No han faltado académicos y académicas del mundo que afirmaran que el brasileño Jorge Amado (Bahía, 10 de agosto de 1912 – 6 de agosto de 2001) era un escritor feminista. ¿Es posible?
La pregunta podría ser más compleja: ¿es posible que un hombre sea feminista? Pero no es ese el camino que recorreremos hoy, pues no hablaremos de la persona, sino de su literatura. Jorge Amado, feminista o no, es el escritor brasileño más leído en el mundo hispanohablante, conocido, entre otras cosas, por su habilidad para abordar historias de mujeres libres de las cadenas sociales que se tejían alrededor del género femenino en los tempranos años del siglo XX.
Sus novelas Capitanes de arena (1937) Gabriela, clavo y canela (1958), Doña Flor y sus dos maridos (1966) o Tieta de Agreste (1977), por mencionar algunas, son prueba de ello.
Punto de partida
Capitanes de arena es una novela que forma parte de la literatura más temprana de Amado y que se desarrolla, como toda su obra, desde la marginalidad. A pesar de que la historia gira alrededor de las vidas de un grupo de niños - hombres que construyen su realidad desde la dicotomía violencia - inocencia es Dora, una niña que aparece en apenas un tercio de la historia, el personaje que pasa a la posteridad.
Héctor Andrés Rojas, investigador de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile, sostiene, en un ensayo dedicado a Amado y a esta obra, que la presencia de Dora es fundamental en el proceso de crecimiento de los niños, que los redime de su marginalidad y es la responsable de su concientización política.
Sin embargo, como también anota Rojas, aunque las distintas mujeres que aparecen en la historia reproducen roles domésticos o sexualizados, como el ejercicio de la prostitución, también logran diseñar formas de autodeterminación para ejercer roles de poder dentro de sus vidas y adquirir bienestar económico:. un indicio de lo que Amado continuará desarrollando.
Gabriela, Flor y las demás
Simone Accorsi, académica de la Universidad del Valle, Colombia, cuenta que la crítica brasileña no le perdonó a Amado la creación y el protagonismo entregado a Dora en Capitanes de arena, y que incluso quemaron su libro en la plaza pública.
En el ensayo titulado “Las mujeres de ‘San’ Jorge Amado”, Accorsi asegura que este hecho no amilanó al escritor, sino que fue, más bien, un impulso para seguir creando personajes, —hombres y mujeres— que, siempre desde la marginalidad, solo entendían la vida como un ejercicio de libertad.
“Sus personajes femeninos se van aprimorando cada vez más”, dice la investigadora, que resalta también que el nacimiento de Gabriela (clavo y canela), coincide con la llegada de nuevos vientos feministas al Brasil y asegura que esta es la prueba de la adhesión del siempre combativo Amado al movimiento.
Sin embargo, la marca feminista no estaría únicamente en la construcción del personaje de Gabriela, sino también y sobre todo en contar un feminicidio —entonces no existía esa palabra, pero hoy es lo que es— que recibe sanción. Al escribir la historia del poderoso hacendado que mata a su mujer y que, como castigo, es condenado a muerte, el escritor se adelantó así 20 años a la realidad brasileña, pues hubo que esperar a 1978 —escribe Accorsi— a que la justicia de dicho país condenara realmente a un hombre por asesinar a su mujer.
Otra es la historia de Florípides, doña Flor, cuyas aventuras nacen en una época en la que en Brasil se hablaba de la liberación sexual de las mujeres, por lo que la figura de la empoderada protagonista incluye también el empoderamiento sexual, más allá de las reflexiones morales.
No obstante, este recuento no estaría completo si no mencionáramos la figura de Tieta, la prostituta que regresa a su pueblo a demostrar que ella es quien manda en su vida… y en su dinero. Famosa es la figura de esta mujer cuya historia fue llevada al cine y a la televisión, y cuya fortaleza y entereza podemos apreciar en la forma en la que se maneja en su cotidianidad, lo que incluye, por supuesto, una sexualidad desinhibida que no es tratada en la literatura desde el morbo, sino, como todo en Jorge Amado, desde la libertad.
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