El laberinto urbano, por Jorge Ruiz de Somocurcio
El laberinto urbano, por Jorge Ruiz de Somocurcio
Redacción EC

El miércoles cerca de 300 personas de varios colectivos ciudadanos marcharon por la emblemática avenida Arequipa para pedir a la municipalidad que dé a conocer los derroteros del futuro urbano de Lima. Nadie puede estar en desacuerdo con ello.

A falta de partidos respetados, con congresistas por Lima que no mueven un dedo por la capital, y un municipio poco dialogante, la sociedad civil busca canales no viciados de participación. Sin embargo, la planificación de la ciudad es una concertación de muchas voluntades, especialmente en una metrópoli de 10 millones de habitantes atomizada con 43 distritos más el Callao. El gran convocador tiene que ser el gobierno metropolitano, que tiene una hoja de ruta en el Plan Regional de Desarrollo Concertado, aprobado el 2013, y que llega a definir los grandes ejes de actuación en la capital. Pero los distritos no pueden permanecer impasibles en la búsqueda de una ciudad ordenada. Es más, son piezas claves, de cuyo compromiso depende el éxito o el fracaso de una decisión metropolitana.

Acordar una visión para la Costa Verde, promover la regeneración urbana de los cerros, recuperar los ríos, crecer ordenadamente en la periferia norte y sur y ordenar el transporte requiere la participación de los distritos y el Callao. Amén de la convocatoria a actores sociales, inversión privada y al Gobierno Central.

Para empezar, la mayoría de distritos no tienen un plan urbano actualizado, que perciba su crecimiento como parte de ese organismo mayor que es la metrópoli, considerando que los distritos no son instancias simplemente receptoras de políticas metropolitanas. La ciudad también se planifica a partir de la propuestas distritales. Tomando en cuenta además que algunos son asiento de temas de trascendencia metropolitana o nacional tales como los centros financieros del Centro Histórico, San Isidro o Miraflores o el ámbito de la Costa Verde o los terrenos de expansión urbana en Ancón y San Bartolo o el cinturón ecológico.

Ya no hay duda de que la fragmentación de Lima en 43 distritos la hace ingobernable y que la solución tiene que ver con introducir el formato de mancomunidades o integración interdistrital en temas de desarrollo urbano. 

Lo que falta es la gran agenda de la metrópoli, los lineamientos ordenadores para una reurbanización de la ciudad. Paradójicamente, este momento de reclamos puede constituir un excelente caldo de cultivo para legitimar socialmente proyectos estratégicos.

Por ejemplo, una visión de la Costa Verde que recoja opinión de los distritos ribereños, usuarios como pescadores, deportistas o comerciantes, los inversionistas y que tenga factibilidad de la Marina, expertos en riesgo y opinión de órganos como el Colegio de  Arquitectos ¿Qué cuestionamiento podría levantar? Ninguno. A partir de ahí simplemente manos a la obra. Ese laberinto de intereses que es la ciudad puede mostrar salidas a partir de intervenciones urbanas que tengan proyectos demostrativos de corto plazo, pero en el camino de una ciudad que se reinventa.

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