Juan Carlos Fangacio Arakaki

La novela se titula “Josephine Mutzenbacher” o “La historia de una prostituta vienesa”. Y trata justamente de eso que describe, de una meretriz en Austria, en el siglo XIX. Se publicó en 1906 de forma anónima, aunque los indicios principales apuntan a que su autor fue el escritor austro-húngaro Felix Salten (también autor de “Bambi”).

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De esa obra parte la cineasta austríaca Ruth Beckermann para hacer su documental “Mutzenbacher”, premiado en el Festival de Cine Berlín. Su idea es simple: invitar a hombres de diversas edades para que lean fragmentos del libro y los discutan: escenas de cargado erotismo, tabúes sexuales y más, pero en las voces de esas cabezas parlantes que declaman frente a la cámara.

Beckermann, quien presenta esta película en el festival Al Este –donde además ofrecerá una ‘masterclass’–, conversó con El Comercio sobre las resonancias actuales de la sexualidad y la masculinidad, pero también de temáticas que recorren su obra, como la revisión del pasado y los mecanismos de la memoria.

—En “Mutzenbacher”, uno de los entrevistados dice que vivimos “tiempos hostiles” para los hombres. ¿Qué piensa usted al respecto?

Bueno, esa su percepción. Yo no tengo un juicio sobre eso. Desde el principio supe que no juzgaría lo que me dijeran. Si yo tuviera que decir qué me gusta o no me gusta de sus afirmaciones, habría hecho una película totalmente diferente. La idea en este caso fue ser abierta y escuchar diferentes opiniones, hacerlos hablar.

—¿Y por qué el interés de entrevistar solo a hombres?

Creo que porque el libro fue escrito por un hombre. Y además era interesante para mí confrontar este texto de más de 100 años con los hombres de hoy. Usarlo como una especie de disparador que los haga hablar sobre ellos mismos, sobre su vida sexual, sobre su opinión respecto a las mujeres, respecto a la vida, etc. Estaba interesada solo en hombres porque quería explorar el hombre de hoy.

—¿Sintió miedo o incomodidad en algún momento de la película? Algunas de las cosas que dicen pueden ser perturbadoras.

No, nada de eso. Soy una cineasta y me alegra poder escuchar cosas perturbadoras. Eso produce mejores filmes. En todo caso, diría que la situación era más incómoda para ellos que para mí. Porque yo soy la cineasta, yo tengo la cámara, las luces. Yo estoy a cargo y son ellos los que tienen que sentarse en un sofá a hacer lo que yo quiero que hagan. Por eso digo que ellos son quienes deberían sentirse más incómodos.

—¿Y cree que el hecho de que usted fuera mujer hizo la situación más especial?

Creo que sí. No sé cómo hubieran reaccionado frente a un hombre. Esa era parte del concepto de la película: revertir la situación, en el sentido de que durante mucho tiempo eran las mujeres las que se sentaban en un sofá de casting. Y era la mujer la que tenía que satisfacer al director, usualmente un hombre. Yo quería darle vuelta a eso. Que los hombres se sentaran en ese sofá que guarda tantas asociaciones, no solo del casting, sino freudianas, eróticas, etc.

–La película, además, se basa en un libro que aborda temas sexuales bastante polémicos. ¿Está de acuerdo en que deberíamos restringir ese tipo de lecturas, como se pide, por ejemplo, con “Lolita” de Nabokov?

No estoy de acuerdo. Las personas adultas podemos juzgar por nosotros mismos lo que dice cada libro. Conozco la discusión en torno a “Lolita” y sé hoy en día hay incluso grupos feministas que leen el libro de una forma diferente. Pero yo estoy en contra de cualquier tipo de censura. De hecho, el libro que uso en la película estuvo censurado hasta 1968, y solo después de eso fue publicado legalmente. Pero antes todos lo leíamos igual, circulaba a pesar de cualquier censura. Por supuesto que son temas sensibles, pero todo el mundo es libre de no leerlo, o de lanzarlo por el aire, como hace un hombre en la película. Cuando leíamos el libro nadie hablaba del abuso contra niños, nunca pensamos que el personaje de Josephine Mutzenbacher era una niña. Las situaciones eran simplemente eróticas, sensuales. Hoy sí hay una atención especial en el abuso contra. Pero ese no era mi interés con la película. Yo solo tomé el libro como un disparador para que estos hombres hablen de sí mismos, y no creo de ellos aprobara ningún tipo de abuso.

—Permítame ahora hablar de su anterior documental, “The Waldheim Waltz”, que relata cómo es que se descubrió en los años 80 que Kurt Waldheim, exsecretario general de la ONU y candidato a presidente de Austria, tenía vínculos con el nazismo. ¿Realmente Waldheim representaba a todo el pueblo austríaco, como dice uno de los entrevistados en la película?

Bueno, todo esto ocurrió en los años 80 y creo que en esa época él sí representaba a los austríacos. Porque Austria, durante mucho tiempo, se negó a admitir que la gran mayoría de la población había estado feliz con los nazis. Recién después de que Waldheim fue elegido presidente, la gran discusión empezó. En los años 90 hubo mucho debate y creo que hacia el final de década es que se llegó a la conclusión de que Austria no había sido una víctima del nazismo, sino que más bien fue parte de la Alemania nazi. Eso cambió en mi país, al punto de que creo que hoy nadie diría que Austria fue una víctima.

—¿Esta situación se pudo cambiar gracias al debate público?

Creo que hubo muchas razones para que cambiara, como muestro en la película. En los 80 apareció el documental “Shoah”, de Claude Lanzmann, que fue muy importante. Se acercaba el final de la Guerra Fría también, y hubo una nueva generación, como la mía, que empezó a pensar diferente sobre el pasado. Hubo además nuevos historiados que investigaron mucho, en fin, muchas razones. Pero sobre todo creo que las nuevas generaciones dejaron de creer en toda esa conversación.

—Una de las peores cosas de Waldheim no fue solo sus vínculos nazis, sino que mintiera y siguiera mintiendo al respecto. Eso lo hace particularmente interesante para nuestros tiempos de ‘fake news’ y posverdad. ¿No cree que hoy es peor que antes?

Sí, creo que sí. Ese era mi principal interés respecto a Waldheim, el hecho de que fuera un mentiroso, un farsante. Porque no es que fuera un gran nazi. Era más un mentiroso que un nazi. Y por supuesto que hoy la mentira es mucho más peligrosa, porque tenemos las redes sociales. Es mucho más fácil creer en toda clase de conspiraciones, teorías, y mentiras. Tú o yo podemos escribir algo en Facebook, en internet en general, y la gente podría creerlo. Pero allí hay algo interesante: creo que las mentiras son solo creíbles si hay una necesidad por dichas mentiras. Si yo escribiera algo totalmente delirante, nadie me creería. Pero en aquel momento los austriacos creían, y querían creer, que habían sido víctimas. Porque era mucho más fácil para ellos. Entonces si hoy la gente quisiera creer que el COVID-19 vino de un laboratorio chino, o que las vacunas te matan, o que a Trump le robaron las elecciones, lo van a creer. Siempre hay algo antes de cada mentira.

—Hay una pregunta en la película, quizá retórica, que dice: “¿El pasado determina el presente, o el presente elige un pasado que le sea útil?”. ¿No cree usted que el documental, como género, no es siempre una forma de elegir un pasado que nos sea útil? ¿Cómo lidia con eso?

Sí, lo creo. Y esa es la razón por la que siempre hacemos nuevas películas. Porque tenemos que reescribir el pasado todo el tiempo. Si hubiera hecho “The Waldheim Waltz” 20 años antes, habría sido una película diferente. Y si hiciera “Mutzenbacher” dentro de 10 años, podría ser completamente diferente también. Siempre tenemos que reescribir el pasado porque nuestro objetivo está sobre algo diferente. Hoy, por ejemplo, estamos interesados nuevamente en la Primera Guerra Mundial, porque algunas de sus situaciones parecen muy similares a la Europa de hoy. Hasta hace poco nadie estaba interesado en esa guerra, pero de pronto estamos mirando ciertos aspectos de 1913 o 1914. Porque intentamos aprender algo de ese pasado, tratamos de encontrar situaciones similares que nos recuerden lo que ocurre hoy.

—¿Hay algún tema que haya querido filmar y aún no haya podido?

Mmm no sé. Espero que haya todavía temas que pueda atacar. Ahora mismo estoy haciendo una película sobre un colegio, un aula de niños pequeños, de 9 años. Aún no sé qué haré luego de eso, pero quizá algún día me quede sin ideas, no lo sé.

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“Mutzenbacher” se proyectará este domingo 5, a las 9:30 p.m., en Cineplanet Alcázar. Entradas en la web del cine.

La ‘masterclass’ de Beckermann se realizará el sábado 11, a las 9 a.m. Más información en www.peru.alestfestival.com

El Festival Al Este va del 1 al 11 de junio, en formato presencial y virtual, y es posible gracias a la cooperación del Ministerio de Cultura, UPC Cultural, Region Normandie, y otras embajadas e instituciones.