El periodista y piloto Octavio Espinosa Gonzales recibió un inusual regalo en 1919 cuando tenía 41 años de edad. Se trataba de un avión comprado gracias a una colecta de amigos miembros del Club Nacional, el punto de reunión de la denominada aristocracia peruana durante los siglos XIX y XX.
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Fue con ese avión estadounidense, el “Curtiss”, que murió el 14 de febrero de 1920. "Él era un autodidacta. Desde los 13 años empezó a escribir poesía y le gustaba la literatura. Dos años después de terminar el colegio empezó a trabajar en la Biblioteca Nacional junto a Ricardo Palma, con quien tuvo mucho acercamiento. Cuando él fue director de la revista Actualidad compartían cartas en las que le pedía que escriba en ella”, cuenta su nieto, el abogado Francisco Espinosa.
El nieto de Octavio Espinosa Gonzáles no lo llegó a conocer, ya que su abuelo falleció cuando su padre tenía ocho años; sin embargo, a 100 años de su muerte, el legado que le dejó a la familia perdura y parece fortalecerse con el tiempo. “Mi abuelo era un revolucionario político, tenía ideas distintas y discrepaba públicamente con el presidente Augusto Leguía, quien gobernaba en ese entonces, pero debido a la importancia que tuvo entre los intelectuales de la época, el día de su funeral él mandatario estuvo allí”, nos dice.
Fue así como Espinosa tuvo las bases para convertirse en periodista. Bajo el seudónimo de “Sganarelle”, personaje de una obra teatral italiana, empezó a escribir crónicas, poemas y artículos políticos en El Comercio y otros medios peruanos. Se comprometió tanto con su labor en el diario que la dirección para recibir sus encargos y cartas era la del edificio del diario, ubicado en el Centro de Lima. Tenía 25 años.
Su acercamiento con las naves aéreas empieza en 1919, cuando llegó el teniente Guillermo Prötzel, uno de los primeros pilotos en desarrollar la aviación militar en el país, quien después de regresar de un viaje en Argentina puso una escuela en Bellavista, donde tuvo varios alumnos, uno de ellos fue Espinosa. Allí aprendió a volar en un “Farman”, aeroplano que contaba con dos alas fijas de igual envergadura y con 50 caballos de fuerza.
El nieto de Espinosa describe a su abuelo como una persona muy arriesgada en el aire. "Uno de sus rasgos más comentados fue el de echar flores sobre la Cripta de los Héroes de 1879. Hazaña que realizaba con el avión que llevaba el nombre de Club Nacional. Octavio fue nieto de Juan Espinosa de los Monteros, oficial del Ejército Libertador de San Martín, en el cual se enroló en Buenos Aires a la edad de 12 años, convirtiéndose en prócer de la independencia americana.
Con un metro sesenta de estatura, la mínima para ser piloto, según los requisitos actuales de la escuela de la Fuera Aérea del Perú (FAP), y con pocos meses de práctica, Espinosa ya realizaba espectáculos aéreos en Chincha, Lima y Callao. Días antes de su muerte, el 27 de enero de 1920, realizó una presentación junto al piloto estadounidense Walter A. Pacs. Esta consistió en hacer virajes en ocho, tirabuzones, caída de hoja y otras acrobacias aéreas.
El día del accidente aéreo, ambos pilotos salieron de Lima al mediodía para dar otro espectáculo. Se encontraban en sus avionetas, pero como la comunicación era difícil, ya que cada uno estaba en puntos distintos, coincidían en el aire sin haber coordinado antes. “Mucha gente los estaba mirando asombrados, lo que ellos hacían en el aire era un espectáculo único para la época. El problema fue, según narran personas que estaban presentes, que Pacs se encontraba haciendo piruetas temerías cerca a mi abuelo. En una de esas ambos se estrellan y caen en el fundo Oquendo, entre Ancón y Lima. También mueren los mecánicos de ambos, Luis Rovareto, que iba con mi abuelo y Andrew Alta”, explicó.
El hijo de Octavio, Enrique Espinosa Sánchez, también muere en un accidente aérea a los 39 años. Él siguiendo el legado de su padre empezó a pilotear aviones desde muy joven, pese a que su madre se lo prohibía. “Mi tío era instructor en la base aérea Las Palmas. Un día uno de sus alumnos le pide que le le enseñe algo que no le quedó claro durante la clase, pero algo sale mal en el vuelo y el avión cae. Ambos mueren”, relata Francisco con nostalgia.
En San Isidro hay un busto del periodista y aviador por ser el lugar donde frecuentemente piloteaba su primer avión cuando recién empezó a volar. Hay dos avenidas en el Perú que llevan su nombre: en San Isidro (Lima) y Cartavio (Trujillo). Además un equipo de fútbol en Ica que también le puso ese nombre.