Óleo de la pintora Etna Velarde que se conserva en el Instituto Sanmartiniano del Perú.
Óleo de la pintora Etna Velarde que se conserva en el Instituto Sanmartiniano del Perú.
Jorge Paredes Laos

La llegada de San Martín a Paracas no fue un hecho fortuito. Se planificó con varios meses de anticipación, desde mediados de 1819, y supuso el envío de espías, emisarios y tropas de reconocimiento a Pisco, no solo para obtener información y contactos entre los criollos disidentes, sino también para abastecerse del preciado aguardiente, una bebida que servía para mantener activa a la tropa en esos largos meses de guerras y privaciones. La inquietud de San Martín —después de los triunfos de Chacabuco y Maipú que sellaron la independencia chilena, entre 1817 y 1818— era cómo llegar a Lima. Cómo hacer ingresar un ejército de más de 4.000 hombres al bastión realista más grande de América del Sur.

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