Proyecto "Se vende", del artista Lalo Quiroz. Palacio de Gobierno y otros edificios estatales fueron intervenidos con letreros que aludían al boom inmobiliario.
Proyecto "Se vende", del artista Lalo Quiroz. Palacio de Gobierno y otros edificios estatales fueron intervenidos con letreros que aludían al boom inmobiliario.
Jorge Paredes Laos



En un conocido texto de mediados de los noventa titulado “El artista como etnógrafo”, el teórico estadounidense Hal Foster ironizaba acerca de las aproximaciones del arte contemporáneo a las ciencias sociales, sobre todo a los espacios discursivos de la antropología. Citaba un manifiesto de los años treinta de Walter Benjamin, quien pedía a los creadores alinearse con el proletariado para producir un arte nuevo, y afirmaba que en los tiempos actuales había sucedido lo mismo, solo que en un giro etnográfico la palabra proletario había sido reemplazada por el oprimido poscolonial o subalterno. Bajo este nuevo paradigma, ciertos creadores habían comenzado a identificarse con “el otro cultural y/o étnico”, en cuyo nombre no solo hablaban, sino también creaban y luchaban.

Foster hablaba de “mecenazgo ideológico”, de “fantasías primitivistas”, y lanzaba frases provocadoras como esta: “Recientemente, la vieja envidia del artista entre los antropólogos ha invertido su orientación: una nueva envidia del etnógrafo consume a muchos artistas y críticos”.

Aunque Foster hacía referencia a movimientos europeos como el art brut de Jean Dubuffet; o a artistas estadounidenses como Renée Green y Adrian Piper y sus miradas de lo africano, o al “proyecto quijotesco” de Douglas Huebler, quien en los años setenta pensaba fotografiar a todos los seres humanos, este fenómeno etnográfico podía extenderse también a América Latina.

Con el tiempo, el propio Foster mesuró sus críticas, pero quedó abierta la pregunta implícita en aquel ensayo: ¿qué tan pertinentes pueden ser algunos métodos de la antropología para el desarrollo del arte?

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“Lo que vamos a hacer es descabezar la antropología de su marco teórico para utilizar algunos de sus métodos como herramientas de investigación que puedan resultar útiles para los diversos proyectos artísticos”, explica el crítico y curador Augusto del Valle, quien, junto con Verónica Boggio, alista un taller que lleva, justamente, el título de Co-Laboratorio: El Artista como Etnógrafo.

El objetivo del taller no es ciertamente el que propone el ensayo de Foster, pero sí apuesta por adaptar ciertas técnicas investigativas de la etnografía —las entrevistas, la observación o el mapeo de grupos sociales y colectivos— para que estas puedan ser incorporadas en los procesos creativos.

Si bien este curso no está dirigido a una disciplina específica, Del Valle encuentra que las técnicas del mapeo pueden ser útiles para el desarrollo de tipologías fotográficas. Cita como ejemplo el proyecto Se vende, realizado por Lalo Quiroz en abril del 2006, en el que distintos edificios emblemáticos de Lima, como el Palacio de Justicia, el Congreso, el Palacio de Gobierno, fueron intervenidos con gigantescos letreros amarillos con la inscripción “Se vende o alquila este local”. De esta manera, por unos minutos, sorprendidos transeúntes presenciaban el improbable remate de los poderes del Estado. El hecho quedó registrado a través de fotografías.

"Sol de oro", de Marco Garro Pando
"Sol de oro", de Marco Garro Pando

Otro proyecto que puede servir de modelo para las técnicas etnográficas es el realizado por Marco Garro en los socavones de Puno. En una de estas fotografías se ven algunas bolsas rojas y blancas que cubren parcialmente el ingreso a una mina como si fuera una bandera abandonada, algo que visualmente alude al Perú. Con una de estas series, Garro ganó el año pasado el V Salón Nacional de Fotografía del Icpna.

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Otro de los aspectos que abordará el taller —que será el primero de otros de co-laboratorios que se dictarán en el MAC durante el 2018— es el análisis de casos, tomando como punto de partida la etnografía pero también la semiótica. Uno de ellos será el de las tablas de Sarhua, tan recordadas en estos días después de la lamentable y fallida denuncia acerca de que algunas de estas obras hacían apología del terrorismo, cuando en realidad denunciaban lo contrario. “En este caso lo que se ha hecho es denigrar una tradición al pretender darle otro significado, y esto tiene que ver con actitudes subalternas o con ignorancia”, comenta Del Valle.

“Las tablas son un registro etnográfico —complementa Verónica Boggio—, pues se trata de narraciones de costumbres y, en realidad, el conocimiento que se tiene en Lima de estos productos culturales es muy escaso. Muchos funcionarios no tienen ni idea de lo que se trata”.
Más allá de este hecho particular y de las críticas planteadas por Foster hace ya más de 20 años, el método etnográfico —en opinión de Boggio— puede servir para que los artistas se vinculen mejor con la realidad. “El título lo hemos usado más como una metáfora —explica—, y lo que nos llevó a organizar este taller fue ver que muchos artistas no tienen mayores herramientas para profundizar sus temas, y terminan trabajando solo por intuición”.

En otras palabras, el arte sale al campo para buscar métodos que lo ayuden a comprender mejor nuestra siempre desafiante realidad social.

Mas información 
Taller Co-Laboratorio:  El Artista como Etnógrafo

Inicio: 19 de febrero. Lunes y miércoles, de 18:00 a 21:00, S/ 450,00
Contacto: educacion@maclima.pe

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