Preciosistas ilustraciones acompañan la reciente edición  de este relato cumbre. [Foto: ]
Preciosistas ilustraciones acompañan la reciente edición de este relato cumbre. [Foto: ]
Dante Trujillo



Por muchos motivos, el libro conocido en esta nueva edición como El relato de Genji resulta sorprendente, debido a cuestiones estéticas y por razones extraliterarias. Y es que, aunque muchos en Occidente no lo sepan, se trata nada menos que de la que es considerada la primera novela moderna del mundo, es decir, del primer volumen narrativo que reúne las condiciones y la estructura —trama, carácter episódico, sucesión de conflictos, etc.— de una novela como las conocemos hoy (una evolución de antecedentes como El satiricón de Petronio). Y fue escrita hace mil años. En Japón. Por una mujer. Por si fuera poco, con la flamante publicación de los tomos dos y tres, se completa así la primera traducción íntegra al español de la gran saga aventurera y sentimental del príncipe Hikaru Genji.

               —Breve historia de una gran historia—
Nunca tuvo un título —lo mismo se conoce como “relato” que como “romance”, “novela” o “historia” de Genji—, y ni siquiera fue firmado por su autora, Murasaki Shikibu.

La Dama Murasaki vivió en Kioto al cumplirse el primer milenio de nuestra era, en la decadencia de periodo Heian. Provenía de una familia relativamente noble, de sofisticada cultura. Se casó, pero enviudó pronto, y es entonces cuando, además de poemas y un diario que aún se conserva, redactó la historia de Genji, se supone que inspirada en el poeta y político Minamoto no Tōru.

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NOvela
El relato de Genji

Murasaki Shikibu
Editorial: Fondo Editorial de la APJ
Páginas: 1.848 
Precio: S/ 300,00

Genji monogatari cuenta la historia del Príncipe Esplendente y sus descendientes a lo largo de un extenso relato (la versión que nos convoca, en sus tres tomos, suma más de 1.800 páginas). Este está dividido en dos partes principales: los primeros 41 capítulos van desde el nacimiento del protagonista —hijo del emperador con una concubina—, pasando por su crecimiento y escalada en la corte mientras vive un amor ilícito con su madrastra, para partir al exilio y regresar luego, recuperando, hacia la madurez, la dignidad imperial. Los 13 capítulos restantes tratarán sobre su hijo y su nieto, y las cuitas sentimentales en las que también se verán envueltos, además de presentar abundantes historias menores, dándole al conjunto un valor adicional de “fresco” de su tiempo. “No es que sea mejor o más memorable o intensa que la obra de Cervantes”, dijo Borges, “pero sí es más compleja”.

Un detalle interesante es que fue escrita usando el silabario kana, exclusivo de las mujeres de la corte (a diferencia de los más conocidos ideogramas kanji). Esto último, como explica el escritor Ricardo Sumalavia, director adjunto del Centro de Estudios Orientales de la PUCP, complejizó siempre las traducciones: por no ser un lenguaje “literario”, el libro es aun más difícil de comprender para un japonés actual de lo que sería para nosotros una novela de caballerías no trasvasada al español contemporáneo.

Ilustraciones de "El relato de Genji"
Ilustraciones de "El relato de Genji"

                                —Épica de la edición—
Pese a su valor, la primera traducción de la novela al inglés la hizo el célebre orientalista Arthur David Waley —recién— hace un siglo. Y no existía, salvo trabajos parciales y controvertidos, una versión completa en nuestra lengua. Eso hasta la culminación de un esfuerzo de más de una década de parte de la doctora Hiroko Izumi Shimono, experta de la Universidad de Gakushuin; y el diplomático y especialista en temas nipones Iván Pinto Román, con el auspicio la Asociación Peruano Japonesa. Según Sumalavia, “lo que han hecho el señor Pinto y la profesora Shimono es histórico, relevante y titánico, no solo porque han traducido por primera vez al español un importante texto antiguo, sino porque han trabajado interpretando un sistema de escritura del siglo XI. Es realmente admirable”.

Esa dificultad, sumada a lo que Iván Pinto llama, directamente, “desconocimiento de la trascendencia de la obra, e ignorancia de la historia japonesa”, explican el milenario retraso. Tratando de entender cómo fue su labor, el experto cuenta que fue “mediante el intercambio diario de correos electrónicos con las versiones al castellano del texto original, las mismas que se revisaban y ajustaban hasta obtener el más fiel y pertinente reflejo del sentir de lo escrito por la dama Murasaki. Fueron diez años de consideraciones y certificaciones de la exactitud de la versión castellana, tomando en cuenta el entorno histórico y la documentación existente al respecto”.

Ilustraciones de "El relato de Genji"
Ilustraciones de "El relato de Genji"

Si bien es cierto que emplea un lenguaje indirecto y harto lírico, cabe preguntarse si la modernidad formal de la novela vale como sinónimo de vigencia. Para Ricardo Sumalavia es indudable: “La forma de abordar temas como el amor, el poder, la sensualidad, el paso del tiempo son de una poderosa actualidad”. Por su parte, Pinto explica que esta actualidad “descansa en la comprensión de las debilidades humanas que manifiesta, y el inexorable término de todas las vicisitudes signadas por el mono no aware (compasión por las cosas todas, su fragilidad, su condición de perecederas)”. Asimismo, respecto al famoso tono existencial del relato se explica “en tanto que la vida del protagonista y sus sucesores constituye una verosímil narración de venturas y desventuras personales signadas por la constatación de la caducidad de todo lo perceptible”.

Luego de diez siglos, el mayor tesoro de la literatura japonesa está esperándolo en la librería más cercana.

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