Hace una semana asistí a una intervención en el espacio arqueológico de Mateo Salado que, dicho sea de paso, ha tenido una espectacular puesta en valor desde hace algunos años. Esta intervención artística llevaba el sugerente nombre de “Jardín botánico” y era una caminata nocturna y guiada por distintos espacios de la huaca que habían sido tomados –con el debido respeto, salvaguarda y anuencia de los arqueólogos responsables– por artistas plásticos, para distintas instalaciones interactivas y conceptuales que tenían que ver con sus interpretaciones vinculantes entre la huaca y el pasado y nuestra experiencia presente como colectividad social.
De más está decir que la visita nocturna a una huaca es algo mágico de por sí, pero se vuelve más fascinante con un proyecto así en el que grandes y chicos disfrutamos del recorrido y de las explicaciones de los artistas que hacían que las obras tuviesen un significado y un valor más allá de lo puramente estético.
Cuando experiencias como esta y otras –por ejemplo “Huacas, burbujas y rock and roll’ de Rafo Ráez– se realizan en estos espacios, no solo se vinculan con el vecindario y, por extensión, con el público en general, sino que se agregan nuevos significados a la huaca. Ya no solo se traduce de una manera unidimensional histórica y patrimonial, sino que se le brinda la oportunidad de explayarse en otras dimensiones para repensarla en un contexto actual, es decir, vincularla con el presente, con nuestra experiencia actual. Eso es vital para el sostenimiento de un proyecto como una huaca, que en el peor de los casos es vista como un montículo de tierra y en el extremo más elemental de su interpretación, como el pasado estático de nuestros antepasados. Ver las huacas como elemento integral de la vida urbana y no como lunares enclaustrados en la retícula de la ciudad es el reto que una huaca demanda para que vuelva a ser vista y oída con los sentidos de la modernidad.
Recientemente se acaba de reinaugurar el espacio del Parque Universitario con una puesta al día. Nuevas luces para el parque y para sus monumentos como la Casona, el Panteón de los Próceres y el reloj alemán y un nuevo piso con diseños geométricos de colores es lo más visible de su ‘aggiornamento’. A mi parecer, este piso es una visión antojadiza que no calza con el entorno. Si el alcalde varias veces ha puesto a la Unesco como excusa para su visión del Centro Histórico, este es un ejemplo que desdice su afirmación, pues de histórico o historicista no tiene nada.
El anunciado centro comercial de El Hueco es una buena noticia que debió haberse hecho realidad hace años, pero presentarlo con un diseño de otro país es traer una realidad foránea hacia nuestro Centro Histórico. Descontextualización total. ¿No es esta una oportunidad para hacer un proyecto que combine modernidad y contexto histórico? ¿Qué dirá la Unesco? ¿En unas tiene que ver y en otras no?