Conoce el origen de esta popular frase.
Conoce el origen de esta popular frase.

Por: Pedro Cornejo
Time is money
. Atribuida, generalmente, a Benjamin Franklin, quien la empleó en un ensayo titulado Advice to a Young Tradesman (1748), esta archiconocida frase es mucho más que una metáfora o una consigna. Supone una concepción de la vida (y del mundo). En efecto, afirmar que “el tiempo es dinero” significa decir que nuestra vida también lo es y que todos y cada uno de nuestros actos (y de las creencias, ideas y emociones asociadas con ellos) son dinero y, como tal, deben ser invertidos de acuerdo a la ecuación costo-beneficio para generar ingresos contantes y sonantes. Por el contrario, una vida económicamente improductiva es una “pérdida de tiempo”, una vida inútil, sin sentido y profundamente inmoral.

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En efecto, de acuerdo a la ética protestante, el éxito económico es la señal por excelencia de que la existencia del individuo va por el camino que conduce a la salvación del alma. De ahí que en la base de la ética puritana exista una exaltación del trabajo, entendido como actividad remunerada o como empresa lucrativa. Se trata, pues, del trabajo como negación del ocio, es decir, como nec-otium y, luego, negotium, que, en el mundo grecorromano e incluso en la Edad Media, aludía al trabajo entendido como servidumbre. Ya lo decía el famoso poeta latino Horacio: “Dichoso aquel que [esté] lejos de los negocios…”. Tuvieron que pasar muchos siglos para que —en la Modernidad— el término negocio obtenga una connotación moral positiva y pase a referirse a la actividad realizada por empresarios que, siendo propietarios del capital y de otros medios de producción, podían contratar mano de obra para generar riquezas. Pero incluso en el siglo XVIII no faltaban quienes, como el mismísimo Adam Smith, en su libro titulado Teoría de los sentimientos morales, se lamentaba por “todo el ocio, el sosiego y la despreocupación que se pierden para siempre” cuando la vida se dedica a la persecución de riquezas.

El origen es atribuido al presidente estadounidense Benjamin Franklin
El origen es atribuido al presidente estadounidense Benjamin Franklin

Pero la exaltación moderna del trabajo productivo —una tautología, si se mira desde la perspectiva del capitalismo— no hace otra cosa que llevar hasta sus últimas consecuencias un mandato que está en los orígenes mismos del cristianismo: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. El trabajo es, pues, dentro de la mitología cristiana, un castigo, una condena o, en el mejor de los casos, una penitencia que debe pagar el ser humano por el pecado original. No deja de ser curioso y también revelador que las palabras trabajo, travail (francés), travaglio (italiano) y trabalho (portugués) provengan del término latino tripaliare (“torturar”), que, a su vez, derivaba de tripalium, un cepo con tres puntas que, entre otras cosas, se usaba en el Imperio romano como un instrumento de tortura. Pero la asociación entre trabajo y castigo no termina ahí: en alemán arbeit está relacionada con el sufrimiento y en inglés work viene del gótico wrikan que denota persecución. De manera tal, pues, que la idea del trabajo como actividad que ‘dignifica’ o ‘realiza’ al hombre es bastante tardía. Y habría que preguntarse —como ya lo hicieron filósofos como Marx, Adorno, Cioran y Onfray— hasta qué punto se ajusta a la realidad.

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