A mediados del siglo XX se vivía un clima de efervescencia en la arquitectura peruana. La modernización urbanística de Lima fue a la par con el surgimiento de una generación de arquitectos —como dice el investigador Elio Martuccelli— comprometidos con el urbanismo, la planificación y la vivienda colectiva en una ciudad que comenzaba a extenderse por las áreas agrícolas de las antiguas haciendas. De esta manera, no solo se abrieron avenidas, se crearon urbanizaciones y levantaron edificios, sino también se construyeron ciudades satélites, unidades vecinales y barrios populares.
En al menos cuatro de los principales proyectos urbanísticos de aquellos años, destaca el nombre del arquitecto Ernesto Aramburú Menchaca (1920-2010): los puentes Santa Rosa y Ricardo Palma que unieron el Rímac con las avenidas Tacna y Abancay en 1960 y 1962, respectivamente; la Vía Expresa, cuyo primer tramo se inauguró en 1967; y el circuito de playas de la Costa Verde —su gran legado— que empezó a gestarse entre las décadas de 1960 y 1970, e hizo que nunca más la capital viviera de espaldas al mar.
EL PROYECTO DE LA VÍA EXPRESA
Ernesto Aramburú Menchaca nació en Lima, el 26 de agosto de 1920. Fue el séptimo de ocho hermanos, entre quienes figuran connotados juristas y abogados. Estudió en el colegio La Salle y se graduó como ingeniero y arquitecto en la UNI. Desde muy joven se interesó por el urbanismo y la planificación. A los 36 años, a mediados de la década de 1950, ya era inspector de Obras Públicas de la Municipalidad de Lima, donde desarrolló una serie de emblemáticas obras.
Por esos años, declaraba a la prensa que había ya que reconstruir Lima por completo e integrarla con vías subterráneas y planes viales. Por ejemplo, mostraba las maquetas de una gran vía para unir el centro con la quebrada de Armendáriz. En un artículo publicado en El Comercio, el 8 de octubre de 1957, Aramburú se refirió así a este proyecto: “Esta obra —anunció— consistía en el empleo de los jardines centrales del Paseo de la República para, en trinchera abierta, habilitar una arteria de cuatro vías, dos en cada sentido, que no tendrían ninguna intersección, pues los cruces serían a base de puentes”. El propio exalcalde Luis Bedoya —quien inauguró el primer tramo de la Vía Expresa en 1967—, ha reconocido, en su libro de memorias, que la idea venía de tiempo atrás y le pertenecía a Aramburú Menchaca.
Aramburú también diseñó ciudades satélites en Ventanilla, Ciudad de Dios, Vitarte; sejecutó los puentes Santa Rosa y Ricardo Palma para, según afirmó, “coser” la ciudad abierta por la “herida” del río Rímac y prolongar las avenidas Tacna y Abancay. La noche del 30 de agosto de 1960, cuando se inauguró el puente Santa Rosa, hubo fuegos artificiales y una multitud acudió a ver esa hermosa estructura de concreto prensado suspendida sobre el río Rímac.
LA COSTA VERDE
Sin embargo, su gran proyecto fue la Costa Verde. Hacer que los acantilados limeños, entre La Punta y Chorrillos, no fueran más una barrera infranqueable y peligrosa, sino espacios de vida, desarrollo y esparcimiento. Así, las miles de toneladas de arena y rocas que se sacaron de las excavaciones para hacer la Vía Expresa sirvieron para formar molones en el litoral que permitieron ganar terreno al mar. Aramburú había vaticinado que la Costa Verde sería la “vía expresa costera”, y dedicó varios años —fue alcalde de Miraflores en la década del 70— a realizar los estudios batimétricos, a seleccionar rocas, con ingenieros especializados, para la construcción de los espigones.
Su hijo Ernesto Aramburú Barúa le recuerda una frase que sintetiza su pasión por el litoral: “Hay que hacer todo con el mar, nunca contra él. Hay que saberlo entender… El mar habla”. Por eso, resulta importante proponer que la autopista del circuito de playas lleve su nombre, en su memoria.