Todd Solondz, sin ningún tipo de rubor, nos invita siempre al mundo de los perdedores. Lo hizo en “Welcome to the Dollhouse”, que contaba la historia de una niña poco agraciada que sufría en el colegio. Lo hizo en “Felicidad”, aquella recordada cinta en la que el cineasta exploraba temas como el suicido, la pedofilia y la violación, a partir de varias historias que se entrecruzan. Y lo hace también ahora con “Mi novia ideal”, engañoso título de su última película (el original es “Dark Horse”), que se estrena el jueves.
Decimos engañoso porque un espectador incauto podría creer que está entrando a ver una comedia romántica. Y no es no haya humor en el cine de Solondz (lo hay, y en buenas cantidades), sino que se trata de un humor negro, corrosivo, hecho no para la risa cándida sino, más bien, para que el espectador se sienta incómodo y se revuelva en su sitio.
El filme cuenta la historia de Abe, quien trabaja en la empresa de su padre y vive con sus progenitores, a pesar de tener más de 30 años. Por eso, decide casarse con Miranda, una mujer que ha pasado por un divorcio complicado. Ella acepta por motivos de interés, y es así que ambos forman una pareja bastante peculiar.
En el cine de Solondz, no hay santos: todos son personajes con serios problemas, sin motivaciones o que se mueven a partir de intereses turbios. Y el cineasta retrata ese mundo con una naturalidad que hace que aparezca una ironía cruda, como si esas actitudes fueran lo más normal del mundo. O como si todos, en algún aspecto de nuestras vidas, fuéramos así. Por eso, ver “Mi novia ideal” puede ser catártico. Porque todos tenemos algo de esos perdedores expuestos en pantalla.