Esta es la historia de la vida de Mevlut Karatas, vendedor de yogur y de boza. Mevlut nació en 1957 en cierto lugar en el extremo occidental de Asia, en un pueblecito pobre de la Anatolia Central que miraba desde lo lejos a un lago brumoso. A los doce años llegó a Estambul, la capital del mundo, donde a partir de entonces ha vivido siempre. A los veinticinco años, se fugó con una muchacha de su pueblo; fue un suceso extraño que determinó su vida entera. Al regresar a Estambul, se casó y tuvo dos niñas. Se dedicó incesantemente a toda clase de trabajos, como el de vendedor de yogur, de helado, de arroz, o el de camarero. Pero por las noches nunca dejó de vender boza ni de construir fantasías extrañas por las calles de Estambul.
Mevlut, nuestro protagonista, era alto, recio pero esbelto, bien parecido. Tenía cara de niño, lo que despertaba ternura en las mujeres, el pelo castaño y la mirada atenta y perspicaz. Lo de que tuviera cara de niño, y no solo cuando era joven, sino incluso pasados ya los cuarenta, y lo de que esa cara resultara atractiva a las mujeres, estos dos rasgos fundamentales de Mevlut, se los recordaré de vez en cuando a mis lectores para que la historia se entienda. En cuanto a que Mevlut fuera siempre optimista y bienintencionado —ingenuo, según algunos—, no va a ser necesario que esté recordándolo expresamente, lo podréis comprobar por vosotros mismos. Si mis lectores hubieran conocido a Mevlut, como yo, les darían la razón a las mujeres que lo consideraban guapo y pueril, y admitirían que no estoy exagerando para dar color a la historia. Por cierto, aprovecho para dejar bien claro que este libro se basa en sucesos reales y no pienso incurrir en ni una sola exageración, que de hecho me voy a limitar a exponer una serie de sucesos insólitos de un modo que ayude a mis lectores a seguirlos y a comprenderlos adecuadamente.
Para poder narrar mejor la historia y los sueños de nuestro protagonista, voy a partir de cierto punto hacia la mitad del relato, contaré primero cuando Mevlut se escapó con una chica del pueblo vecino de Gümüsdere en junio de 1982. La primera vez que Mevlut había visto a la muchacha que se acabaría escapando con él fue cuatro años antes, en una boda en Estambul. Se trataba de la boda de Korkut, su primo mayor por parte de padre, que se casó en 1978 en el barrio de Mecidiyeköy. Mevlut jamás pensó que podría llegar a gustar a esa chica tan preciosa que todavía era una niña (tenía trece años). Era la hermana pequeña de la mujer de su primo Korkut, y aquella era la primera vez en su vida que la chica veía Estambul, adonde había ido para asistir a la boda de su hermana. Mevlut se pasó los siguientes tres años mandándole cartas de amor. La chica no respondía, pero Süleyman, el hermano pequeño de Korkut, el que le entregaba las cartas, no dejó de darle esperanzas y de repetirle que no se rindiera.
Ahora Süleyman está ayudando otra vez a su primo Mevlut a fugarse con la muchacha: se ha puesto al volante de su camioneta Ford y ha vuelto desde Estambul con Mevlut al pueblo de su infancia. Los dos amigos habían ideado un plan para huir con la muchacha sin que nadie los viera. Según el plan, Süleyman se situaría en cierto punto a una hora de distancia del pueblo de Gümüsdere y esperaría en la camioneta a Mevlut y a la chica que se iba a fugar con él, y mientras todo el mundo pensaría que se habían marchado en dirección a Beysehir, él conduciría a los dos amantes hacia el norte y atravesaría las montañas para dejarlos en la estación de tren de Aksehir.
Mevlut había repasado el plan cuatro o cinco veces, había visitado en un par de ocasiones a escondidas los puntos clave, como la fuente fría, el sendero estrecho, la montaña arbolada y el huerto trasero de la casa de la muchacha. Se había bajado media hora antes de la camioneta que conducía Süleyman, y tras entrar en el cementerio de un pueblo que encontraron por el camino, se puso a contemplar las tumbas y a rezar, suplicando a Dios que todo saliera bien. No podía confesárselo ni a sí mismo, pero sentía cierta desconfianza hacia Süleyman. ¿Y si no se presenta con el vehículo donde hemos quedado, en la fuente?, pensó. Se prohibió a sí mismo albergar ese temor, que no iba sino a confundirlo. [...]
Poco después de que anocheciera, Mevlut se acercó al muro derruido. La luz de la ventana trasera de la casa blanca de Abdurrahman el Cuellitorcido, el padre de la muchacha, estaba apagada. Había llegado diez minutos antes de tiempo. Estaba que no cabía en sí, con la mirada clavada en la ventana sin luz. Se acordaba de aquellos que antiguamente, cuando habían tratado de llevarse a alguna muchacha, se habían visto envueltos en venganzas de honor y habían caído a balazos, y de aquellos que se habían extraviado corriendo en la oscuridad de la noche y habían sido descubiertos. Pensó también en quienes habían sufrido el deshonor de ver cómo la muchacha se rajaba en el último momento y no se atrevía finalmente a irse de casa, y se puso en pie con impaciencia. Se dijo a sí mismo que Dios lo protegería.
Unos perros ladraron. La luz de la ventana se encendió un segundo y se volvió a apagar. El corazón empezó a latirle deprisa. Caminó hacia la casa. Oyó un ruido entre los árboles y la chica susurró su nombre: ¡Meevluut!
Era la voz cariñosa de alguien que había leído las cartas que le envió desde el ejército y que confiaba en él. Mevlut se acordó de los cientos de cartas rebosantes de amor y de deseo, de cómo se había entregado en cuerpo y alma a intentar persuadir a aquella preciosa muchacha, de sus sueños de felicidad junto a ella. Y por fin ahí estaba, había logrado conmover a la chica. No veía nada, pero en la mágica noche caminaba como sonámbulo en dirección a la voz.
Se encontraron en la oscuridad. Se cogieron de la mano espontáneamente y echaron a correr. Pero al cabo de diez pasos los perros se pusieron a ladrar, Mevlut se quedó en blanco y perdió la orientación. Trató de avanzar siguiendo sus instintos, pero tenía la cabeza hecha un lío. En mitad de la noche, los árboles eran como muros de hormigón que aparecían y desaparecían a la vera de la pareja sin llegar nunca a chocar con ellos, como sucedía en sus sueños.
Al final del sendero, se toparon por fin con la cuesta, tal como Mevlut esperaba. El angosto camino que subía tortuosamente por entre rocas hacia las laderas se empinó tanto que parecía que fuera a ascender hasta aquel cielo nublado completamente oscuro. Subieron durante cerca de media hora, cogidos de la mano por la ladera sin detenerse ni un segundo. Desde lo alto de la colina se veían las luces de Gümüsdere y, más a lo lejos, Cennetpınar, donde él había nacido y crecido. Por si alguien los estaba siguiendo, Mevlut había caminado en dirección opuesta para evitar conducirlos a su pueblo, protegiéndose también instintivamente de algún posible plan oculto de Süleyman.
Los perros seguían ladrando como posesos. Mevlut comprendió que se había convertido en un desconocido en esa tierra, que ni los perros lo reconocían. Poco después llegó el sonido de disparos desde la zona del pueblo de Gümüsdere. Se agacharon y siguieron sin alterar la velocidad de la marcha, pero cuando los perros, que se habían callado un instante, comenzaron a ladrar de nuevo, echaron a correr ladera abajo. Hojas y ramas les arañaban la cara, y en los bajos de los pantalones se enganchaban las espinas. Mevlut no veía en la oscuridad, pensaba que en cualquier momento iban a tropezarse con una roca y a caerse, pero nada de eso sucedía. Le daban miedo los perros, pero había comprendido que Dios les protegería a Rayiha y a él, y que iban a tener en Estambul una vida muy feliz.
Libro: Una sensación extraña
Autor: Orhan Pamuk
Editorial: Random House
Páginas: 636
Precio: S/ 69,00
Vida y obra: Orhan Pamuk (Estambul, Turquía, 1952)
Es autor de nueve novelas, entre las que destacan "El castillo blanco" (2007), "El museo de la inocencia" (2009) y "Nieve" (2011); así como de los libros de no ficción "Estambul. Ciudad y recuerdos" (2006) y "La maleta de mi padre" (2007). Desde su aparición en la escena literaria en el setenta, Pamuk ha sido reconocido con innumerables premios, entre ellos, el Nobel de Literatura en el 2006.