Un dato que hemos leído muchas veces durante las últimas semanas es que el 15% de personas en Lima utiliza el auto para ir a su trabajo o a su centro de estudios. El punto del dato es que más de 80% de limeños camina por lo menos una parte de su viaje, por ejemplo, de la casa al trabajo, al colegio o al transporte público. Esta modalidad es una de las más altas a nivel continental.
Sin embargo, tener muchos peatones no significa que Lima sea una ciudad caminable. De hecho, el viaje cotidiano limeño a pie no es una experiencia agradable, y quienes caminan son tratados como ciudadanos de segunda clase.
En muchos barrios, las calzadas están asfaltadas, pero no existe una vereda. En estos lugares, el peatón sufre no solamente la contaminación de los buses y mototaxis, sino también de las partículas que resultan del polvo que rodea la pista. En las zonas céntricas de la ciudad, las veredas son tan angostas que un peatón casi no podría dejar pasar a otro sin tener que bajar de la vereda.
Además de ello nuestras avenidas ofrecen pocos lugares de cruce. Como resultado, los peatones tienen que desviarse cientos de metros para llegar a un semáforo para cruzar, donde todavía están sujetos al riesgo de ser atropellados por vehículos con choferes que no respetan las normas viales.
A pesar de todo, ese 80% que camina es un punto fuerte de nuestra ciudad, e idealmente podríamos empezar a hacer un reacondicionamiento de las calles para darles prioridad. Un estudio escrito por Leinberger y Rodriguez, del George Washington School of Business, encontró una alta correlación entre el índice de caminabilidad de una ciudad y su nivel de equidad social. Por ejemplo, a pesar de los altos costos de vivienda en Nueva York, San Francisco o Boston, el mayor nivel de acceso a equipamientos, de educación o trabajo, que ofrecen en relación a otras ciudades, y dado a sus mayores niveles de caminabilidad, hace que sean las más equitativas de entre las ciudades estadounidenses.
Mientras es vital que invirtamos en infraestructura para el transporte público, la necesidad de hacer infraestructura peatonal es de igual importancia. Soluciones simples incluyen la ampliación de veredas, la facilitación de cruces peatonales en todas las esquinas de las avenidas, y una reforma de la zonificación en la ciudad para promover una mezcla de usos al nivel de la calle. Estos deben ir de la mano de una estrategia de diseño urbano inclusivo que contemple las necesidades de todos, sobre todo de los niños, personas mayores y discapacitados en el acceso a la ciudad.
Pero primero tenemos que reconocer a ese 80%.