A la izquierda, la avenida Benavides antes del proyecto con una berma central y laterales arbolados. A la derecha, modelo 3D de cómo quedará la vía. (Captura de video)
A la izquierda, la avenida Benavides antes del proyecto con una berma central y laterales arbolados. A la derecha, modelo 3D de cómo quedará la vía. (Captura de video)
Angus Laurie

Hemos visto en las últimas semanas varias protestas en contra de la ampliación de la avenida Benavides. Algunas personas están preocupadas por la reducción de áreas verdes, y otras por el hecho de que el proyecto genera más espacio para el automóvil, reduciendo el área que podría ser utilizada para la movilidad sostenible.

La municipalidad, en cambio, ha defendido el proyecto con el sustento de que se va a descongestionar el tráfico en esta zona. Sin embargo, como he argumentado varias veces en esta columna, los ensanchamientos viales no reducen la congestión. Más bien, generan más tráfico.

Tal como hemos visto en la construcción del tercer carril de la Costa Verde, y las propuestas para ensanchar las avenidas Aramburú y Salaverry, hay una falta de visión sobre la ciudad en la que queremos vivir. Estos proyectos muestran una falta de cuestionamiento en cuanto a si ayudarían a mejorar la ciudad y la calidad de vida.

Cada uno representa un esfuerzo para permitir que más automóviles privados accedan a las zonas céntricas de la ciudad que ya han colapsado. Los proyectos aumentan el área de las calzadas al costo del espacio público en una ciudad que tiene un gran déficit de ello. Representan estrategias para generar más tráfico y más contaminación en una ciudad que ya sufre demasiado por los dos males.

Fue en noviembre de 1953 cuando Sebastián Salazar Bondy publicó una columna en “La Prensa” argumentando en contra de la ampliación de la avenida Arequipa a tres carriles. En ese momento, dijo: “Se desprende la certeza de que la conversión de esa vía en una simple ruta de acceso… en desmedro de su función decorativa, no constituye la panacea para los problemas urbanísticos de la congestión y el desplazamiento automovilístico. Se va a sacrificar, sin mayor beneficio, uno de los lugares más característicos de Lima, en la ingenua suposición de que así se pone remedio a los males aludidos”.

Después de 65 años, la historia se repite. Entonces y ahora, los proyectos empeorarían la ciudad bajo el nombre de “progreso”.

Más allá de tratar de resolver un problema en un punto, una municipalidad debería tener una visión de cómo debería ser la ciudad, y trabajar hacia ella. Hay maneras de reducir el tráfico sin generar daños irreparables a la ciudad. Ellas incluyen la reducción del número de viajes a través de la generación de una mezcla de usos y nuevas centralidades; el ensanchamiento de veredas y no de calzadas; el cobro para estacionar en las calles; la creación de una red de ciclovías seguras; y la promoción de un sistema de transporte público integrado.

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