¿Qué diría el inventor de la imprenta, el alemán Johannes Gutenberg (1400 -1468), del libro electrónico? ¿Pondría su curiosidad al servicio de las potencialidades de este o se uniría a los fatalistas que creen que el progreso del e-book significará eventualmente la muerte del libro físico? Ha sido tal vez este fatalismo, acompañado de la visión romántica asociada al libro impreso, lo que ha hecho que la industria del e-book se haya desarrollado con cierto perfil bajo desde su aparición. Sin embargo, este último mes las casas editoras y el público mismo miran con otros ojos el objeto literario electrónico a propósito de la caída del negocio alrededor del libro impreso, básicamente por el cierre de librerías.
Los entendidos sitúan el origen del libro electrónico en el llamado Proyecto Gutenberg, que nació en 1971 cuando el estudiante de la Universidad de Illinois Michael S. Hart ( 1947-2011 ) creó una base de libros electrónicos gratuitos a partir de textos que existían físicamente y cuyos derechos ya eran de dominio público. Esta biblioteca la encontramos hasta hoy en gutenberg.org. Pero no podemos limitar la idea de un libro electrónico a un texto colgado en la web.
Ecosistemas digitales
Emy Armañanzas, doctora en Periodismo por la Universidad del País Vasco, explica, en el artículo “Breve historia y largo futuro del e-book”, que el estudio del libro electrónico desborda los límites de una sola disciplina, ya que se apoya en la economía, la sociología, la literatura y la tecnología. Ciertamente, el siglo XXI ha construido a su alrededor un ecosistema complejo: hablamos de la necesidad de tener un soporte para leer, un sistema de venta electrónica, y canales particulares de producción y distribución. Y este ecosistema ha sido desarrollado muy tímidamente por la industria editorial, sobre todo en países de habla hispana, como señaló el español Javier Celaya, especialista en e-books y economía digital, en una conversación virtual abierta al público que sostuvo el 14 de abril con el argentino Daniel Benchimol, especialista en publicaciones digitales.
Ambos especialistas coinciden en que esa timidez lindó con la desidia y que eso está pasando factura en esta época de pandemia. “Si hace diez años la industria hubiera hecho su tarea, no tendría tantos problemas ahora. En la década anterior no tomamos las decisiones adecuadas para hacer más sostenible la cadena de valor del libro digital”, refiere Celaya. Y añade: “No estamos frente a una crisis que va a dar un rebote económico pronto. Este es ya un año perdido y las ventas digitales no van a paliar las pérdidas en papel. No vamos a tener ferias del libro y las visitas a las librerías van a ser muy tímidas. Tenemos que acercarnos a los lectores a través del e-commerce y, a la vez, fomentar la venta de contenidos digitales como e-books o audiolibros a través de entornos de consumo a los que no les hemos dado importancia, como las bibliotecas públicas digitales y las plataformas de suscripción. Tenemos que hacer que el libro siga siendo parte del nuevo mundo que se está formando”.
Pero ¿por qué no se tomó más en serio al e-book y su ecosistema? Celaya y Benchimol ensayan respuestas que se pueden resumir en dos palabras: menor rentabilidad. El error de esto, según Celaya, es que entonces las editoriales comenzaron a pensar en las ganancias y no en las necesidades de los lectores.
Sin embargo, hay otras razones. Para acceder a un e-book son necesarias dos cosas: conexión a internet y un dispositivo electrónico para leer el libro en cuestión. Y ambos suponen para el lector un gasto extra que, teniendo en cuenta las brechas sociales y digitales, no siempre está al alcance de todas las manos. Desde el sector productor de contenidos los problemas también son varios. Las editoriales independientes, al tener otro ritmo de producción y un modelo de negocio más modesto, seguían lo más convencional, pero ahora también están obligadas a pisar el acelerador digital. Juan Casamayor, cabeza de la editorial independiente española Páginas de Espuma, reconoce que el e-book ha tenido un repunte, dado que era la opción más próxima y más sencilla, lo que les ha hecho repensar no solo la producción de estos, sino la logística del e-commerce.
Johann Page, director literario de Penguin Random House en el Perú, también señala que esta coyuntura los ha motivado a desarrollar de manera más decidida su oferta digital. “El 90 % de nuestros libros cuenta con una versión en e-book, y, en esta coyuntura, estamos impulsando el uso de nuestras plataformas digitales para que nuestros lectores perciban que, tanto los e-books como los audiolibros, permiten complementar una experiencia de consumo de saber y entretenimiento sumamente variada”, refiere.
Sergio Vilela, director de Planeta, casa editorial que tiene más de mil libros en formato e-book y que maneja en España el lanzamiento de libros exclusivamente para este formato, reconoce que el crecimiento que se ha visto en lo digital las últimas semanas los ha animado a adelantar algunas reformas pensadas a más largo plazo para el mercado latinoamericano. “Es un negocio aun pequeño, pero hemos visto que los lectores quieren seguir leyendo sin importar el formato, y por ello estamos ampliando la manera de llegar a ellos mediante e-books, audiolibros o impresión bajo demanda. Además, tenemos que ayudar a que las librerías con las que venimos trabajando hace años se transformen digitalmente”, explica.
Y una de las fallas para la popularización del e-book tiene que ver con que el modelo de venta sigue sin seducir al lector con hábitos de consumo digital. Silvano Gozzer, director de innovación de Aleph Impresiones y consultor editorial, explica que los hábitos de consumo digital de productos culturales tienen que ver más con los modelos de suscripción que manejan Spotify o Netflix, donde por una cuota mensual el consumo es ilimitado, aunque no finalmente el consumidor no es dueño de lo que ofrece la plataforma, sí tiene un acceso ilimitado a contenidos.
Ebooks académicos
“El libro impreso es el objeto entrañable, pero eso no pasa con todos los libros. Los libros académicos no suelen dar esa conexión que te da la literatura y tal vez por eso tienen más éxito en el circuito digital”, afirma Lizbeth Alvarado, coordinadora de Marketing y Comunicaciones del Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Es importante tener en cuenta que el mundo editorial académico se mueve de forma distinta al comercial y que, además, su público objetivo ya tiene un entrenamiento en la lectura digital gracias a las revistas académicas indexadas en la nube. “Las editoriales académicas no tenemos fines de lucro; por lo tanto, funcionamos bajo otra lógica. En la PUCP, publicamos 50 o 60 libros al año, entre títulos comerciales y otros de nicho. Entonces, tenemos mucho contenido que no se vende masivamente. El tema de libros electrónicos para nosotros ha sido de largo aliento: el digital no reemplaza el impreso, pero es un complemento en tanto tú sabes que debes ofrecer al público distintas experiencias de lectura. La universidad está presente en más de 100 tiendas digitales alrededor del mundo con un catálogo de 300 e-books, pues la política de edición y publicación desde 2015 fue: mientras el libro va a imprenta, sale el e-book’”, explica Alvarado.
El Fondo Editorial de la UPC empezó a trabajar con ecosistemas digitales en 2011. La vicerrectora académica y de investigación de dicha universidad, Milagros Morgan, explica que hoy el 100 % de su producción está digitalizada y cuentan con 114 e-books que han llegado a lectores de 28 países en los cinco continentes.
“Publicamos nuestros primeros libros digitales en 2011 a través de una plataforma que los ofrecía en PDF y con protección DRM, que es un sistema de gestión de derechos digitales desarrollado por Adobe para proteger el libro contra la copia y la redistribución no autorizada. Luego, empezamos a distribuir a través de otras plataformas académicas y comerciales en formato ePub, que es hoy el estándar para el libro electrónico”, explica.
Ahora bien, ¿qué supone para una editorial —académica o no— lanzar un libro en formato digital? Las representantes de la PUCP y la UPC coinciden en que lo más importante es modificar el proceso de diagramación conforme fue evolucionando y estandarizando el formato digital.
Milagros Morgan añade: “Al principio, pensando en el impreso, contratábamos a terceros para convertir a ePub los libros diagramados; luego, empezamos a capacitar a nuestros diseñadores para que podamos, nosotros mismos, hacer la conversión. Ya en 2019 los libros se diagramaron pensando en la salida en formato digital. Hemos pasado de transformar el libro impreso en digital a producir el libro digital desde el inicio. Es un cambio significativo de paradigmas en la industria editorial”.
Nuevas formas de relacionarse
Emy Armañanzas señala en su artículo que la introducción del libro electrónico en la sociedad es irreversible. “Estados Unidos es el país que mejor lo ha acogido; ya recauda el 20 % del sector, cuando hace solo una década suponía el 0,05 %”, escribe. Y también explica que las ventajas que ve el lector en el libro digital es que es fácil, rápido, extenso, inalámbrico, barato, accesible desde cualquier dispositivo, que se pueda repetir y que se guarde en la nube. “Estamos viviendo una nueva alfabetización marcada por los adelantos tecnológicos por la que estamos empezando a leer y a escribir de diferente forma”, puntualiza.
El mercado del e-book en el Perú, según explica Sergio Vilela, representa alrededor del 1%, en Argentina o Colombia bordea el 4% o 5% y en Brasil llega al 8%. Es en los mercados anglosajones donde su desarrollo ha alcanzado mayor acogida, llegando a representar hasta el 25% de ventas editoriales. “En el Perú hay mucho desconocimiento sobre cuan fácil es leer libros digitales. Todos tenemos una potencial biblioteca en el bolsillo, justo en el celular. Además está el temor, que poco a poco se va perdiendo, a realizar transacciones por internet”, añade.
Johann Page añade que el lector peruano está buscando cada vez más ofertas digitales para satisfacer el consumo de entretenimiento y cultura, pero aún prefiere el libro físico. “Un reto por superar tiene que ver con la familiaridad de las plataformas de venta de e-books y audiolibros, cuyo funcionamiento desconocen todavía muchos consumidores. Esta coyuntura ha servido, en todo caso, para impulsar su aprendizaje”, explica. Es decir, para el peruano es un trabajo de evangelización.
Si miramos los audiolibros encontramos un mercado también en crecimiendo. Sergio Vilela considera que es una oportunidad de llegar a nuevos lectores. “Si bien muchos consumidores de audiolibros son lectores que por la velocidad de la vida dejaron el papel de lado, están también los nuevos lectores que llegan al audiolibro porque son consumidores de productos digitales”, dice.
Pero son los consumidores de e-books y de audiolibros a quienes se dirige otra figura que también está en alza: la impresión bajo demanda. Silvano Gozzer considera que este modelo se aplica en el mundo hace años, pero en el Perú hace poco. Es básicamente el servicio de impresión de uno a uno, revirtiendo el orden en la cadena de producción editorial, donde primero se imprime y luego se vende. La impresión bajo demanda consiste en primero vender para luego imprimir digitalmente y ya no en la imprenta, en grandes cantidades.
“Es muy interesante para hacer ventas internacionales. Cualquier editorial peruana puede vender fuera e imprimir localmente en convenio con librerías. Es un sistema con varias ventajas: ahorra costos de exportación; permite que el catálogo siga vivo, pues se pueden imprimir libros que ya estaban fuera de circulación; hay un costo más bajo de gestión de almacén; la respuesta del mercado es más rápida, pues el pedido puede llegar hasta en 24 horas. Siendo un poco más caro por unidad, es mucho más rentable”, explica Gozzer.
En este contexto las librerías no la están pasando nada bien. Julio César Zavala, gestor cultural, especialista en fomento de la lectura y cabeza de la librería La Libre, ve un panorama desolador. “Va a ser un año muy complicado para la cadena de libro. Evidentemente habrá una desaceleración del consumo por los problemas financieros que tendrá la sociedad en general. Creo que muchas librerías van a sentir el impacto o ya lo están sintiendo. Se va a tener que reinventar en muchas forma para tratar de encontrar un punto de equilibrio que les permita cubrir costos y llegar al público”, dice.
En ese sentido el ecosistema digital solo les ofrece una alternativa: apostar por el comercio electrónco. “La experiencia del libro físico se sigue prefiriendo por muchos factores cognitivos y de experiencia lectora. Lo que se va a seguir es tratar de desarrollar el e-commerce para hacer crecer ese canal de manera local y a otras regiones del país”, añade.
Eso, sin embargo, no va a evitar el golpe en la industria. Pedro Villa, director de contenidos y relaciones institucionales de la Cámara Peruana del Libro (CPL) ensaya algunas alternativas para ayudar al sector. “Estamos hablando de un sector vinculado a la educación y al conocimiento, sería bueno que, cuando se levante la cuarentena, se establezcan mecanismos para poder abrir librerías o vender libros de manera controlada. También es importante que no se pierda de vista la Ley del Libro que se amplió un año pero que vence en octubre y la compra de libros de parte del Estado para abastecer a las bibliotecas públicas también va a ser importante. En el Perú no hay una tradición importante en la compra de libros para las bibliotecas”, resalta.
Para él va a ser clave el papel de los lectores y amantes de los libros para reactivar la cadena y no oculta su preocupación por cómo responderán las bibliotecas a esta coyuntura: “es importante que se activen nuevos mecanismos como le préstamo a domicilio, que se da en otras partes del mundo, por ejemplo”.
Así las cosas, la CPL anunció que la Feria del Libro de este año no podrá realizarse de la forma tradicional. Su presidente, el editor Willy del Pozo, explicó que se trataría de una feria virtual, para lo que se necesita contar con una gran plataforma que soporte todo lo que una feria de esta naturaleza debería ofrecer. ¿Por ejemplo? Silvano Gozzer fue parte de la primera feria virtual española, en 2012, y señala que los requerimientos de una feria como la FIL Lima hoy, en 2020, no serán pocos.
“El concepto entonces era que las editoriales tuvieran un stand virtual en el cual mostrar su catálogo. Hoy lo que se esperaría es que el público, desde el ordenador, entre al stand y que las editoriales tengan a personas atendiendo virtualmente a quienes las visitan. Si nos imaginamos un mundo de realidad virtual con el que con unas gafas podamos ir a una feria, sería casi una réplica de ir a la feria física, pero eso todavía no existe”, explica Gozzer.
Eso, visto a la escala de la FIL Lima, supone una gran logística. ¿Podrá cumplirla la CPL? Del Pozo confía en que sí y en que incluso podrían trabajarla para que la FIL virtual se realice en las fechas previstas: del 17 de julio al 2 de agosto. Añade también que no solo aspiran a ser un catálogo de editoriales, sino también a ofrecer presentaciones de libros y eventos musicales, “como suele vivirse la experiencia FIL, con una buena imagen y buen sonido. Vamos a tener el registro completo de la feria y va a estar ahí para la posteridad”. La idea también es coordinar con el país invitado de este año [Portugal] y que el público pueda también acercarse a sus autores, libros y oferta literaria.
Un optimismo que tendrá, sin duda, al público expectante.
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