La llegada de San Martín a Paracas no fue un hecho fortuito. Se planificó con varios meses de anticipación, desde mediados de 1819, y supuso el envío de espías, emisarios y tropas de reconocimiento a Pisco, no solo para obtener información y contactos entre los criollos disidentes, sino también para abastecerse del preciado aguardiente, una bebida que servía para mantener activa a la tropa en esos largos meses de guerras y privaciones. La inquietud de San Martín —después de los triunfos de Chacabuco y Maipú que sellaron la independencia chilena, entre 1817 y 1818— era cómo llegar a Lima. Cómo hacer ingresar un ejército de más de 4.000 hombres al bastión realista más grande de América del Sur.
Los temores comenzaron a despejarse en noviembre de 1819 cuando el teniente coronel J. Charles logró desembarcar en la bahía pisqueña a 200 hombres. Su misión era proporcionar licor a la escuadra. Y aunque este perdió la vida en su temeraria acción, se puede decir que cumplió su cometido. “Nuestras tropas tomaron posesión de Pisco, a pesar de la resistencia que al principio les ofrecieron 1.200 hombres (…). Embarcadas las botijas de aguardiente que se necesitaban, abandonaron los nuestros la plaza al cabo de tres días para volver a unirse a la escuadra”, fue el parte que leyó San Martín días después.
Este hecho, citado por el historiador Juan Luis Orrego en el ensayo “San Martín en Pisco: la historia de un valle costeño durante las guerras de Independencia”, demuestra cómo se fue tramando el célebre desembarco en una zona que, además, ofrecía otras ventajas: su cercanía con Lima —el recorrido terrestre se podía hacer sin temor a emboscadas a orillas del mar— y la presencia de múltiples haciendas de viñedos y caña de azúcar que le permitían a los libertadores tener comida, caballos y todo lo necesario para desarrollar la campaña de Lima.
LA LLEGADA
La escuadra libertadora — más de 30 naves, entre cañoneras y transportes— zarpó de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 y avistó la inmensa bahía de Paracas la mañana del 7 de setiembre. San Martín no quería complicaciones y el desembarco se culminó a las diez y media de la noche del día siguiente. Saltaron a tierra más de 4.000 hombres. Un ejército profesional conformado, mayormente, por argentinos y chilenos y algunos ingleses, entre los que se encontraba el célebre almirante Lord Cochrane. Como relata Orrego, el plan de San Martín era quedarse unos días en Pisco, bloquear el puerto, recolectar caballería y llamar a las milicias y civiles a unirse a su causa. Así se inició una campaña que para muchos historiadores tuvo visos de guerra civil.
“El desembarco en Paracas combinó política y coacción. El avance del ejército no solo fue por la fuerza, sino también supuso negociación porque dependía del comportamiento de los pueblos, de los recursos locales, de eso que técnicamente se llamó guerra de recursos. San Martín ordenó que no se produzcan saqueos, justamente, para no alterar la opinión favorable de muchas poblaciones rurales y urbanas”, dice, a través del teléfono, la historiadora argentina Beatriz Bragoni, quien hoy participará en la tercera cátedra organizada por el Proyecto Bicentenario.
LAS CASTAS DE COLOR
Y entre esas poblaciones rurales pisqueñas hubo un grupo que destacó por su participación masiva: los afrodescendientes. Estos se alistaron o fueron levados por los ejércitos patriotas y realistas y tenían la esperanza de mejorar su vida de servidumbre y esclavitud.
“Por el contexto del bicentenario se está dando mayor atención quienes pelearon en el lado patriota, pero yo creo que deberíamos mirar ambas experiencias”, dice la historiadora Maribel Arrelucea. En el caso de los realistas, estos emitieron bandos que prometían la libertad a quienes pelearan entre cuatro y seis años en el Ejército. “Tanto los virreyes Pezuela como La Serna van cambiando sus ofertas —apunta la historiadora— y tuvieron que negociar con las milicias de pardos, zambos y mulatos, que entraron a pelear por el rey de forma voluntaria o porque los hacendados los entregaban para demostrar su fidelidad a la corona”.
No existen mayores referencias de estos esclavizados. Apenas han desafiado a la invisiblización algunos nombres, como el de Idelfonso, que tuvo destacada participación en el bando patriota. Arrelucea cita las memorias del general inglés Guillermo Miller, quien menciona a este afrodescendiente natural de Chincha, quien después de que las “tropas desembarcaron en Pisco fue enviado a averiguar datos del enemigo. Fue atrapado y fusilado”. Se asegura que antes de morir dijo: “Moriría mil veces por la causa de la patria, antes que obedecer otra vez a un español”.
Otro es el nombre de Juana Mazo. Su figura salió a la luz a partir de un hecho fortuito. “Se sabe —cuenta Arrelucea— que muchas mujeres afros participaron atendiendo a los heridos en los hospitales y esto lo conocemos gracias a un escándalo: alguien robó un documento del Archivo General de la Nación y se destacó que contenía la firma de San Martín. Pero lo interesante no era eso, sino que se trataba del otorgamiento de la libertad a una esclavizada llamada Juana Mazo, quien había obtenido este beneficio por trabajar en un hospital a favor de los patriotas. Eso demuestra que algunas mujeres, no sabemos cuántas, lograron su libertad de Esta manera”.
La campaña por Lima se inició así, en medio de una permanente movilización de tropas, recursos y poblaciones, mientras las fuerzas virreinales se replegaban en Lima y la sierra, y veían como los comandados por San Martín y Cochrane iban tomando el control marítimo y de la costa. La independencia era ya solo cuestión de tiempo.
Las actividades por el bicentenario del desembarco
El Proyecto Especial Bicentenario organiza este martes 8 de septiembre a las 7:00 p.m., su tercera mesa de debate dedicada a los 200 años del desembarco de la expedición libertadora en Paracas, el 8 de setiembre de 1820, un hecho de gran simbolismo porque significaba el inicio de la etapa final del proceso independentista.
Los panelistas de esta tercera mesa de debate serán Nimio Antezana Gallegos, doctor en Ciencias de la Educación y docente de la Universidad San Luis Gonzaga de Ica; Gabriel Cid, doctor en Historia por la Universidad del País Vasco; Carmen McEvoy, historiadora y presidenta del consejo consultivo del Proyecto Especial Bicentenario; y Beatriz Bragoni, doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires. El moderador será David Velázquez Silva, licenciado en Historia por la Universidad de San Marcos. El evento es gratuito y se desarrollará de manera virtual por la plataforma Zoom.
Antes, a las 9:00 a.m., se develaron en la Plaza del Desembarco en Paracas dos bustos de Bernardo O’Higgins y del mariscal Toribio de Luzuriaga, como de la placa del Bicentenario. El acto contaró con la presencia del presidente de la República, ministros y autoridades locales. A continuación, imágenes de la ceremonia: