Uno. Hace cuatro noches, las calles de Lima tomaron la apariencia de un muladar. Antes de que empiece a culpar al mejor alcalde de todos los tiempos, tome su té de tilo y respire un poquito. Al señor Castañeda se le puede criticar por su pasión por el cemento, su debilidad por los ‘by-pass’ y otras lindezas, mas no por descuidar la limpieza del centro. Las bolsas de basura, además, tenían huellas de haber sido rasgadas o abiertas, lo que evidenciaba la intencionalidad de sus autores.
Pronto se descubrió que detrás de este atentado contra la salud pública se encontraba un grupo de trabajadores de limpieza, que temerosos de perder sus puestos habían decidido llamar la atención desperdigando basura por las calles. No les importó la posibilidad de gatillar una epidemia o maltratar el ornato público. Sus intereses estuvieron primero; la gente, la ciudad, los demás, pasaron a un segundo plano.
Dos. Lunes por la tarde. Cruce de las avenidas Angamos y Paseo de la República, Surquillo. Presurosos transeúntes toman el paso peatonal rumbo al puente, unos en dirección a Miraflores, otros al Metropolitano. Los autos se detienen, pero hay uno que no lo hace. Y acelera.
El grueso de caminantes logra evadir el peligro, menos uno de ellos que, en décimas de segundos, atisba lo que parece ser su destino final. Entonces, con una agilidad que él mismo desconocía, da un salto e impide que el vehículo lo impacte de lleno. Este alcanza a tocarlo de costado, cae sobre el capot y luego contra el pavimento. Se golpea una pierna y los brazos, pero no pierde el conocimiento. Otros peatones lo ayudan a incorporarse. El vehículo, en tanto, sigue su camino. El chofer no hizo el amago de detenerse, de saber qué pasó con quien atropelló. Se fue sin saber si lo había matado. No le interesó.
Tres. Hugo Díaz, presidente del Consejo Nacional de Educación, dice que Jaime Saavedra ha sido el mejor ministro de Educación de, por lo menos, los últimos 20 años. “Trajo muchísimas ideas”, afirma en “Perú 21”. Sin embargo, a ese ministro la oposición en el Congreso lo trata como el enemigo público número 1 del país durante la interpelación del último jueves. Lo hace sin disimular su ignorancia y deleznables argumentos, lo acusa de mal gestor y llama a la prueba PISA un “psicosocial” (Luis Galarreta) y “una cortina de humo pagada por el Minedu en todos los medios de comunicación” (Bienvenido Ramírez).
Consumado el vapuleo, el fujimorismo se jacta de su fuerza. Se da vivas a sí mismo. “Ahora ya saben con quién se meten”, sentencia la congresista Cecilia Chacón.
¿En qué se parecen estas tres historias? En el profundo desprecio hacia el otro, en el privilegio del interés particular, en el pisoteo de las formas sin hacerle ascos al maltrato, a la fabulación. Representan a ese nuevo Perú que nos quieren imponer, ese destartalado mototaxi que nos quieren obligar a tomar.