Es fundamental salvar Tía María. Para hacerlo, es necesario sentarse a dialogar con quienes se oponen al proyecto, principalmente algunos alcaldes distritales del Valle de Tambo en la provincia de Islay, Arequipa. El proyecto es y seguirá siendo inviable con su abierta oposición y la de sus seguidores. Solo el diálogo puede introducir racionalidad y sensatez donde, hoy, solo hay desconfianza y pasiones desbordadas.
Conga se empantanó y lo sigue estando –no sabemos por cuánto tiempo más– porque el diálogo fue abortado, en la expectativa de que podía sacarse adelante contra viento y marea. Eso no ocurrió. En Tía María el diálogo aún no se ha intentado; hay que darle una oportunidad, una estructura y el tiempo para que dé frutos.
José Luis López Follegati, coordinador del Diálogo Minero y uno de los más destacados especialistas en conflictos asociados a la actividad minera, sostiene que hace tres o cuatro años el 90% de la población del Valle de Tambo estaba a favor del proyecto; hoy solo entre el 30% y el 40% lo está. No viene al caso discutir las causas del deterioro, sino asumir como imprescindible la necesidad de revertirlo.
Ha habido avances importantes. Hoy existe un nuevo estudio de impacto ambiental (EIA), que habría atendido los principales cuestionamientos que se hicieron al primero.
También una mesa promovida por el gobierno para abordar los grandes desafíos mineros, agrícolas, petroquímicos y portuarios del valle. Hay, además, el compromiso de crear un fondo social con aportes de la empresa y el gobierno para el financiamiento de los municipios. Incluso, varios ministros se encuentran recorriendo la zona, conversando y persuadiendo.
Pero esto no basta si no hay un espacio para conversar y convencer de las bondades del proyecto a quienes, por buenas o malas razones, se niegan a reconocer los importantes cambios que contiene el nuevo EIA. Ese puede ser, además, el espacio para dar cuenta de las razones del malestar de los opositores al proyecto y la herramienta fundamental para reconstruir la confianza que haga posible Tía María.
La mesa debe estar integrada, por un lado, por representantes gubernamentales del más alto nivel y, por el otro, por los alcaldes distritales y dirigentes de juntas de regantes del Valle de Tambo. Para que dé frutos, debe ser organizada con seriedad por un facilitador escogido por las partes. La Defensoría del Pueblo o las Naciones Unidas podrían cumplir ese papel. La mesa debe tener una agenda, un cronograma y unas reglas de conducta claramente establecidas. Debe tratarse de un ejercicio muy profesional.
El tiempo corre en contra, pues si el conflicto –que ahora está encapsulado en el valle– termina involucrando a todo Arequipa y a su gobernadora, será mucho más difícil echar a andar el diálogo. Por eso, bien haría el flamante primer ministro, tan sensatamente comprometido en crear confianza, en darse un salto por el Valle de Tambo para invitar a sus alcaldes a dialogar.