Hace una década recibí de pronto la noticia de que Anthony Bourdain había decidido venir a filmar un capítulo de su programa en Lima. Estaba convencido de que en poco tiempo nuestro país se convertiría en un destino turístico gastronómico de relevancia mundial. Las razones eran muchas: La variedad y exotismo de sus productos. La diversidad cultural y el mestizaje de sus cocinas. La pasión de los limeños por el acto de comer. La unión de los cocineros profesionales trabajando por difundir el Perú a través de su cocina.
Todo ello convertía a Lima en una historia fascinante a ser revelada a través de su programa visto mundialmente. Era sin duda una gran oportunidad para promover el mensaje del Perú al mundo y había que apoyarlo en todo lo que hiciera falta. Y fue así como juntos visitamos mercados, descubrimos pescados, frutos y ajíes nunca antes vistos por él. Fuimos a cebicherías tradicionales en Chorrillos, exploramos las cocinas fruto de nuestro mestizaje como la nikkei, saboreamos anticuchos y las comidas de nuestras esquinas, paseamos por Barranco y finalmente culminamos una semana llena de sabor despidiéndonos con un largo almuerzo en La Mar, en el que con su famosa resistencia Tony nos tumbó a todos pisco sour tras pisco sour.
Fue en aquel almuerzo final donde pudimos descubrir al hombre detrás del personaje. Al ser humano sencillo que disfrutaba de las cosas simples y profundas de la vida. Al espíritu curioso, aventurero, rebelde y profundo que habitaba dentro de él. Al amigo del Perú que sabíamos que volvería a contar nuevas historias de nuestra tierra, algo que luego haría dos veces más.
Anthony Bourdain fue de los primeros personajes de la gastronomía mundial en contarle al mundo acerca de la magia de la cocina del Perú. Y lo hizo con afecto y con generosidad, despertando con ello la curiosidad de muchos otros amantes de la gastronomía que decidieron venir a esta tierra a descubrir aquello que él les había revelado.
Escribimos estos recuerdos con la enorme tristeza de enterarnos de su trágica partida. Aún sin saber qué decir ni qué hacer, solo nos queda decir por ahora: gracias, querido Tony. Amigo del Perú. Tus historias vivirán en nosotros por siempre. Descansa en paz.
Con el chef Eric Ripert en el Alto Marañón. Una limpia siempre venía bien.