Hoy es común distinguir y separar la música clásica de la popular, más por prejuicio que por concepto, como si se tratara de mundos diferentes y en cierta forma opuestos. Esto porque, mientras el pop es una industria masiva, que capta la atención de los medios por su actualidad y viene de la mano con la agresiva mercadotecnia propia de nuestros tiempos, la música clásica busca un nicho específico mucho más reducido y que durante décadas ha mantenido un perfil más conservador.
Y es que este último es un mundo que ha sido considerado elitista, precisamente, por esa áurea de refinamiento, elegancia y estatus que le da el adjetivo de selecta. Debido también a la exigente carrera de los artistas, quienes, con una disciplina férrea, deben cuidar el físico, la voz y ensayar y practicar incontables horas para lograr la excelencia requerida. Estos mismos, tradicionalmente, no caen en excesos, como los célebres rock stars, cuyos desenfrenos son tan atrayentes que generan titulares y admiración.
—Otro significado de artista—
En nuestros tiempos esa diferencia se acorta con una nueva generación de artistas que manejan a la perfección su imagen y marketing personal, dominan el mundo digital y tienen otra forma de ver la realidad, ya que no viven aislados en un Olimpo, como solía pasar.
Los nuevos medios traen consigo cambios estructurales en la forma de publicitar y crear la imagen de un artista. La distancia y rigidez de las divas de la ópera de antaño o de los eximios intérpretes ha dado paso a artistas mucho más casuales, que viven de acuerdo a su edad y tiempo. El contacto que dan las redes sociales desmitifica a los artistas y los hace cercanos a sus seguidores, pues se generan diálogos entre ambos. Un artista puede ser ‘descubierto’ y llevado a la fama de una manera mucho más rápida, como ocurre con personajes populares de YouTube o de un reality show.
Un caso particular es el de un artista que desde pequeño ha vivido en culturas diferentes, con experiencias cosmopolitas. Me refiero al pianista Simon Ghraichy, quien nació en Líbano en 1985. De madre mexicana y padre libanés, en el músico confluyen identidades ricas en historia y exotismo. Cuando cumplió seis años, la familia se mudó a París, lo que le permitió vivir en la capital de la sofisticación y la riqueza cultural occidental. Si bien Ghraichy se educó en los estrictos cánones de la música académica, ese sabor y comprensión de sus antepasados le ha permitido enfocar su carrera de una manera menos ortodoxa y más fresca.
—Entre lo clásico y popular—
El resultado es un artista que puede interpretar, magistralmente, las obras del repertorio clásico universal e incluir las de regiones menos difundidas y darles un acento especial que su herencia cultural y genética le permite. Puede tocar a la perfección un nocturno de Chopin, y combinarlo con el Danzón de Márquez y obras de Alkan o Lecuona. Sus videoclips, que tienen miles de vistas en YouTube, son trabajados al detalle; y los comentarios de crítica y público lo describen como una fusión entre lo clásico y popular.
Su imagen es más parecida a la de un rock star por sus atuendos y su look desenfadado. Su relación con la audiencia es directa, sincera y de discurso fácil. Gracias a esto, ha conseguido una legión de seguidores jóvenes muy pendientes de su carrera. En pocos años, ha logrado llenar salas importantes como el Carnegie Hall en Nueva York, Filarmónica de Berlín o el Teatro de los Campos Elíseos en París con rotundo éxito.
Además, ha paseado sus interpretaciones por América Latina, Oriente Medio y el resto de Europa. Esa frescura y ese lenguaje musical ecléctico han hecho que el afamado sello discográfico Deutsche Grammophon lo firme como artista exclusivo. “Es un gran orgullo para mí firmar con ellos, ya que es el sello de artistas como Karajan, Bernstein, Horowitz, Argerich. Pero ellos son artistas del pasado a quienes adoramos, pero hay que encontrar figuras modernas, de nuestros tiempos también, para llevar la música a todos lados”, comentó Ghraichy en una entrevista a Radio Francia Internacional a propósito de este contrato. Las giras de conciertos hoy se han vuelto comunes, y, en ellos, Ghraichy destaca como una estrella en ascenso de la música clásica de hoy.