Hace dos décadas y media, dos organizaciones terroristas constituyeron la mayor amenaza a nuestra seguridad. Parecían invulnerables, pero fueron desarticuladas por el trabajo de unos pocos policías del grupo especial de inteligencia de la Dirección contra el Terrorismo.
Hoy el panorama de la seguridad es diferente, pues no tenemos nada parecido a la amenaza terrorista, pero sí confluyen múltiples amenazas, la más importante de las cuales es la extorsión.
A diferencia del terrorismo, en que enfrentábamos dos estructuras nacionales con miles de personas organizadas, hoy enfrentamos aproximadamente a 120 grupos criminales con un número variable de miembros, que fluctúan entre seis y treinta, e involucrarían a entre mil y tres mil delincuentes.
El carácter vertical de las organizaciones terroristas permitió desarticularlas con relativa facilidad una vez que se llegó a la cabeza. Lidiar con un número mucho mayor de organizaciones, aunque de menor tamaño, es de alguna manera un desafío mayor, que se complica por el hecho de que donde cae una, con frecuencia surge otra.
La rápida expansión de las extorsiones durante la última década no ha sido enfrentada con éxito por el Estado. Comenzar a hacerlo es posible, a condición de que se cuente con la estrategia y las herramientas adecuadas, y no equivoquemos el camino.
No fue la fuerza militar la que derrotó al terrorismo, sino la inteligencia y la investigación policial. Son estas las que deben ser puestas a punto para revertir el avance de los extorsionadores y de otras formas de criminalidad. ¿Cómo lograrlo?
Primero, potenciar la División de Investigación de Secuestros y Antiextorsiones de la Dirección de Investigación Criminal, una unidad de élite que ha dado, hasta hoy, los golpes más importantes, pero que no se da abasto con cien efectivos. Hay que quintuplicar su número y constituirla en la cabeza de un subsistema nacional.
Segundo, triplicar el número de agentes de inteligencia y de detectives, los que no superan los diez mil miembros en el país, menos del 10% de una policía con 123 mil agentes.
Tercero, ampliar la capacidad de escuchas legales. Actualmente, Constelación, equipo donado por el Gobierno de EE.UU., es el único que existe, está al servicio de la lucha contra el tráfico de drogas y se comparte para otras tareas solo excepcionalmente. Los equipos adquiridos por la DINI y hoy inoperativos deberían pasar de inmediato a la Dirincri, bajo controles fiscales y judiciales.
Cuarto, fortalecer la capacidad forense de la Dirincri y el sistema de protección de víctimas, testigos y colaboradores eficaces. Ambas herramientas fundamentales de la investigación del crimen organizado se encuentran abandonadas.
Quinto, instalar los bloqueadores de celulares que utilizan los extorsionadores desde los penales. Tenemos años esperando esta medida. No es posible seguir esperando.
Derrotamos al terrorismo y ahora podemos derrotar a la extorsión, pero se requiere que el gobierno asuma con sentido de urgencia la atención de estas tareas, todas perfectamente posibles de alcanzar y largamente identificadas por los propios líderes policiales especialistas en estos temas.
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