Internet se ha convertido en el paradigma del mundo contemporáneo. Todo lo que ocurre hoy en el planeta pasa por la red. Más allá del bien y del mal, el mundo digital evoluciona y se proyecta al futuro.
Pareciera que las nuevas generaciones nacen con un dispositivo bajo el brazo y en pocos años se convertirán en la población económicamente activa de un ecosistema que se parecerá muy poco al que vivimos hoy en día. Después de todo, el mundo actual está habitado todavía por generaciones que crecieron antes de internet.
Esto no ocurrirá en el futuro, cuando todos los habitantes del planeta tendrán como único recuerdo los datos almacenados en un celular o en un novísimo dispositivo digital.
Serán sociedades hiperconectadas. Las industrias, el trabajo, la alimentación, las comunicaciones, el transporte, la banca y las relaciones (amicales y amorosas) estarán diseñadas por algoritmos. ¿Un mundo perfecto? Más allá de imaginar distopías, preguntamos a un grupo de expertos cómo será el futuro de la red, cuando se imponga el big data, se desarrolle la computación cuántica y se masifique la tecnología 5G. Entonces, lo cotidiano será hablar del internet de las cosas (IdC) o el internet de las personas (IdP). La ciencia ficción será entonces algo cotidiano.
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1. Internet de las cosas (y de las vacas)
En poco tiempo no volveremos a ver las cosas que nos rodean de la misma manera. Pronto será común dialogar con una taza, con el espejo o con nuestro televisor (algo que rudimentariamente ya se puede hacer). “Estamos a puertas de que internet penetre en todo el ambiente de nuestro hogar”, comenta Arturo Goga, analista y consultor en tecnología. “Si por estar conectados permanentemente al smartphone tenemos la sensación de estar inmersos en internet, pues en unos años vamos a estarlo, pero multiplicado por mil”, vaticina.
¿Acaso una lavadora o una refrigeradora se convertirán en generadores de información que será procesada, no por las personas, sino por la inteligencia artificial? Así es. Internet de las cosas es hacia donde apunta el futuro.
Pero ¿a qué se denomina IdC? Según Dave Evans (en “Internet de las cosas. Cómo la próxima evolución de Internet lo cambia todo”), este concepto comenzó a divulgarse en 2010 cuando se produjo un fenómeno inesperado: había 12,5 mil millones de dispositivos conectados a internet para 6,8 mil millones de personas; es decir, por primera vez la cantidad de aparatos conectados a la red duplicaba a la población mundial.
“En el futuro todos los objetos van a estar conectados a internet. Los electrodomésticos nos van a decir cuánto se ha gastado en luz y cómo puedo reducir el gasto, el televisor dirá cuáles son mis canales preferidos, etc. Toda esta información se podrá tener de manera doméstica”, refiere Álvaro Castro, ingeniero de sistemas de ABB (una empresa especializada en automatización) en el Perú.
Pero internet no solo estará en los objetos que nos rodean, sino también en los animales. En 2016, un collar para vacas llamó la atención de muchos asistentes al Computex, la feria tecnológica más importante de Taiwán. Según el diario El País, se trataba de un dispositivo con sensores que guardaban los datos que la vaca podría generar: sus movimientos, la forma en que masticaba y su periodo de celo. Esta información era después procesada e interpretada, y servía para que los ganaderos pudieran mejorar la producción de leche, carne y el cuidado de estos animales.
Si internet llegó a las cosas y los animales, ¿también las personas tendremos una conexión wifi?
2. Internet de las personas
Nuestro cuerpo —o partes de él— también podrían ingresar a una red inalámbrica. Y, al parecer, esto no debería sorprendernos: “Los humanos tenemos la posibilidad de que los organismos se comuniquen. Actualmente, existen nanobots (robots mil veces más pequeños que el grosor de un cabello humano) que se inoculan en el cuerpo”, refiere Maite Vizcarra, gestora de proyectos en innovación, telecomunicaciones y TIC. “Aunque parezca demasiado sofisticado, son escenarios que se dan en economías mucho más desarrolladas, porque existe la unión de la biotecnología con las ingenierías. La posibilidad de introducir un sensor o microchip que sea compatible con nuestra naturaleza es real”, augura la especialista.
La información de nuestros órganos almacenada en la nube, aunque suene inverosímil, será clave para nuestra supervivencia. Así, se podrá monitorear el estado de nuestro hígado o corazón con los datos diarios que revelan estos órganos, y se sabrá de manera anticipada los daños que presentan para prevenir futuras enfermedades. Todo en tiempo real. Incluso, sacarse análisis o ir a un consultorio médico podría ser parte del pasado. Este escenario futurista es para Vizcarra la oportunidad de convertirnos en superhumanos. “Si no me funciona un órgano, lo puedo imprimir en 3D”, apunta. El problema se resuelve y el sueño de la vida eterna estaría más vivo que nunca.
3. Inteligencia artificial
Todo lo que existe será visto como una fuente infinita de datos. En pocas palabras, la información que se genera será almacenada, procesada y ‘entendida’ por las máquinas. La inteligencia artificial —que es una imitación de nuestras redes neuronales que están en el cerebro— controlará nuestro hogar, el transporte, las industrias y la manera de aprehender el mundo. ¿Las máquinas tomarán decisiones? Así es.
Los electrodomésticos no tendrán botones ni instrucciones; la información será parte de la inteligencia de la máquina. Los sensores de una lavadora, por ejemplo, leerán la cantidad y el tipo de ropa; así esta podrá definir la mejor manera de lavarla, garantizando el óptimo uso de agua y energía.
En la industria minera, donde la tecnología está bastante desarrollada, la inteligencia de las máquinas es necesaria para garantizar la protección de los trabajadores, así como ahorrar y optimizar costos. “Toda la analítica que guardamos, almacenada por varios años y de todo el mundo, nos permite tener un conocimiento asociado”, explica el ingeniero Castro. “Entonces, de acuerdo a la carga o el tipo de mineral, vamos a hacer una mezcla con la cantidad de agua exacta. El trabajo pasa de ser correctivo a predictivo”. Para el especialista, será innecesario trasladarse de un lugar a otro para corregir una falla; en la era digital todo se podrá hacer remotamente. Para que las máquinas con inteligencia artificial puedan tomar decisiones deberán procesar millones de datos, discriminar información y almacenar éxitos y fracasos. Por ejemplo, en una operación minera la información podrá llegar a un centro de excelencia desde donde se identificará el problema para solucionarlo desde cualquier parte del mundo.
Asomos de inteligencia artificial son posibles de experimentar con Google Home, un dispositivo pensado para asistir a una persona en el hogar y facilitar tareas pequeñas, como agendar una reunión o poner la alarma, con solo escuchar la orden a través de un comando de voz. Asimismo, el ‘modo belleza’ o los filtros que convierten una foto en una creación al estilo Picasso también utilizan la tecnología de la inteligencia artificial porque esta les permite reconocer y transformar una foto en la imagen deseada.
4. En el Perú: conectividad y educación
¿El Perú está preparado para tanto desarrollo? En un país con problemas de conectividad, con amplias brechas en educación y pobreza, sumados a una geografía difícil para la instalación de antenas y la mejora de las comunicaciones, ¿qué tanto podremos hacer con una tecnología como la 5G? “Soy muy optimista respecto a la conectividad”, dice Vizcarra. Para ella esta necesidad se podría solucionar en tres años con opciones como los globos de Google o redes wireless que están ampliando la conectividad en zonas rurales. “El Perú es el país con mayor penetración de telefonía móvil por persona”, agrega.
Goga y Vizcarra coinciden en la necesidad de actuar pronto ante el aluvión que será la llegada del 5G para que realmente la tecnología una a las personas en lugar de diferenciarlas. “El asunto está en qué rol tendremos en este escenario”, comenta preocupada Vizcarra y tiene razón ante la evidencia del poco conocimiento del Estado sobre esta situación.
En el caso de la educación en el Perú, ¿cuánto cambiará en el futuro? ¿Desaparecerán los profesores? Para Julio César Mateus, asesor estratégico en proyectos educativos de la Fundación Telefónica, los profesores nunca podrán ser robotizados porque no solo transmiten información, también motivan a los alumnos y enriquecen el aprendizaje a partir del contacto humano: “Es un rol fundamental que ningún algoritmo ni robot podrá hacer”, enfatiza Mateus devolviéndonos el lado humano de esta revolución.
Ante este panorama debemos reflexionar sobre cómo queremos ver nuestra sociedad dentro de unas décadas y cómo utilizaremos la información infinita que produzca. Aunque por momentos se dibuje un escenario apocalíptico, también puede ser esperanzador. Solo nos queda estar preparados para estas transformaciones, pues su llegada es inminente.
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