En muchas vías arteriales de Lima, las personas tienen que usar un puente peatonal para poder cruzar. Estos miden, quizás, dos metros de ancho, un espacio que apenas permite que una persona pueda caminar junto a otra.
Bajo el discurso modernista, los puentes separan el movimiento peatonal del automóvil, mejorando el acceso para ambos. Pero en la práctica, se relega al peatón como un ciudadano de segunda categoría.
Para empezar, existen grandes distancias entre puentes. Para cruzarlos, el peatón probablemente tiene que salir del eje ideal de su ruta para llegar al puente, para luego volver a retomar su camino. Esto hace que la experiencia de caminar sea mucho menos conveniente, resultando en un desincentivo. Para subir, se tiene que trepar más de 4 metros de altura en escaleras. En la Av. Javier Prado, por ejemplo, algunas escaleras terminan en la pista auxiliar, sin una vereda o un cruce peatonal para facilitar su acceso.
Al mismo tiempo, el hecho de que los puentes solamente sean accesibles por escalera y no en rampa hace que sean excluyentes para personas que se desplazan en silla ruedas, para niños en coche o para ciclistas. El desincentivo de subir más de 4 metros a pie funciona como una barrera para todas las personas, pero especialmente para los adultos mayores y los niños.
Por supuesto que los puentes son necesarios para cruzar vías expresas, pero el diseño de estos en Lima es terrible. En comparación, los que cruzan la carretera 68 en Bogotá, que forman arcos con pendientes suaves, permiten que cualquier peatón o persona en silla de ruedas pueda cruzar con facilidad.
El Parque do Flamengo, en Río de Janeiro, diseñado por Roberto Burle Marx, también presenta una serie de puentes peatonales que cruzan una vía expresa, pero de una manera en la que el peatón no siente que tiene que subir o bajar para cruzar.
En comparación de los ‘puentes-barreras’ de Lima, los de Bogotá y Río de Janeiro tienen un ancho que otorga dignidad a los peatones. Más allá de ser un gesto simbólico, la idea de formar puentes espaciosos y con una buena calidad espacial incentiva a caminar.
Tal como están, los puentes peatonales en Lima funcionan más como barreras para el movimiento peatonal que para lo que fueron creados. En vez de los que se ubican en avenidas como Universitaria y Brasil, funcionarían mejor unos cruces a nivel, con semáforos para proteger a los peatones. A lo largo de las vías expresas de Lima, incluyendo el Paseo de la República y la carretera Panamericana, estos puentes deben ser mucho más accesibles, anchos y frecuentes.