Algo deformes. Así son los personajes en el imaginario de Giorgio di Giovanni. Tanto los cuerpos como los objetos se arman con líneas geométricas, por lo que su acercamiento a lo primitivo es evidente; aunque él prefiere referirse a sus cuadros como el resultado de una imitación a los trazos de un niño. “Es espontáneo”, resume sobre su trabajo.
Pero al contemplarlo, lo que más llama la atención es el color, pues resalta sin necesidad de ser brillante. Así como en una obra del francés Marc Chagall, es el protagonista. Resulta irónico, pues para el artista experimentar con las tonalidades es lo que más difícil le resulta al momento de pintar. “El sentido de la composición, creo, no me interesa tanto. A lo que le pongo rigor es al color y es lo que menos me sale”, confiesa. Así, las tardes de fin de semana en su taller pueden llegar a ser toda una batalla. “Es un desgaste”, comenta.
Y le suma las pocas horas de sueño, pues hace seis meses se convirtió en padre por segunda vez. Se toma un tiempo para bromear: “Fumo más cigarros de lo que pinto. Creo que me estoy convirtiendo en un pintor de fin de semana”. Aun así armó su última serie, “Sobre jarras y pajaritos”, que se inaugura hoy en la galería Fórum, en Miraflores.
EN OTRO TIEMPO
De niño, Di Giovanni quería ser físico nuclear. De arte no sabía nada. Ver una obra de Picasso era hasta motivo de burla. “Eran puros garabatos para mí. Me decía a mí mismo: ‘Qué fácil es hacer esos dibujitos’. Con el tiempo, uno estudia, madura, las cosas cambian. Aprendí a apreciar la genialidad en los elementos simples”, dice.
Y así es como prefiere el arte: clásico y sin explicaciones. Lo prefiere enmarcado y expuesto para que sea visto. “Y que cada uno cree su propia historia”. Y agrega: “Yo ya no piso las galerías. Es muy raro que lo haga, pues hay una tendencia mundial que no va conmigo. El arte se ha tornado muy conceptual y no lo entiendo”, explica.
“No lo critico. Simplemente digo lo que pienso. Pero no me atraen mucho las instalaciones o el hecho que antes de ver una, haya que leer una introducción para captarla. El arte debería de ser pura emoción. La pintura o el arte tradicional han perdido su espacio. Han sido totalmente desplazados”.
El artista mira una vez más su trabajo y confiesa que podría tener “más fluidez”. Aun así está satisfecho, pues ha contado una historia a su manera