Un paseo por una cuadra aleatoria del Cercado de Lima revelará que aún hay mucho trabajo pendiente respecto a la formalización de ambulantes.
Por ejemplo, en la tercera cuadra del jirón Cusco, entre los jirones Lampa y Azángaro y muy cerca de Mesa Redonda, uno puede cruzarse con siete ambulantes, si no con más.
En un extremo de la cuadra está Jenny Silva, una invidente que llega con un parlante y un micrófono a cantar para llevar algo a casa. Canta hace cuatro años para subsistir, pero la competencia ha aumentado en los últimos años porque otros invidentes como ella también llegan a cantar. "A veces nos botan los serenos, si eso pasa me voy a otra esquina", dice entre canción y canción.
Al frente y en la esquina opuesta, un muchacho hace pinturas con aerosoles y congrega a unas quince personas. Pero quien se ha llevado a todos los curiosos ha sido un hombre que, con un traje que se coloca en todo el cuerpo simula el baile de una pareja. Junto a él hay una muchacha sentada en el piso sosteniendo un tronco de cuyo extremo superior pende otra aparentemente levitando. El hombre promete revelar el secreto de su truco a quien esté interesado a cambio de un sol.
También hay una estatua humana, un vendedor de folletos para aprender fácilmente matemática, otro de peladores de verduras y quien vende pequeños juegos hechos de metal.
El plan de la municipalidad para tener un Cercado sin ambulantes no queda claro, a pesar de que se ha dicho que serán retirados antes de que termine el año. La gerente de Fiscalización, Susel Paredes, explicó el mes pasado que a estos trabajadores no se les erradica, sino que se les cambia de giro o se les traslada. Se estima que en el Cercado de Lima hay unos 4.000 ambulantes.
En la siguiente cuadra hay un sereno en la esquina, pero eso no impide que se venda comida a unos pasos de él, o máscaras de superhérores o adornos de aves.