alguna intención particular con ello?
No, para nada. Creo que casi todas mis obras, y eso me he dado cuenta después, tratan sobre aceptarse como uno es. Eso está presente desde "Toc*Toc", "Hairspray" y "La jaula de las locas", que en el fondo es una historia hermosa sobre la familia. Yo no soy un director que quiere hacer escándalo por el escándalo, sino que creo que a veces debes remecer a la gente para que tu mensaje llegue con más fuerza. Eso es lo que acaba de hacer, por ejemplo, Chela de Ferrari con "La cautiva".
¿Qué esperas de "Full Monty"?
Siempre he soñado con hacer este proyecto. Es una obra compleja, en la que un grupo de personajes la pasa realmente mal en un momento de crisis y decide hacer algo extremo, como quitarse la ropa.
Tiene una dosis de humor y drama, como es la vida.
Exacto. Yo he tenido mucho cuidado para contar esta historia porque no es un vacilón, no es como "Toc*Toc, sino que tiene un componente dramático fuerte. En el fondo se explora lo que la gente es capaz de hacer en un momento límite.
¿No temes que se diga que haces teatro comercial?
No, yo creo que la única diferencia es el teatro bueno y el teatro malo. Si a la gente no le gusta una obra tuya, no va a las siguientes tres. Un montaje como "Toc*Toc" tuvo temporadas de 150 mil personas. Por un momento, te das cuenta de que la vida tiene sentido.
LA DEL ESTRIBO
Cuéntame sobre Los Productores: ¿da dinero hacer teatro?
No[risas]. El proyecto de Los Productores nace con la idea de hacer obras accesibles al gran público, que generen rentabilidad y nos permitan hacer otras propuestas. Por ejemplo, Sala de Parto es el festival de La Plaza que promueve la aparición de nuevos valores en dramaturgia. Eso es algo que sería imposible de realizar solo con los buenos auspicios que recibimos.