La Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en esta pandemia es sinónimo de miedo, angustia y de las peores noticias. El último reporte del Minsa informa que a nivel nacional hay más de 670 hospitalizados es esta área crítica. Todos dando pelea diaria al nuevo coronavirus. Esta lucha contra una enfermedad para la cual no hay vacunas o medicamentos específicos, la narran sus protagonistas, pacientes que salieron victoriosos después de que sus vidas dependieran de un ventilador mecánico; sus familiares que no bajaron la guardia ni un minuto y los médicos que lograron la proeza.
“Es como pasar 20 días dentro de un sueño. Sientes que la vida se te va en ese ventilador mecánico, he llegado incluso a soñar con mi abuelita fallecida que me llamaba y una voz que me decía, todavía no. En ese instante supe que no hay nada más importante que la vida”, cuenta Cristina de 25 años, desde la tranquilidad de su hogar, donde continúa con su recuperación tras 26 días de hospitalización. Durante el tiempo que estuvo internada pasó 20 días conectada a un respirador artificial.
Cristina, es de los primeros casos positivos con COVID-19 en el Perú. Su caso muestra la cronología del tránsito de la enfermedad en nuestro país: desde la incertidumbre de cómo enfrentar a este nuevo virus, los tratamientos basados en el ensayo y el error, la angustia familiar de no saber cómo va a responder tu ser querido, hasta el asomo de la esperanza en medio de una crisis sanitaria donde las cifras de contagiados se incrementan vertiginosamente.
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Regresó el 4 de marzo de vacaciones de Piura. Cuando todavía no existían los protocolos de seguridad del uso obligatorio de mascarilla. Sospecha que durante ese vuelo, entre turistas extranjeros y nacionales, terminó contagiándose.
Cuatro días después empezaron las fiebres y el ardor de garganta. Acudió a una clínica privada donde le recomendaron tomar ibuprofeno, pero no hubo mejoría. Su salud se resquebrajaba cada día con fiebres superiores a 39 y 40 grados. Imaginaba inicialmente que podía tratarse de una gripe común.
“Nosotros decíamos no creo que sea (coronavirus) pero hay que distanciarnos. La aislamos en su habitación, y ella seguía empeorando”, recuerda su hermana mayor Jessica, quien encabezó la búsqueda de una clínica que pueda aplicarle a Cristina una prueba de descarte.
Una semana después, cuando empezaron las dificultades para respirar y ante tanta insistencia vino la prueba. En ese momento la consigna era: “si no te llamamos el resultado es negativo”. La llamada nunca llegó, pero la enfermedad seguía avanzando.
“El 16 de marzo, mi hermana estaba muy, muy mal y le dijimos, como sea te tenemos que internar. Empezamos a buscar un hospital o una clínica que la reciba y ante la exigencia lo hizo una clínica privada. La tomografía arrojó que tenía una neumonía a nivel avanzado”. Ese día Jessica despediría a su hermana para volver a verla 26 días después.
La complejidad de su estado originó que a los tres días sea transferida al Hospital Edgardo Rebagliati de Essalud, considerado como centro de referencia para COVID-19. Fue internada como la paciente número dos con sospechas de coronavirus. Pero lo difícil vino al día siguiente. El 20 de marzo ya no podía respirar por sí sola y pasó a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
“Durante todo el tiempo que estuve entubada yo pedía a Dios que lo único que quería era encontrar a mi familia sana y unida, esa era mi motivación”, recuerda Cristina. Y la familia se mantuvo unida, pero todavía tenía que atravesar algo más difícil. El padre de ambas jóvenes también cayó enfermo con coronavirus.
El día que fue transferida a UCI, su padre con 65 años de edad empezó con las fiebres, a pesar de que no tenía otros síntomas se hizo una tomografía y arrojó una neumonía. Fue internado en el Hospital Militar por ser oficial en retiro. “Pensamos que por su edad iba ser más complicado, pero a los cuatro días fue dado de alta, nunca pasó a UCI y menos necesitó respiración mecánica”, dice Jessica. Para ella esta enfermedad te hace renovar la fe. Familiares y amigos se unieron en oración por la menor de la familia. “El doctor Roldán que atendía a mi hermana en el Rebagliati nos decía, nosotros hacemos el trabajo pero ella tiene que responder”, y la respuesta llegó el 9 de abril, un Jueves Santo. Ese día Cristina salió de UCI.
En UCI por 37 días
Mientras Cristina tenía la salud oscilante, al lado suyo otro paciente igual de grave luchaba por sobrevivir. Se trata del padre Luis Núñez del Prado, el primer caso grave que llegó al Rebagliati con síntomas del COVID-19. Es el primer paciente transferido a una Unidad de Cuidados Intensivos desde que se reportó la pandemia en el Perú y la persona con más tiempo en esta área, con 37 días internado.
En estos momentos todavía se recupera en cuidados intermedios del hospital, así que para este informe hablamos con el padre Omar Sánchez, la persona que estuvo acompañándolo mientras atravesaba la enfermedad.
“Él está destinado en la parroquia San Gabriel Arcangel en Villa María del Triunfo y compartía con su hermano Carlos quien lo ayuda los fines de semana en diferentes tareas. Cuando ingresó al hospital todo lo que se conocía de la enfermedad estaba en ciernes y el padre no había estado fuera del Perú, ni había tenido contacto con personas llegadas del extranjero. Sospechamos que se contagió cuando el virus ya estaba en el país”, cuenta el religioso.
Hasta antes del 9 de marzo, el sacerdote Luis de 47 años realizaba sus funciones con normalidad a pesar que la fiebre iba y venía. Pero ese día empezó a faltarle oxígeno y se atendió en una clínica local donde le informaron que era positivo para coronavirus. El día 11 ingresó directamente a la UCI del hospital Rebagliati con un cuadro de neumonía atípica.
Con una enfermedad recién aterrizada oficialmente en el país –el 6 de marzo se confirmó el primer caso en el Perú- prácticamente ninguno de los tratamientos experimentales que fueron probando los médicos inicialmente parecía hacerle bien.
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Incluso circuló la versión de que había fallecido. El padre Omar, único nexo entre los médicos y la familia, tuvo que salir en un programada radial a desmentirlo. Había mucha gente preocupada y pendiente del párroco.
Nuevamente la destreza médica prevaleció y permitió la evolución favorable del sacerdote Núñez. “Él es una persona totalmente vulnerable, con diabetes, sobrepeso y tenía naturalmente problemas bronquiales que sufría todos los inviernos. En Lima Sur los inviernos son duros”, explica su amigo. “Tenía todas las condiciones para no superar la enfermedad y la ha superado”.
Para el padre Omar, hubo una intervención divina en la recuperación del padre. Los médicos le retiraron los aparatos de respiración el Jueves Santo, el día que se conmemora la instauración del sacramento del sacerdocio. El 18 de abril dejó UCI y pasó a la unidad de cuidados intermedios. “Antes de que me entuben, dije que se haga la voluntad de Dios, recé a la virgen María y como yo le digo a los niños, (me decía) tú eres un campeón, tú puedes”, comentó el padre Núñez a la Agencia Andina el día que pasó de UCI a cuidado Intermedios.
No saber si la noticia será buena o mala
“Recuerdo que un día internado en UCI vi a mi madre, ella vive en Tumbes, pero la vi al costado de mi cama y me daba un beso en la frente, parecía tan real. Después pregunté a las enfermeras si mi madre había venido a verme y me dijeron que no, que sigo en cuidados intensivos, pero ahí supe que tenía que seguir luchando, que había gente que me estaba esperando”, narra Lenyn, de 35 años.
Él es otro de los casos que a pesar de no estar dentro de la población de riesgo ni presentar enfermedades preexistentes, el coronavirus agravó su salud a tal punto de llevarlo 21 días internado en UCI.
Desde el 19 de marzo empezó a presentar los síntomas del SARS-CoV-2, cuando las autoridades sanitarias anunciaban que el COVID-19 había entrado en la fase 3 en nuestro país, que implicaba la transmisión comunitaria, y por lo tanto, era imposible rastrear el origen de la infección. Lenyn presume que se contagió en una feria donde su familia tiene un negocio de venta de productos orgánicos.
“Comenzó con fiebres por cuatro días, acondicionamos su cuarto para que se recuperara, le pusimos mascarilla y solo le dábamos paracetamol porque esa era la única indicación para bajarle la fiebre”, comenta su hermano menor.
La madrugada del martes 24 de marzo comenzó con las complicaciones para respirar. Los signos de alarma causaron que la familia lo reportara como un caso sospechoso de coronavirus. “El 24 es trasladado al hospital Rebagliati donde le hacen el hisopado y lo dejan internado como potencial caso COVID-19. “No tuve comunicación hasta el 27 cuando me dijeron que él había ingresado a cuidados intensivos”, recuerda.
Pero como suele pasar en cada caso de un paciente en UCI, mientras ellos libran una batalla contra el nuevo virus, la familia hace lo propio con el miedo y la incertidumbre, así lo explica el hermano de Lenyn, “tienes solo una llamada de los médicos al día –y hoy a veces ni eso- y no sabes si te darán una noticia buena o mala. Es mucha angustia por eso lo más importante, en la medida de lo posible, es mantener la calma, la fe y cumplir con las medidas de higiene para evitar contagiarse”.
Los siguientes días los reportes médicos pasaron a ser interdiarios, para finales de marzo los casos ya alcanzaban los 700 a nivel nacional y en personal de salud escaseaban manos. “Fueron semanas difíciles pero el 16 de abril nos avisan que Lenyn presentaba un cuadro favorable y estaban evaluando desconectarlo del ventilador”. Eso sucedió en los días posteriores, el 23 de abril fue dado de alta.
“Estoy supercontento en mi casa, llamo a mis sobrinos que son las personas que más extraño, estoy comiendo nuevamente de manera normal, extrañaba la comida de casa”, cuenta Lenyn de buen ánimo, acatando las prescripciones médicas para estos casos. Siempre acompañado de la familia porque tal como indican los especialistas, estos eventos traumáticos afectan no solo a nivel físico sino también psicológico y cada persona responde de manera distinta.
“Va depender de la resiliencia y de la fortaleza interna de cada paciente. Un episodio de este tipo puede provocar sentimientos de ansiedad y distintas valoraciones, de ver un mundo hostil o uno maravilloso donde se han podido recuperar. Pero lo que sí pasa en la mayoría de pacientes, como se trata de un hecho inesperado, es que los obliga a estar en una posición de alerta, de vigilancia”, menciona la psicóloga, Diana Díaz, profesora de la Universidad Cayetano Heredia.
“Hasta ahora nos sorprende su recuperación”
Con 97 años, María Morales es la paciente más longeva del Perú que logró salir de una Unidad de Cuidados Intensivos superando el temible coronavirus. Ingresó el 13 de abril a la Clínica San Pablo de Trujillo y solo seis días después ya estaba en su casa.
Elías Cabanillas, el médico intensivista que trató a esta aguerrida mujer, narra que, contra todos los pronósticos, ni siquiera necesitó de un ventilador mecánico. “Ingresó con fiebre y dificultades para respirar, arrojando positivo para COVID-19 en la prueba rápida. Entró a UCI con riesgo de requerir respirador artificial por una neumonía atípica pero no lo necesitó, solo máscara de reservorio, 24 horas después pasó a medicina interna”.
Las siguientes 48 horas su evolución fue favorable. Su única preocupación era no recibir la visita de ningún familiar suyo. Las enfermeras se encargaban de explicarle que, debido a la letalidad de la enfermedad, necesitaban mantenerla aislada.
“El éxito depende de cada organismo, cada paciente es distinto. Hay pacientes más jóvenes que se han complicado y ella con 97 años respondió bastante favorable. Hasta ahora nos sorprende su recuperación. Obviamente hay factores de riesgos a esa edad, pero afortunadamente ella no era diabética, ni hipertensa que es muy común en las personas de la tercera edad, eso jugó a su favor”, comenta el médico mientras hace un alto a sus labores en la clínica trujillana.
El 19 de abril, rodeado de médicos y enfermeras que vieron su meteórica recuperación, fue dada de alta en medio de aplausos, como ya es costumbre en los hospitales COVID-19 cada vez que un paciente logra recuperarse. Es la señal del éxito del personal sanitario.
Pulgares arriba para decir gracias
Loreto es la tercera región con más casos positivos con coronavirus. Superaban los 1.200 a finales de abril y el hospital de referencia para atender los pacientes con COVID-19 solo cuenta con 12 camas UCI. Ante este panorama, el alta hospitalaria de unos de estos pacientes es vital.
Zeyda Huayllas, es enfermera en esta área especializada y ha sido testigo de cada uno de estos logros. Como el caso de Lidia de 34 años, la primera paciente que ingresó a UCI en Iquitos.
“Fue internada el 12 de abril, ni bien llegó necesitó ventilador mecánico. Estuvo nueve días en cuidados intensivos hasta que fue dada de alta el 21 de abril. Como quedan adoloridos por los tubos los pacientes hablan muy poco, pero en reemplazo están los gestos, con el pulgar arriba nos dicen gracias y esa es la satisfacción”, asegura.
Roldan es otro de los casos atendidos por esta enfermera. Ingresó el 15 de abril con un compromiso pulmonar severo por lo que requirió asistencia de un respirador artificial. Necesito permanecer 11 días en la Unidad de Cuidados Intensivos para estabilizar su salud. El 27 de abril cumplió años y su regalo fue que le dieran de alta de la UCI.
Para Zeyda Huayllas otras de las cosas difíciles de los casos que ingresan a cuidados intensivos es el acompañamiento a los familiares. Ante la imposibilidad de hacer una visita, necesitan tener noticias constantes que muchas veces no las pueden dar. “Hay pacientes que salen de alta y otros que han fallecido y es difícil manejar las emociones cuando todos los días te escriben ¿cómo está mi familiar? Y solo tienes que decir que hay que esperar porque esta es una enfermedad nueva y no sabemos cómo va a responder el cuerpo. Todo depende de cada organismo”.
Si bien lo más difícil fue superado, para cada una de estas personas todavía queda camino por recorrer, ahora continúan la lucha con las secuelas físicas y psicológicas que los especialistas denominan síndrome post-UCI. Y durante este periodo el soporte familiar nuevamente es de suma importancia. La médica psiquiatra Vanessa Herrera sugiere “un acompañamiento emocional continúo. Es importante transmitir calma, brindar confianza, hacer la escucha activa de qué necesidades tiene. Esta palabra mágica de tener ‘otra oportunidad’, es un momento para revalorar sus vidas y replantear sus proyectos tanto individual como familiar”.
Mientras ellos lo hacen, los testimonios de estos pacientes que vencieron a la enfermedad son un estímulo, principalmente, para personas que hoy están en la misma condición y pelean contra un virus que, pese a todos los cambios que genera en el mundo, no nos quita las ganas de seguir viviendo.
¿Quiénes son las personas que corren más riesgo por el coronavirus?
Debido a que el COVID-19 es un nuevo coronavirus, de acuerdo con los reportes que se tienen a nivel mundial, las personas mayores y quienes padecen afecciones médicas preexistentes como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes son las que desarrollan casos graves de la enfermedad con más frecuencia que otras.
¿Cómo se contagia el coronavirus?
El COVID-19 se contagia por el contacto de una persona sana con otra que esté infectada. Esta enfermedad se propaga de persona a persona mediante las gotículas procedentes de la nariz o boca cuando el que se encuentra enfermo tose o exhala.
En muchos casos, estas gotículas caen sobre objetos o superficies, que después tocan otros individuos y se llevan a la nariz, ojos o boca cuando pasan sus manos por la cara.