Una ciudad, por definición, debe ser diversa y dinámica. Las zonas urbanas de la ciudad suelen ser lugares donde existe un mayor nivel de tolerancia en comparación a zonas rurales o pueblos de pequeña escala. Ello por el hecho de que diferentes personas entran en contacto. Si bien existen grandes diferencias entre las personas que habitan en las zonas urbanas en cuanto a nivel socioeconómico y acceso a servicios públicos, la teoría dice que el espacio público es algo que, en su mejor forma, puede articular una ciudad no solo a nivel físico sino también a nivel de un tejido social.
Considerando este rol del espacio público, un parque, una plaza o hasta una calle debe ser algo flexible, algo que pueda tomar forma y funcionar de muchas maneras para diferentes personas. Por ejemplo, el uso que un niño le da a un parque es diferente al uso que le da una persona mayor. Las consideraciones para la participación o inclusión de estas personas también son diferentes. Los juegos para niños, por ejemplo, son un elemento básico para crear espacios inclusivos para este grupo poblacional, mientras la colocación de bancas con respaldos a intervalos frecuentes atiende a las necesidades de las personas mayores.
Según la página web de la Municipalidad de San Isidro, existen planes para instalar nuevos juegos para niños en varios parques del distrito. Esto es algo que responde al déficit de juegos y equipamiento en el distrito. Sin embargo, es deprimente que hayan vecinos protestando en contra de los planes de la comuna de hacer juegos de niños en el parque Roosevelt. Los vecinos alegan que es un lugar para la reflexión y que los niños hacen ruido. Con respecto a este punto puedo decir que el tráfico alrededor del parque Roosevelt hace más ruido que los niños jugando, entonces este argumento no tiene sentido.
Peor aún es la página de Facebook que está difundiendo una nota de la publicación “El San Isidrino”, realizada por un grupo de vecinos del distrito. Al principio pensé que se trataba de una parodia. La nota, publicada en diciembre de este año, dice que “los vecinos ya no pueden disfrutar de un día de paz y tranquilidad en el parque El Olivar, porque los senderos y áreas verdes están totalmente ocupados por niños y adultos que juegan en medio de risas y gritos que impiden un paseo reflexivo”.
La nota acusa a la Municipalidad de San Isidro de convertir “El Olivar en un parque zonal” o como “cualquier plaza de armas de provincia”, como si esto fuera algo negativo, como si en San Isidro los parques debieran ser lugares para contemplarlos desde las ventanas de las casas o desde un vehículo privado, o como si los niños que viven en San Isidro no necesitaran parques para jugar.
Esta actitud no es solo un ejemplo claro de la discriminación que existe todavía en esta ciudad, sino una negación de la idea de espacio público que refleja un deseo de controlar y homogeneizarlo todo.