PIERINA PIGHI BEL
Cuando aún eran enamorados, Elisa le preguntó a Jorge Gorriti si le gustaría adoptar hijos. “Vamos a ver”, dijo él para no dar un “no” sin haberse asegurado el “sí” para ser novios. Años después, cuando su primer hijo jugaba solo, pedía hermanos y demoraba la vía biológica, él mismo preguntó: ¿No queríamos adoptar? Así llegó su segundo hijo, de 4 años.
Dos años después, en un viaje a República Dominicana, planearon adoptar a su tercera hija. Ella llegó al año siguiente y rápidamente se integró a la familia: a los pocos días ya escondía los juguetes de sus hermanos mayores en un cajón.
Casos como el de la familia Gorriti retratan el interés cada vez mayor de los peruanos por adoptar. En el 2011 y el 2012, solo unos 80 solicitantes (entre familias y personas solas) asistían al año a las capacitaciones de la Dirección General de Adopciones (DGA) del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP).
Sin embargo, en el 2013 la entidad recibió hasta 300 solicitudes para ingresar a los talleres de adopción, es decir casi el cuádruple de lo registrado el año anterior. Y se espera que este año sea la misma cantidad.
Hasta el 2010, más de la mitad de solicitudes de adopción eran de parejas o personas extranjeras. En la actualidad el 55% de los 300 registros son hechos por peruanos y unos 60 van por la segunda adopción.
Christian Mimbela, presidente de Ruruchay, una asociación de familias adoptivas, es uno de los padres que han adoptado dos veces. Cuando su hija le preguntó a Mimbela si podía conocer a la mujer que la tuvo en su barriga, este le respondió que sí y que además podía vivir con ella. “¿Estás loco? Mi casa es esta”, respondió la pequeña. Mimbela comprobó que su hija se sentía bien, por lo que se animó a adoptar a un niño de 7 años.
MIEDOS A LA ADOPCIÓN
Aunque el interés en adoptar ha crecido, los padres consultados notan que ciertas personas optan por no hablar de las adopciones. Los más alarmistas piensan que son peligrosas o que los problemas de los hijos adoptivos son únicos. “Pero todos hacen rabietas, todos mojan la cama”, les anuncia Mimbela.
Agrega que algunos piensan que solo adoptan los que tienen plata. Otros creen que los padres adoptivos tienen una generosidad extraordinaria. “Algunos nos ponen aureola”, dice Elisa. Pero otros los compadecen: “¿Qué? ¿No pudieron tener hijos?”. O peor aun: “¿Cuál de los dos es el estéril?”.
Un padre identificado como Cristian nos contó que una semana antes de conocer a su hija en Chiclayo, a su esposa le confirmaron el embarazo de otra niña. Ellos igual siguieron con la adopción y se emocionaron al recibir a ambas.
La mayoría de papás adoptivos tiene 40 años, pero ya hay futuros papás de 30 que van derribando los mitos de que la infertilidad es la única causa para adoptar y de que a un hijo biológico se lo quiere más.
RETRASO JUDICIAL
Eda Aguilar, directora de la DGA, teme que la cifra creciente de padres adoptivos siga acumulándose en una lista de espera. Hasta mayo, había 240 familias esperando adopciones regulares –de niños menores de 9 años y sin enfermedades–. Pero la DGA recibe apenas entre cuatro y seis bebes al mes. Para que puedan ser adoptados, un juzgado de familia debe declararlos en abandono y este paso es el que más demora, según Aguilar. “La adopción de mi hijo tomó un año y nueve meses por una huelga del Poder Judicial”, recuerda Mimbela. Los retrasos judiciales redujeron las 203 adopciones del 2012 a solo 181 en el 2013.
Aguilar estima que, de los 10.000 niños que viven en albergues en el país, cerca de 1.000 estarían aptos para ser adoptados, pero se los impide la demora en la emisión del auto de abandono. Pero el Poder Judicial asegura que el retraso viene de la investigación tutelar, que sustenta el auto de abandono y está a cargo de la DGA.
Gabriela Schreiner, experta argentina en adopciones de la consultora brasileña Consciencia Social, advierte que, por cada seis meses en un albergue, un niño pierde un año de desarrollo psicomotor y de capacidad de vinculación. “No saber qué pasará daña al niño. Debería impedirnos dormir saber que un niño pasará otra noche en un albergue porque alguien no firmó un auto de abandono”.