Tras el pedido del INSN, que exhortó a los ciudadanos a donar sangre y plaquetas para los heridos, varias personas se acercaron al nosocomio. (Fotos: Mario Zapata Nieto /GEC)
Tras el pedido del INSN, que exhortó a los ciudadanos a donar sangre y plaquetas para los heridos, varias personas se acercaron al nosocomio. (Fotos: Mario Zapata Nieto /GEC)
Pedro Ortiz Bisso

La tragedia de , que al momento de escribir estas líneas ha causado la muerte de 8 personas, resume otras tragedias que padecemos como país.

La pista donde ocurrió el accidente tenía un grosero desnivel, pese a que su remodelación se hizo hace muy poco; el camión-cisterna había sufrido una fuga de gas similar en el 2018; el conductor tenía 83 papeletas, cinco de ellas por trasladar carga peligrosa de manera insegura y en las redes sociales no faltó quién buscara aprovechar la desgracia para obtener algún rédito político.

Además, los servicios asistenciales colapsaron. Las imágenes de los heridos mientras eran atendidos en los exteriores del hospital de Villa El Salvador parecían salidas de una película de desastres. No hace falta imaginar lo que sucedería ante un terremoto u otra catástrofe de esa dimensión.

Pero en medio de la desgracia, surgió la solidaridad. Fue emocionante ver a centenares de personas formando interminables colas para donar sangre o llegando a la zona de desastre con ayuda para las familias de las víctimas. Fue un bálsamo ante el inmenso dolor y una señal de que no todo está perdido.


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