En 2018, la pareja de arquitectos peruanos Sandra Barclay y Jean Pierre Crousse ganaron el Mies Crown Hall Americas Prize, entregado por la Escuela de Arquitectura del Illinois Institute of Technology, que reconocía su diseño del Edificio E de la Universidad de Piura, un notable conjunto de aulas que se levanta actualmente en medio del bosque seco piurano. Como parte del reconocimiento, una partida económica estaba dirigida a la edición de un libro que recogiera la reflexión de ambos creadores a propósito de su práctica. Han pasado ya cuatro años, y el tiempo de pandemia que les obligó a frenar su actividad profesional les permitió, sin embargo, pasar en limpio sus ideas.
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De allí nace “Paisajes de la intimidad”, libro publicado por la institución estadounidense responsable del premio, que resulta mucho más que un catálogo razonado donde el estudio limeño Barclay & Crousse plasmen toda su producción local. Se trata, más bien, de una profunda reflexión, a partir de la práctica, de cómo ellos entienden una arquitectura que responda mejor a las necesidades locales, que responda a prácticas milenarias y que, por supuesto, establezca una relación natural con el paisaje. Pero también hay características que podrían ser la bandera de ambos arquitectos: ser “recurseros” entendiendo las posibilidades y recursos que ofrece el medio y no tenerle miedo al desierto ni al polvo propio de nuestra costa.
“Lo primero que decidimos fue que el libro no iba a ser una monografía”, comenta Jean Paul Crousse. De lo que se trataba, explica, era salirse de la usual lógica del catálogo para razonar las ideas que impulsaron una serie de proyectos, sus razones, sus propósitos, sus influencias, y como las obras presentadas se relacionan con las anteriores. El arquitect estadounidense Dirk Denison, profesor del Illinois Tech y director del premio Mies Crown Hall Americas Prize señala en el prólogo que este libro presenta el pensamiento que ha formado la práctica por décadas de Barclay y Crousse. ¿Pero cómo definen ellos ese pensamiento indesligable de su hacer diario? Sandra Barclay responde: “Para todo arquitecto, toda obra que hace es un aprendizaje. Vas depurando, y las ideas antes turbias se van haciendo cada vez más claras y radicales. Muchas de nuestras ideas actuales estaban en nuestros primeros proyectos, pero cada vez somos más conscientes de ellas”.
En efecto, más allá de la reflexión en sí, cada uno de las tres secciones del libro están ligadas por una profunda experiencia vital ligada al concepto de peruanidad. La de Barclay y Cousse es la historia de dos arquitectos formados en la Universidad Ricardo Palma, que luego de experimentar una larga temporada en Francia, se plantearon el regreso. Trabajar en otro paisaje, con otros materiales, abrazando una forma muy distinta de trabajar. “Después de la experiencia en Europa, queríamos saber qué significaría trabajar nuevamente en este medio, cuáles eran los retos y cómo los resolveríamos”, reflexiona Crousse. Algunos primeros trabajos, específicamente casas frente al mar que diseñaron desde su estudio en París, les permitió empezar a investigar en el trabajo en el desierto, estudiando la relación del espacio con la luz, el clima, los materiales a disposición, la artesanía que supone la mano de obra local. “Se abrieron para nosotros posibilidades muy distintas a las que teníamos en Europeas. Nos atrajo mucho ese nuevo campo”, afirma.
¿Además de lo obvio, me podrían dar un ejemplo entre las diferencias de trabajar la arquitectura en Europa y en el Perú?
Jean Pierre Crousse: En un país desarrollado, no solo en Europa, tú eres una pieza más del engranaje. Haces una performance reglamentada. Y, de alguna manera, eso te hace inútil para la sociedad. Mientras que en el Perú, más allá si puedes o no resolver un problema, te sientes útil. Puedes enseñar en una universidad, formar gente para que vea las cosas de otra manera. Allá es prácticamente imposible hacer las cosas diferente. Se hacen de una sola forma y punto. ¡No hay cómo innovar!
Sandra Barclay: Aquí puedes cuestionar las cosas. Proponer trabajar de distintas maneras.
Jean Pierre Crousse: ¡Puedes hablar con el cliente, para empezar! Tratar de convencerlo para hacer las cosas de otra forma. En Europa tienes un edificio de viviendas y no hay con quién hablar, porque se trata de un producto financiero ya aprobado y tienes que hacerlo de una manera determinada. Incluso si descubres una manera para mejorar su rendimiento, no les interesa.
Sandra Barclay: ¡Todos los cuadros analíticos ya están hechos!
Jean Pierre Crousse: No te piden que seas más rentable. Solo te piden que alcances la rentabilidad ya decidida. En Europa, todo se decide en el plano, allí se acaba el proceso creativo. Luego sigue la ejecución. Al contrario, en el Perú el plano de un edificios funciona como un mapa que registra un acto no solo constructivo sino creativo. Y eso nos encanta. Regresamos al Perú en la segunda vuelta de las elecciones entre Alan García y Ollanta Humala. La gente nos decía que estábamos locos. Pero queríamos probar. No teníamos miedo al cambio.
El edificio E de la universidad de Piura se construye en medio de un bosque seco. El Lugar de la Memoria, “sutura la herida provocada por la construcción de una bajada vehicular que une la ciudad con las playas al pie del acantilado”, escriben ustedes al presentar el proyecto. Suturar heridas, construir en medio de lo árido, resultan símbolos muy claros de lo que significa trabajar la arquitectura en el Perú.
Jean Pierre Crousse: La genialidad de los antiguos peruanos fue construir infraestructuras en el paisaje para retener el agua, hacer vivible el desierto y aumentar la biodiversidad. Para ello, lo esencial era entender el paisaje. Cuando hablamos de andenes, canales, etc, vemos que la obra es tan dependiente del paisaje como el paisaje de la obra. De alguna manera, en nuestras intervenciones arquitectónicas, el edificio tiene que entender el paisaje no de una manera objetual, que es lo que normalmente los arquitectos hacen (poner un lindísimo elemento escultórico en un paisaje prístino), sino que debe depender del paisaje y hacer que el paisaje dependa de él. Puede ser un elemento formalmente poco reconocible, puede pasar desapercibido, incluso. La idea es que la obra se vuelva paisaje. El Lugar de la Memoria, por ejemplo, se vuelve paisaje al ser construido sobre el farallón que se destruyó para hacer la Costa Verde.
Sandra Barclay: Y en el caso del aulario de la Universidad de Piura, la idea era entender que la lógica del bosque seco tropical era estar bajo la sombra. Y el edificio debía prolongar eso. Siempre buscamos alejarnos lo más posible del objeto, y acercarnos más a la experiencia. La arquitectura debe ser una experiencia, no un objeto al que se mira desde fuera.
Jean Pierre Crousse: Nos interesaba la experiencia de los habitantes del bosque seco, que van de árbol en árbol, de sombra en sombra.
Sandra Barclay: Hay que entender la esencia del lugar en el que estás trabajando. Nos gusta partir de eso.
Cuando se habla de las características de la arquitectura peruana, ustedes apuntan su capacidad para el “recurseo”. ¿Cómo la creatividad y el sentido del mismo edificio puede nacer a partir de la escasez de recursos? ¿Cómo comunicar en sus clientes la idea de los desafíos de construir en el desierto cuando solo piensan en una casa de playa pintada de blanco?
Sandra Barclay: El reto como arquitectos está allí: debemos hacer pedagogía con los clientes. La relación para generar complicidad es clave.
Jean Pierre Crousse: Lo ancestral es fundamental, jamás puedes ir contra el paisaje. Si hay polvo, no se puede ignorar ni tratar de combatirlo, se trata de incorporarlo.
El Museo es una muestra de una obra que termina mimetizándose con su entorno. ¿Cuánto costaría anualmente si el Museo de La memoria tuviera que pintarse, por ejemplo?
Sandra Barclay: Uy! Si te poner a pensar, es un edificio totalmente introvertido. Te pide tranquilidad, poca distracción. Es parte de un proceso sanador. Después sales al paisaje. Solo cuesta el mantenimiento de los vidrios, que son poquísimos. Imagínate cómo sería si hubiera que pintar. La idea de hacerlo con concreto está insertada en la lógica del acantilado. Usar encofrados artesanales nos ayudó mucho para insertarnos en esta lógica. ¡No me imagino el Lugar de la Memoria pintado!
Jean Pierre Crousse: Aceptar el polvo hace que un edificio envejezca bien. Hay que aceptar que adquiera una pátina. Y es algo que en el Perú nadie quiere.
¿A propósito, identificarse con el proyecto del Lugar de la Memoria no alejó a sus clientes, digamos, más conservadores?
Jean Pierre Crousse: No lo sabemos, porque ellos nunca nos han llamado. Hay un caso de un cliente con un hermano muerto y otro raptado por subversivos, que nos dijo: “perdóneme, pero yo nunca voy a ir al Lugar de la Memoria”, pero no por eso dejó de trabajar con nosotros.
Se los pregunto porque, en el Perú, hacer arquitectura es una forma muy clara de hacer política.
Jean Pierre Crousse: Claro. Con respecto al Lugar de la Memoria tuvimos una discusión con José Falconi, quien se preguntaba sobre la diferencia entre los diferentes museos de la memoria y el Lugar de la Memoria. Él, que ha seguido todos los procesos de pacificación en América Latina nos decía que lo que le gustaba del LUM era que, en Latinoamérica, estas instituciones han sido hechas para los que no han vivido los actos de violencia. Y que el único hecho también para los familiares de las víctimas era el LUM. ël encontraba en todo su movimiento un acto procesional, y por lo tanto, un acto de sanación.
¿Porqué el limeño, viviendo en un desierto, parece obsesionado por el verdor?
Sandra Barclay: Es increíble la obsesión que las personas tienen por el pasto, que es lo que más cuesta regar en un desierto. Por último, dedica la poca agua que tienes en árboles, que te darán sombra. Pero el pasto no tiene ninguna utilidad.
Jean Pierre Crousse: El limeño ama lo verde pero detesta los árboles. “Se llenan de arañas y bichos”, te dice. Si hay que ponerlos, solo los quieren en el límite de la propiedad, y el resto que sea un gran jardín de césped. Cuando mostramos nuestro trabajo en Estados Unidos o Europa, nos dicen lo “fácil” es hacer arquitectura en Lima, pues no hay mayor diferencia de clima, no se necesita aislamiento o impermeabilización. En ese sentido resulta fácil, pero en otro es mucho más difícil: tienes que convencer a la gente, por ejemplo, de que en Lima no hace falta aire acondicionado por razones climáticas. Esa es nuestra responsabilidad con el medio ambiente. Hay que comenzar a pensar en reducir el consumo energético, el trasporte de los materiales, ser responsable con todo ello.
Se afirma que su trabajo tiende a la sencillez, pero cualquier artista sabe que la sencillez es una ilusión, que tras ella hay un enorme trabajo. ¿En qué radica la sencillez para ustedes?
Sandra Barclay: En concentrarse en el trabajo del espacio. Las primeras casas que hicimos fue un ejercicio muy interesante porque primero depuramos, sacamos los detalles que no iban a ejecutarse bien. Cada vez fuimos depurando más, quedándonos solo con la relación del espacio con la luz. La arquitectura se define por esa experiencia. Y eso se quedó como nuestra manera de hacer las cosas. Cada vez vamos sacando más hasta quedarnos con espacio definido por la estructura. Prácticamente tratamos de no añadir nada más.
Jean Pierre Crousse: Y después está la estrategia: al arquitecto, por lo general, no le hacen caso, pero si al ingeniero. pero si el espacio que quieres está definido por la estructura, ese espacio no va a cambiar. ¡Nadie te va a cambiar la estructura! Una manera de dar perennidad a ese espacio es que esté definido por la estructura, y no por paredes de drywall. Cuando decimos que “sacamos detalles” no hablamos de eliminarlos, sino hacerlos desaparecer de la vista. Hacer las cosas más simples significa esconder la complejidad, pero ella existe, sigue allí.
En su reflexión afirman que, a causa del clima de la costa, nuestras casas no dan cobijo sino intimidad. ¿Cómo aplicar esta reflexión en una ciudad que no ha tenido claro la relación entre la vivienda y el clima?
Jean Pierre Crousse: Seguimos paradigmas completamente contrarios a lo que somos.
Sandra Barclay: Desde la primera vez que trabajamos con el clima de la costa surgieron las preguntas: ¿Necesitamos ser herméticos y cerrados? ¿Podemos tener espacios abiertos gracias a nuestro clima? Haber tomado distancia con nuestro medio nos ayudó mucho. Entonces vivíamos en Europa, en un medio donde los climas son en extremo cambiantes. Las respuestas tenían que ver con pensar espacios más ambiguos, en los que no sabes si estás dentro o fuera, estás en un espacio contenido. Un espacio exterior con cualidades de interioridad.
Jean Pierre Crousse: En una arquitectura completamente cerrada por el clima como la europea, la tecnología moderna y el uso del concreto permitieron abrir el interior al paisaje sin perder la noción de cobijo. En nuestro caso es al revés: la obra puede ser abierta, pero necesitamos cerrarla lo suficiente para crear intimidad. En ese sentido, un sitio como Puruchuco es un referente para nosotros. Si tú pones Puruchuco al lado de la casa española de influencia morisca, también vinculada al desierto, puedes ver que sus lógicas son muy distintas, una es un laberinto y la otra es la casa patio, totalmente centrípeta. Después pasamos al modelo que los europeos impusieron: la casa abierta en un lote abierto que se abría hacia el exterior. Pero al peruano no le gusta eso. Le gusta su intimidad. Entonces, esa casa en el medio del lote fue cercada con paredes, y todas esas ventanas hacia la calle las cerramos con las cortinas. ¿Por qué entonces no hacer casas que, siendo contemporáneas, tengan la misma interioridad de aquellas primeras casas españolas o precolombinas? Ese es el problema; estamos diseñando casas “por default” y no pensamos en los temas de fondo.
¿Entre tantas carencias de nuestra ciudad, que soñarían ustedes para Lima?
Jean Pierre Crousse: Lo que a Lima le falta es, sobre todo, espacios ciudadanos. Espacios donde puedas intercambiar con gente que piensa distinto a ti. Imagino una ciudad que se reconcilie con lo que fue. En tiempos prehispánicos, se empleó una energía colosal en nuestro valle para hacerlo vivible, pero luego nosotros tratamos de vivir artificialmente. ¿Cómo imaginar una ciudad que se re naturalice pensándola en hacerla más productiva, con seguridad alimentaria?
Sandra Barclay: Si te preguntas qué cosa le falta a Lima, podíamos enganchar con el tema de incorporar las huacas al imaginario ciudadano. Esos espacios ciudadanos podrían acompañar a las huacas, hoy encerradas en muros. hablamos de espacios potenciales para una ciudad a la que faltan espacios abiertos. ¡Hay tantas huacas repartidas uniformemente en toda Lima!
Jean Pierre Crousse: Lima es tan fragmentada que si construyes un proyecto emblemático, este sólo servirá para un determinado sector. La única excepción es la Costa Verde, un espacio realmente público y articulador, al cual se puede llegar desde el barrio más alejado. Por eso todo lo que hagamos tiene que ser sistémico, para que una pequeña acción replicada afecte positivamente a toda la ciudad. Y las huacas ya están ahí. Se construyeron en una imagen de ciudad dispersa y difusa, donde no había diferencia entre lo urbano y lo rural. Esa es, como afirman los teóricos de hoy, la ciudad del futuro. ¡Y nosotros la teníamos antes! Hay que aprovechar aquello que teníamos para restablecerlo. Basta voluntad política. Sin embargo, lo hemos hablado con varios ministros de Cultura, pero encontramos un paternalismo atroz. “La gente no está preparada para que abramos las huacas”, nos dicen. Claro, si tumbas los muros para no hacer nada, es seguro que la invadirán al día siguiente. Pero si lo que haces dentro le pertenece a todos, eliminas ese riesgo. Hay que dejar de ser paternalistas.
¿Finalmente, cómo ustedes sueñan el segundo tomo de este libro?
Sandra Barclay: (ríe) ¡Dentro de varios años!
Jean Pierre Crousse: Me aventuraría a decir que hay dos opciones: o haces un segundo tomo con nuestras obras posteriores, o tratas de hablar de arquitectura desligándolo de tu obra. Y personalmente, pienso que resulta pretencioso dar fórmulas. Lo que uno dice corre el riesgo de convertirse en fórmula si no lo relativizas con tu trabajo. Cuando nos preguntan por nuestro método, somos los primeros en decir que, si bien lo tenemos, lo más importante es ser capaces de no seguirlo.
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