Hay una constante alrededor de las ficciones de Jeff Lemire. Prácticamente todos sus cómics pueden entenderse como narraciones de aprendizaje, aunque buena parte de ellos no tiene lección aparente. Hay otras constantes en sus novelas gráficas: tienden a la épica —a veces interior—, sus personajes y paisajes poseen elementos cercanos a lo monstruoso, los protagonistas deben lidiar con errores o fantasmas del pasado, y las consecuencias de estos yerros se deben pagar en un presente en el que el dolor físico y emocional no son excluyentes.
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