Pollos y Parrilladas Hilton (Foto: Paola Miglio)
Pollos y Parrilladas Hilton
Paola Miglio

El camino a la casa de mis abuelos nos obligaba a pasar los fines de semana siempre por el mismo local de de esquina. De regreso, mi papá compraba para llevar, pero esto no sucedía siempre. A lo mucho, una vez al mes: tocaba el desaparecido Juanito (pollería al lado de Tanta San Isidro) o Pollos y Parrilladas Hilton, el lugar que hoy ocupa esta crítica. Los sabores y recuerdos se mezclan con los sentimientos cargados de ilusión de unos niños que esperaban una pequeña recompensa por portarse bien y del esfuerzo de mis padres, para quienes no era barato gastar en pollo a la brasa en una época (los 80) en la que había que priorizar. Así, cada pedacito de carne sabía a cielo. Cada papa a gloria. Cada chorro de mayonesa era el mejor del mundo. Han pasado décadas, hemos vuelto varias veces y es interesante ver que la consistencia se mantiene.

A pesar de haber cambiado la estructura del local, el espacio no ha perdido el espíritu de comedor cerca de casa que se suele frecuentar en cualquier momento. Es bastante familiar, amiguero y de la vieja escuela. Hay movimiento, el olor a parrilla es intenso, pero a pesar de eso el lugar se acomoda prolijo. El servicio de sala no entra en largas conversaciones: se pide, se lleva o se come rápido: una parrilla personal, un cuarto de pollo a la brasa y unas mollejas de pollo a la parrilla. Para beber, limonada.

El aroma del pollo dorado y parejo, con ese toque de canela china impregnado en la piel, invade la mesa. El ala se deshace a la primera mordida, el aderezo ingresa en la pechuga del ave y cada trozo es jugoso. Las papas son Canchán. Peruanas y bien fritas, de color claro, crocantes. No se marchitan después de unos minutos y saben a papa (importante diferencia pues las procesadas no saben a nada). Se remojan ligeramente en las cremas: mayonesa y ají pollero. Recetas inmortales y pecaminosas. Un vicio. Para la ensalada, fresca lechuga americana, tomate, rabanito, apio y aliño clásico.

Los problemas comienzan con la parrilla y las mollejas. El lomo fino está en su punto y la carne resulta de corte importante y suave; pero es débil el marinado de los anticuchos, que llegan secos y sobrecocidos. Lo mismo pasa con el chorizo, de color casi fucsia, poco apetecible a la vista y gusto. Las mollejas podrían necesitar más macerado, para que los condimentos penetren mejor y se planteen más tiernas. El festín cierra con bavarois de guindones y crema volteada. El primero de hechura consistente y esponjoso hasta el final, con una salsa densa pero fluida; y la segunda demasiado aireada para una buena nota. En Hilton se pueden ajustar algunas llaves, pero el lugar no pretende sorprender: se vende lo que se ofrece y sus comensales asiduos la tienen clara. Comer pollo a la brasa es ese volver a casa, un viaje a la infancia, a ese mundo de seres queridos que guardamos en el corazón. Es morder un pedazo de nuestra propia historia, la sabrosa, revivirla y sonreír. Aquí, entonces, se valora la lealtad.

AL DETALLE 
Puntuación: 14/20
Dirección: Av. Julio C. Tello 802, Lince. Teléfono: 470-8307 (hay delivery).
Horario: todos los días de 12 m. a 1 a.m.
Estacionamiento: al frente del local (cupos limitados).
Precio medio por persona (sin bebidas): oferta de pollo con papas, ensalada y gaseosa de litro y medio a S/ 67, parrilla personal a S/ 49.

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