Tenía 54 años cuando le diagnosticaron erróneamente cáncer de ganglios. La casi certeza de una muerte prematura le generó temor y a la vez gratitud. “Le agradecí mucho a Dios por haberme dado la vida que siempre quise: viajé por el mundo, fui libre, tuve amores, tuve a mi hija y a mi nieta, que en ese tiempo tenía dos años. Me apenaba la idea de no poder verla crecer”, recuerda Ana María Jordán (Lima, 1952) sobre aquella amarga experiencia que la llevó a tomar conciencia de que la vida es finita e impredecible. “Es un gran juego. Hay que saber jugarla”, nos dice. Adelantada a su época, hedonista y reflexiva, la actriz celebra 50 años de trayectoria artística en medio de nuevos proyectos y una vida menos intensa, pero tan apasionante como en sus mejores tiempos.
“Me gustan los placeres de los sentidos, disfrutar de la vida, pero también soy muy filosófica. Desde niña cuestioné a mis padres. Nunca me gustó la disciplina férrea. Cuando cumplí 18 me metí al yoga y junto a dos mil yoguistas acampé al borde del río Urubamba, en el Cusco. Ahí comenzó mi proceso de búsqueda espiritual. En ese tiempo, mis amigas se burlaban de mí cuando hablaba de Dios y del espíritu. Actualmente hay un despertar de la conciencia, de cuidar el planeta y a los animales. La gente se está desarrollando mucho más espiritualmente”, asegura la artista nacional.
Jordán Weiss llegó a la televisión de casualidad. Durante una reunión de amigos conoció a un gerente de Panamericana TV, quien le dio su tarjeta y le recomendó buscarlo en el canal, creyendo que su objetivo era ser modelo.
“Cuando lo busqué, le expliqué que lo mío era la actuación. Yo nací para ser actriz. Me hicieron varias pruebas, una de ellas la hice con Tania Libertad, que en ese tiempo todavía no era cantante. Conseguí el papel. Me eligieron para interpretar a la hija del personaje de Elvira Travesí en la telenovela “La Fábrica” (1972). Tenía 19 años. Tuve la suerte de debutar al lado de grandes actores”, cuenta.
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Muy segura de sí misma y de su talento, Ana María rápidamente se convirtió en la actriz favorita del público y de los medios de comunicación. Y enardeció a la sociedad peruana pacata de aquella época al protagonizar una tapa de alto voltaje de la edición del 25 de enero de 1973 de la revista Caretas.
“Se copió la portada de una revista alemana. Para convencerme, el periodista me dijo que me convenía, que eran fotos artísticas y que sería portada. Para la época fue bien fuerte (mostraba el torso y parte de los pechos). Para evitar que mi papá viera las fotos quise comprar todas las ediciones (ríe). Igual las vio. Se molestó mucho. Algunas actrices también se escandalizaron. Me dijeron que era una promoción negativa para mi carrera que estaba empezando. Tuve miedo de perder todo lo que había logrado hasta ese momento. Al final, no pasó nada”, recuerda.
Jordán se casó a los 20 años con el actor Roberto Moll. La pareja se enamoró durante una gira artística. Luego viajaron juntos a Europa en barco, en un viaje que la actriz califica como la aventura más grande de su vida.
“Nos fuimos impulsados por la juventud. La mamá de Roberto había estudiado derecho en París, en La Sorbona, y siempre le aconsejaba a su hijo que estudiara allá. Fue un viaje inolvidable. Navegamos durante un mes. Al llegar, estudiamos en una universidad en París, luego nos fuimos a Italia, después a España y Venezuela. Me fui por 17 días y me quedé más de 10 años”, asevera.
Al separarse de Moll Cárdenas, Jordán conoció en Venezuela al director y productor Rafael Rodríguez, con quien se casó y tuvo a su hija, Naif. “Mis dos esposos han sido mis mejores maestros. De Roberto aprendí cómo se estudia profundamente un personaje. Es un actor nato, un ejemplo para cualquiera. Y con Rafael aprendí dirección y producción”, destaca.
Al convertirse en madre, la actriz retornó al Perú para formar su propia compañía de teatro, con la que realizó varios montajes. También volvió a la televisión, como parte del elenco de actores de: “El hombre que debe morir (1989), “Obsesión” (1996), “Torbellino” (1997), “Mil oficios”, “Al fondo ha sitio”, “De vuelta al barrio”, entre otras sintonizadas ficciones.
—¿Por qué la relación con Roberto Moll terminó?
Terminó la relación amorosa, pero el cariño continuó. Hasta ahora somos amigos. Lo quiero como a un hermano. Pero no te voy a negar que la separación fue dura. Mi autoestima bajó, me deprimí. Sentía que ya no le iba a gustar a nadie.
—¿Cómo superaste esa depresión?
Probablemente hubiese necesitado psicólogo, pero tenía tantos galanes que se me pasó rápido (ríe). Me volví a enamorar. Me enamoré del director de la obra en la que estaba. Nos casamos y tuvimos una hija.
—¿Hay lugar para el amor después de los 70 años?
Por supuesto que sí. Siempre hay lugar para el amor.
—¿Por qué en Venezuela rechazaste la propuesta de Carlos Villagrán para trabajar en “Federrico”?
Porque en ese tiempo estaba en un grupo de Teatro de Arte Infantil muy bueno, con el que hicimos el programa “Imaginable imaginación” para la televisión. Yo interpretaba a una bebe periodista, muy graciosa. Justamente, por ese personaje, me llamaron para “Federrico”. Estaban buscando a su Chilindrina y ese les pareció que podía funcionar.
—¿Después de 10 años qué motivó tu regreso al Perú?
Acababa de tener a mi hija y me daba pena que no conociera a mi familia. Es duro vivir en otro país. La nostalgia del inmigrante es muy brava. Se siente mucho la soledad. Artísticamente me iba bien en Venezuela, pero tenía muchas ganas de ver a mis padres y pedirles perdón.
—¿Pedirles perdón?
Así es. Nunca me reprocharon nada, pero me extrañaron bastante. No debí haberme ido tanto tiempo.
—¿Extrañas la televisión? ¿Te gustaría volver?
Hay una parte de mí que quiere volver porque se disfruta mucho; pero también quiero manejar mis tiempos, trabajar como freelancer, que es lo que estoy haciendo ahora. Estoy produciendo el programa “María y el Lobo”, conducido por Naif y Julián Legaspi. Se estrenará el próximo 2 de septiembre a las 5:30 p.m. a través del Canal Viva TV, Canal 11, Canal 38 de Movistar y Canal 11 de Claro. También por YouTube.
—¿Piensas que el pasado fue mejor?
Cada momento es especial, tiene su belleza. Hay que ponerse al día con las nuevas generaciones que traen nuevos pensamientos. No me gusta quedarme en la época pasada.
—¿Qué consejo le darías a Ana María niña?
Que luche por sus sueños porque los va a cumplir.
—¿Cómo quisieras que te recuerden el día que ya no estés?
Como una buena actriz. Quiero dejar sabiduría de legado. Quiero que la gente entienda que nuestras acciones, pensamientos y palabras crean materia. No se las lleva el viento. Somos dioses materializadores en acción.
—Cumples 50 de trayectoria artística, cómo los recibes?
Feliz y agradecida. Con mucha salud y trabajo. Estoy en un momento grandioso. Estos 50 años los siento en el alma.