El 2019 cerró como el año en que más menores de edad fueron intervenidos en el Callao por participar en un hecho delictivo en los últimos cinco años, a un ritmo de casi dos intervenciones por día. Al 30 de diciembre, eran 721 los retenidos (no detenidos al no contar con mayoría de edad), de acuerdo con cifras de la región policial. Los casos más frecuentes fueron los robos (473), el tráfico de drogas (76) y el sicariato (47).
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Estas cifras no hacen más que confirmar que la participación de menores en hechos criminales es una constante en el primer puerto. Del 2014 al 2019, el total de niños y adolescentes retenidos fue de 3.679. De ellos, el 90% fueron hombres y el 10% mujeres. Y si hablamos de bandas, en el 2019 la policía desarticuló al menos 204 de ellas que tenían entre sus integrantes a un menor de edad. Esta cifra representa el 26% del total de grupos delictivos desarticulados durante ese año. En cuanto al número de fallecidos, el año pasado seis menores perdieron la vida en medio de una gresca con armas de fuego.
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Las causas detrás de esta realidad son varias: violencia en la casa, deserción escolar, padres ausentes (varios de ellos por estar en prisión), calles inseguras, falta de espacios públicos, pobreza y una predominante cultura de la violencia, entre otras. También está el enfrentamiento entre barrios, la lucha por el comercio de drogas, la corrupción, escasez de oportunidades, el cobro de cupos, etc. De igual modo, un factor social: menores que crecen con el estigma de que un día acabarán metidos en la delincuencia por vivir en un lugar determinado.
—Las ‘hienitas’—
Cuando se le pregunta a la policía del Callao sobre un caso que ejemplifique los datos descritos, la respuesta suele ser las ‘hienitas’.
En marzo del 2019, un grupo de menores chalacos (entre 13 y 14 años) fueron retenidos luego de diversas denuncias de vecinos que indicaban que habían formado una banda que robaba, entre otros, a choferes de servicios de taxi por aplicación.
Los niños provenían de hogares pobres con familias disfuncionales, donde el común denominador era tener a algún pariente en la cárcel o miembro de una banda de la zona. Al mismo tiempo, un hambre por obtener dinero fácil y consumir drogas.
Estos menores utilizaban una réplica de una pistola automática, llamaban al taxista –quienes se acercaban tal vez confiados en su condición de menores–, los agredían y les arrebataban sus celulares y, de ser posible, sus billeteras. Luego, corrían a sus escondites y en la noche se gastaban lo obtenido. Generalmente, operaban en el barrio de San Judas Tadeo.
"Soy menor de edad, soy menor de edad", dijeron los niños cuando fueron intervenidos por los policías. Las autoridades saben que ellos apelan a que son menores de edad, pues son conscientes de que son inimputables. Lo mismo tienen en cuenta delincuentes de mayor edad que reclutan a menores para el sicariato, la venta de drogas o simplemente hacer de ‘campana’.
Además del robo, las ‘hienitas’ se dedicaban a la microcomercialización de drogas. En sus brazos y manos, llevaban tatuajes con los nombres de sus familiares o distintivos de sus barrios. Algunos tenían una prótesis de metal en los dientes para aparentar una imagen violenta.
Un policía nos cuenta que, bajo las condiciones en que estos menores viven, es frecuente escuchar que su aspiración final es acabar pintados en una pared. Es su manera, dice el oficial, de ser inmortalizados en el barrio.
—Un tutor en el aula—
A manera de respuesta, la región policial del Callao, con el apoyo de la Dirección Regional de Educación, implementó al inicio del año escolar del 2019 un programa que consiste en colocar a un policía en los colegios más vulnerables. Se trata de un proyecto piloto –el primero de este tipo– cuyo propósito, básicamente, es orientar y cuidar a los menores (ganarle a la delincuencia desde las aulas), pero en la práctica el trabajo de estos 21 efectivos es más que eso.
Es el caso, por ejemplo, de Maicol Crispín, un suboficial de tercera de 30 años que fue designado al colegio José Olaya Balandra en La Perla.
El centro queda a dos cuadras de la comisaría de La Perla; sin embargo, es uno de los que registran más índice de violencia escolar, según cuenta su director, Jaime Alvarado. La escuela recibe un promedio de 500 alumnos entre primaria y secundaria. Entre los personajes que salieron de sus aulas están los futbolistas Jeremy Escate y Marco López. También pasaron miembros del crimen organizado, por ejemplo Gerson Gálvez Calle 'Caracol'.
Cada día, Crispín sale de su casa en Chorrillos a las 5 de la mañana para llegar a tiempo al colegio.
En nuestra web, tenemos un informe multimedia en la que contamos el método utilizado por este policía para ganarse la confianza y el respeto de los alumnos. En especial, el uso de un recurso muchas veces dejado de lado: el afecto.
Cifras:
- 1.311 es la cantidad de policías que se necesitan en el Callao. La región cuenta con un efectivo por cada 886 personas.
- 28.737 es el número de alumnos beneficiados con el programa Tutor Policial en los 21 colegios estatales donde está implementado.