Diego Lazarte (Foto: Claudia Ugarte)
Diego Lazarte (Foto: Claudia Ugarte)
/ Claudia Ugarte
Marco Gonzales Peralta

En México —cuenta Diego Lazarte —, se les llama calaveras literarias a las diatribas que se recitan a modo de burla contra los políticos u otros personajes famosos. “Incluso hay un juego de cartas de calaveritas que tienen en la parte de atrás rimas humorísticas. Eso que conocí tras una estancia artística en México le dio nombre a mi poemario”.

Diego Lazarte ( Lima, 1984 ) es escritor, guionista y uno de los cofundadores del Festival de Poesía de Lima. Conversa con nosotros sobre los múltiples usos del lenguaje y la experiencia de la creación poética a propósito de su último libro, Calaveras retóricas ( La Strada Editores, 2021 ).

¿La voz que transita Calaveras retóricas se identifica con un artista que tiene conciencia de la precariedad de la poesía (es decir, de la dificultad de publicar, de difundir, de crear públicos, ya que la poesía no es precisamente masiva)?

De alguna manera, la precariedad y la soledad son universales, y, en ese universo, la poesía es como la música que la anima. Esa precariedad, a veces, puede ser algo vital en la vida del poeta. Por ejemplo, cuando fui a México, no tenía casi nada de dinero en el bolsillo, y eso hizo que aprovechara ese tiempo al máximo, porque quizás no iba a volver a vivir esa experiencia.

­El libro está marcado por tu viaje a México. Desde el título, por supuesto, pero también en el lenguaje coloquial, y los localismos peruanos y mexicanos. ¿Por qué tomas esta decisión?

Porque la poesía es universal y no tiene nacionalidad. La trasciende. Sobre el uso del lenguaje, antes me decían que era muy solemne, y a veces me lo decían poetas mayores o ya consagrados, tal vez porque trabajaba con temas clásicos como el mar, el amor, la naturaleza. En este viaje, de alguna manera, me desprendí de todo ese halo anterior y quise hacer un cambio. Quise hablar de la vitalidad de las calles, algo que podemos encontrar tal vez en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño o en los poetas rufianes que viven el momento, sobreviviendo con la poesía. Un poeta mayor me dijo, preocupado, que notaba que mi trabajo había dejado de ser lírico, pero yo veo la lírica como algo que va al ritmo de cada uno. Leyendo a Emil Cioran, pude entender que un lirismo que no tiene una pizca de locura no vale.

Digamos que es otra forma de explorar el lenguaje poético

Hablar de posmodernidad en el arte, en el cine, en la música también implica hablar de posmodernidad en la poesía. La poesía ahora es híbrida. Los purismos han desaparecido. Si la sexualidad es ahora difusa, imaginemos la literatura. Yo no creo que se deba hablar de poesía pura, poesía de hombres o de mujeres. Creo que lo importante es hablar de las palabras que se usan y las vivencias más que las etiquetas de los géneros.

En el poema “Las licuadoras”, abordas asuntos irrenunciables para el yo poético, como la flojera y la toxicomanía. ¿Cree que la existencia humana necesita siempre de las sombras?

Yo creo que sí. Si no, la vida sería aburrida. Creo que esas malas costumbres que, para otros, pueden ser cosas que entorpecen, en el caso de los poetas, los enriquecen. La poesía, como cualquier arte, es una cosa y está separada del poeta, que es otra cosa. Un poeta puede ser fascista, como Pound, pero puede escribir versos muy bellos. Yo sí creo que hay que separar el arte del artista. El poeta no es un santo, no es que haya que seguir el camino del poeta. El poeta es humano, y en sus tropiezos está lo que importa. Hay que reconocer los tropiezos del poeta y el cómo enfrenta esas situaciones, y que esto se puede revelar en su poesía.

"Calaveras retóricas", de Diego Lazarte
"Calaveras retóricas", de Diego Lazarte

Hay un poema que se llama “Tianguis”, y en él dices “la vida es un mercado / ya nadie puede escapar de sus leyes”. ¿Hay algo de nuestra realidad que crees que escape del mercantilismo? ¿Qué deberíamos conservar y no comercializar?

Hasta la poesía está en venta, porque los libros no se hacen para enterrarse. Digamos que para este libro pensé mucho en el tema de la religiosidad y en la fe, y eso tiene que ver con que reafirmo mi fe en la poesía. Mi definición de poesía en este momento sería la poesía como un refugio. Algunas personas se refugian en la fe, pero yo he elegido la poesía porque me permite crear y apreciar el mundo de muchas maneras. Hay muchos poetas que se han vuelto a la religión y se han vuelto tipos huraños, de mal carácter, o personas que juzgan o reniegan de su vida y su pasado poético y licencioso, pero yo particularmente lo veo como algo irrenunciable y enriquecedor.

Hay un poema, “Remake”, en el que dices que Lima es un remake de una película de Cronenberg. Lima aparece en ese poema como una ciudad del horror dueña de un erotismo magnético, ¿qué crees que une a Lima con sus habitantes?

De cajón, el tráfico. Te vas a otro país y extrañas el tráfico, extrañas a los taxis, extrañas negociar con el taxista, la bronca en la combi, los insultos del microbusero, los frenos en seco...esas son el tipo de cosas que podemos verlas como algo primitivo, pero son cosas que caracterizan a Lima. Sin embargo, este poema es un homenaje a Cronenberg porque me marcó en mi juventud, y en realidad el cineasta aparece en todo el libro.

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