Un adolescente de 15 años es el principal sospechoso en el crimen de una niña de cuatro años. ¿Qué pasa con los menores de edad? Esto señalan los especialistas. (Imagen: Captura)
Un adolescente de 15 años es el principal sospechoso en el crimen de una niña de cuatro años. ¿Qué pasa con los menores de edad? Esto señalan los especialistas. (Imagen: Captura)
Daniel Bedoya Ramos

Hoy, un adolescente de 15 años es el principal sospechoso en de cuatro años en, quien además habría sido violada. Fue grabado llevándose a la víctima por una cámara de seguridad y su madre lo delató ante la Policía Nacional. Dos meses atrás, un adolescente de 13 años violó a su prima de ocho años en la sala de su casa, frente a un menor de seis años. La niña quedó ensangrentada y la falta de atención médica complicó su estado de salud.

¿Cómo es que un adolescente puede convertirse en un criminal? Rubén Verde Céspedes, especialista en la Dirección General de Niñas, Niños y Adolescentes del Ministerio de la Mujer (Mimp), recalca que se debe tratar cada caso de manera distinta. “Aquí hay que diferenciar. No es que suceda en todos los adolescentes. Los padres deben diferenciar algunas conductas de riesgo en ciertos adolescentes para que puedan orientarlos antes de que sucedan problemas mayores”, indicó a El Comercio.

Es así que en un primer nivel, lo principal es identificar los problemas que puedan atravesar los menores y evitar que lleguen a cometer crímenes como los señalados anteriormente. En esa misma línea, Elmer Salas, psicólogo forense del Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público, recalca que estos menores provienen de familias disfuncionales, o familias sumamente castrantes, y que no tienen control de sus impulsos.

“No han aprendido a la censura. Eso que nos hace que todos tengamos una convivencia con límites. En eso estamos fallando. Ahí aparecen los pequeños delincuentes, los pequeños agresores sexuales, sicarios, y aquellos que participan en robos”, agrega el especialista.

Por otro lado, el trato de los padres con los adolescentes cambia respecto a la etapa anterior de niñez o pubertad pues necesita más tiempo y espacio. Pero en la familia no lo encuentran. “Tiene un historial antisocial que no es gratuito y ha venido paulatinamente acumulándose. Es posible que hayan sido expuestos a situaciones dolorosas y esto se observa desde la niñez”, indica Guillermo Cruz, coordinador de la fundación Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR).

NIVELES DE ATENCIÓN

Verde Céspedes mencionó algunas conductas de riesgo que pueden alertar sobre ciertos problemas para tratar en menores como: si el hijo se aísla, se retrae, no quiere pasar tiempo con amigos o su familia, si se altera el sueño y la vigilia, pasa mayor tiempo despierto en la madrugada, consume drogas legales o ilegales, o tiene un manejo inadecuado de las emociones y ante una situación manejable siente frustración.

“En un primer momento deben ser manejados por los padres. Solamente si estas conductas se tornan inmanejables, allí necesitamos el apoyo de profesionales”, agrega el especialista del Mimp.

En este nivel se puede ver, en lugares como el colegio, la manera como los menores se frustran rápidamente, empujan, golpean, insultan, tienden a acosar y agredir a compañeros que son diferentes, incluso participan en grupos como pandillas y barras donde reciben atención. “Hay que estar atentos. No significa que son delincuentes”, precisa.

Por otro lado, para Cruz los padres de familia también necesitan un tratamiento pues “están llamados a buscar acompañamiento psicolólgico presencial para trabajar límites, el tema del afecto, al comunicación". Además, a los hijos se les debe enseñar a expresar sus emociones, la capacidad de interactuar con los padres.

¿Qué hacer? Se puede acudir a locales especializados como los Centros de Salud Mental Comunitarios del Ministerio de Salud (Minsa) para recibir atención de psicólogos o pisquiatras. Hay más de cien establecimientos en el país y 28 se encuentran en Lima, en instituciones de salud. También se puede llamar a la Habla Franco, la línea gratuita 1815 de orientación y consejería psicológica de Devida. Por otro lado, el Mimp cuenta con la línea gratuita 1810 para proteger a niñas, niños y adolescentes ante una situación de riesgo o desprotección familiar. Las familias también pueden comunicarse con ANAR, de manera confidencial, al número 0-800-2-2210.

¿SE PUEDEN REHABILITAR?

En el peor de los casos, cuando los menores cometen delitos son ingresados a centros juveniles para su reformación, bajo la administración del Programa Nacional de Centros Juveniles (Pronacej) del Ministerio de Justicia y Derechos humanos (Minjusdh), pues por su condición no pueden ser enviados a centros penitenciarios.

  • El Pronacej atiende dos tipos de programas de reinserción: Programas en Medio Cerrado y Programas en Medio Abierto. El primero está dirigido a adolescentes con medida socioeducativa de internación y/o mandato de internamiento preventivo. El segundo está dirigido a adolescentes que cumplen medidas socioeducativas no privativas de la libertad.
  • Hasta diciembre del 2019, el Pronacej atiende a 3.831 adolescentes (3.578 son hombres y 253 son mujeres), conforme al Boletín Estadístico en su página web. De este total, 2.005 varones y 92 mujeres se encuentran en régimen cerrado.
  • El robo agravado y hurto agravado representan el mayor delito en el que se han visto envueltos los menores de edad, seguido por los delitos contra la libertad sexual (violación).

Allí siguen un plan de tratamiento en régimen cerrado y, cuya etapa final se destina a la reinserción social en instituciones públicas donde desarrollan habilidades. Según Verde Céspedes, hay una experiencia positiva de tratamiento de adolescentes pero también hay un riesgo latente: “Si es que el adolescente cambia y regresa a un entorno que no ha cambiado, la probabilidad de que reincida es amplia”, precisa. En ese mismo sentido, Salas también coincide pues “se puede disminuir el riesgo de que un adolescente vuelva a cometer estas agresiones pero la familia tiene que ayudarlo”.

En tanto, el especialista de ANAR nos comenta que el cambio es posible pero será doloroso por lo que depende de la ayuda de la familia del menor. “Estamos hablando de un cemento fresco que se puede moldear. Un buen tratamiento psicológico supervisado y continuo, con buenos planes de educación, podrían controlar los impulsos y modificar esa conducta conflictiva. No se trata de encerrarlo sino de ayudarlo a reestructurar”, concluye.


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