Por Alfredo Villar
“Un saber que no es una fiesta es muy poca cosa”, sostuvo alguna vez el recientemente muerto filósofo italiano Mario Perniola. En él, el saber y la escritura se caracterizaron por la sutileza y el ingenio, el juego y el neologismo, el sabor literario y la digresión conceptual. Su obra ha sido una de las más provocadoras de los últimos años no por las afirmaciones que hizo, sino por las preguntas que planteó, un pensamiento que tendió más a entender los pliegues y los enigmas del mundo que a denunciar supuestos secretos o revelar verdades ocultas por el poder.
Perniola nació en la ciudad de Asti, en la región del Piamonte, al noroeste de Italia. De esta zona norteña serán también otros grandes pensadores y escritores como Umberto Eco y Gianni Vattimo. En algún momento los tres coincidieron en la Universidad de Turín, una de las más antiguas de Europa y uno de los espacios de investigación más arriesgados e innovadores de todo el continente.
En los inquietos años sesenta, Mario Perniola se convirtió en un entusiasta participante de la sección italiana de la Internacional Situacionista, considerada por muchos como la última vanguardia del siglo XX y precursora de los movimientos estudiantiles del 68. Esta Internacional estaba dirigida por el filósofo francés Guy Debord, cuyas tesis sobre la imagen y la sociedad del espectáculo fascinaron a Perniola, quien escribirá posteriormente dos libros dedicados a revisar y analizar su polémico e incendiario legado.
Es también en los sesenta que Perniola publicó su primer libro, La metanovela (1966); en 1971 editaría La alienación artística, este dedicado a la estética y donde invirtió la manida visión del marxismo y analizó la “alienación” como algo positivo para la creación artística.
En los setenta el filósofo comenzó a trabajar en la Universidad de Salerno, pero en la década siguiente entró a la Universidad de Tor Vergata, en Roma, y la convirtió en su centro de operaciones intelectuales y donde profundizaría su línea de pensamiento en la cual los fenómenos estéticos no se encuentran desligados de los sociales y culturales.
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Perniola estará muy atento al desarrollo de la filosofía continental, sobre todo la francesa: Deleuze, Baudrillard y Foucault le permitirán tener un diálogo con lo contemporáneo; pero será sobre todo la obra de un escritor del siglo XVII como Baltasar Gracián la que más lo influirá y por la cual Perniola se consideraría como un hombre y un filósofo barroco: “Mi forma de practicar la filosofía es más bien un estilo de pensar que no dudo en definir como barroco, entendiendo este término en el sentido en que el filósofo inglés Francis Bacon se refería a la imaginación al caracterizarla como el realizar ‘matrimonios y divorcios ilegales entre las cosas’”.
Es siguiendo esta línea que Perniola escribió una de sus obras mayores, Enigmas: egipcio, barroco y neobarroco en la sociedad y el arte (1990). Quizá sea su libro más provocador y lleno de intuiciones, ya que la idea del barroco le permite deslizarse prismáticamente por distintos tópicos de la sociedad contemporánea, ya sea desde el arte, la cultura de masas, el video o la informática, la que considera como una nueva forma de archivo y biblioteca y, por tanto, de escritura.
Al año siguiente publicó otro de sus clásicos: Del sentir, donde reflexiona sobre la condición “estética” de la sociedad contemporánea; esto no quiere decir que el arte se haya convertido en algo central en nuestra sociedad, sino que, por el contrario, el sentir y los sentidos (que han sido siempre el terreno de la aesthesis) han sido socializados de tal forma que ya no existe una manera de sentir personal, sino solo sentires mediatizados e impersonales.
Perniola ha hecho grandes aportes como pensador estético, han sido varios sus libros dedicados al tema, pero destacamos Estética contemporánea: una visión global (2011), en el que comenzó a proponer que hay otras estéticas que van más allá de lo occidental y que pueden resucitar el arte contemporáneo. Es con estas ideas que visitó el Perú (donde quedó fascinado por la hibridez de nuestro arte colonial y popular) el año 2014. Dio conferencias en distintas universidades y, aunque su visita fue muy discreta en prensa, causó un gran impacto en la comunidad de pensadores y amantes de la filosofía locales.
En sus últimos años Mario Perniola hizo tensionar más aun su propuesta de unir los estudios estéticos y culturales, escribiendo sobre la moda y las comunicaciones, Berlusconi y el catolicismo, el erotismo y el terrorismo, etc. Todo desde una visión crítica pero nunca nihilista, y siempre fuera del lugar común. Es por esto un pensador excéntrico y muy difícil de clasificar, ya que, además, fue un constante crítico del llamado “pensamiento posmoderno”.
Frente a un mundo complejo y abigarrado muchas veces, la posmodernidad se abandona en un cinismo nihilista. Pero para Perniola el enigma no debe arrebatarnos la pasión ni la indignación, porque como diría, citando al gran Baltasar Gracián, “la vida es milicia contra la malicia”.