"Arrival": nuestra crítica de la película nominada al Oscar
"Arrival": nuestra crítica de la película nominada al Oscar
Sebastián Pimentel

Denis Villeneuve es un realizador canadiense que ha podido conquistar Hollywood imponiendo sus reglas y ganar, a la vez, grandes audiencias. Su estilo –más europeo que hollywoodense– no le impide trabajar con estrellas de la industria, como Jake Gyllenhaal en “El hombre duplicado” (2013), o Emily Blunt en “Sicario” (2015). En “” elige a Amy Adams, a quien se la puede ver, también con un desempeño notable, en “Animales nocturnos” de Tom Ford, otra producción del 2016, aunque ambas performances hayan merecido la indiferencia de la Academia.

Con “La llegada”, Villeneuve sigue una tradición, la de dar contraparte fílmica a novelas de legendarios escritores de ciencia ficción. Algunos nombres clásicos son Arthur C. Clarke, Philip K. Dick o Stanislaw Lem. A ellos habría que agregar, ahora, el de Ted Chiang, cuya premiada novela “La historia de tu vida” sirve de base a “La llegada”. En ella, Louise Banks, reconocida lingüista, es requerida por las fuerzas militares de Estados Unidos, para entablar comunicación con unos extraños seres que vienen de otro planeta. La tarea de Louise es saber si los extraterrestres, quienes se encuentran en unas inmensas naves negras, vienen para hacer la paz o la guerra.

Pues bien, la especulación sobre el tiempo, la naturaleza del hombre en relación a fuerzas de otro mundo y las máquinas inteligentes, no es nueva en los predios de la ciencia ficción. Todo eso ya aparece en “2001, odisea del espacio” (1968) de Kubrick, o hasta en “Blade Runner” (1982) de Ridley Scott. Lo interesante de “La llegada” es que, a partir del material de Chiang, Villeneuve se centra, con un tratamiento interrogativo y sin demasiada verbosidad, en el tema del lenguaje, de los signos sonoros o escritos, y en cómo el lenguaje puede comportar nuevas formas de comprender la vida.

Amy Adams es la columna vertebral del filme. Una actriz que constituye la mezcla perfecta de inocencia y reflexividad, fragilidad emocional e inteligencia. Su personaje debe atravesar varias etapas de autodescubrimiento –relacionadas a eventos que ella percibe como si fuera una vidente y que están, aparentemente, fuera del tiempo– a partir del trabajo de interpretación de las imágenes que proveen los llamados “heptópodos”.

Pero lo bello y poético de este filme, lo que lo diferencia del resto, tiene que ver con un estilo muy personal, inspirado hasta cierto punto por el mítico cineasta ruso Andrei Tarkovsky. Quizá la nave, especie de inmenso plato negro que flota de forma perpendicular, asemeja al monolito de “2001, odisea del espacio”. Pero hasta ahí llegan los parecidos con Kubrick. La entrada al objeto volador, plataforma sellada y oscura, donde solo se proyecta la luz desde la vitrina que separa a los extraterrestres de los humanos, es de un diseño rústico y místico que remite más bien a Tarkovsky.

En el caso de “La llegada”, y a diferencia de Tarkovsky, es notorio un tamiz más femenino, ligado a la maternidad de Louise. Pero, en consonancia con el ruso, Villeneuve juega con espacios vacíos y de contornos difusos.

Otros elementos a destacar son la media luz o la niebla que envuelve a los amables monstruos detrás del vidrio. Especie de trance hipnótico que se aúna al estupor de Adams, siempre desconcertada y buscando el sentido de lo que mira. La apuesta por los sentimientos dubitativos de Louise se hermana con algunos visos de horror y, por supuesto, la especulación filosófica.

Con todo ello estamos ante una película distinta, sentida y rigurosa, cuyos efectos en el espectador atento permanecerán por un buen tiempo.

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