"T2": nuestra crítica de la nueva entrega de "Trainspotting"
"T2": nuestra crítica de la nueva entrega de "Trainspotting"
Redacción EC

Renton (Ewan McGregor) regresa a su habitación en la casa de sus padres. Pero algo le impide dejar que la aguja del reproductor de vinilos haga sonar una canción. Iggy Pop y su salvaje “Lust for Life” deberán esperar a que el pelirrojo resuelva unos cuantos asuntos pendientes.

Esas ganas frustradas marcarán la estética de “”. Y cumple, así, el primer requisito de una buena secuela: evitar ser como la primera. Danny Boyle comprendió que si “Trainspotting” trataba de expresar unas vidas extremas ahogadas en su propio vértigo adolescente, “T2” debía mostrar la resaca de lo vivido: el duro despertar de los personajes que, ya adultos, no tienen trabajo –son los casos de Renton (McGregor) y Spud (Ewen Bremner)–, son eventuales proxenetas –Simon (Jonny Lee Miller)–  o están en la cárcel

–Begbie (Robert Carlyle)–.

También basada en una novela de Irvine Welsh, las líneas argumentales se reparten entre los personajes principales, vectores paralelos que se cruzan en una venganza personal: la que tiene pendiente el rudo Begbie respecto de la traición que cometió Renton hace 20 años. Lo interesante es que Boyle no ha amansado a ninguno de ellos. Por el contrario, Spud es un triste adicto condenado a la soledad, Simon oficia de miserable chantajista de videos íntimos que conjura con su novia prostituta, y Begbie escapa de la cárcel con un alma roída por la rabia y la brutalidad.

“T2” es, entonces, una cinta adulta, que ve la vida con ritmo entrecortado e ironía sosegada. Pasada la excitación de una juventud nihilista y que veía con desconfianza al modelo burgués, llega la conciencia de una madurez derrotada, sin seguro de vida. A través de estos buenos para nada, estamos frente a la constatación de que no mucho ha cambiado para las clases bajas de Edimburgo, Escocia (Reino Unido). Es el síntoma de una Europa pos-‘brexit’ que vivió el sueño unificador y boyante de los noventa como eso: un sueño y nada más.

Si bien Renton parecía haber salido del atolladero existencial que ha dejado hundidos a los demás, se trata de un efecto ilusorio. Llegado de Ámsterdam y de un divorcio, regresa para ser perseguido por el pasado, ya que no tiene futuro. Boyle aprovecha esta encrucijada para hacer una película sobre el fracaso y el tiempo. Sus imágenes dejan de ser rápidas y adquieren una lentitud que es acorde al estupor de sus antihéroes, los mismos que, sin saber adónde ir, no dejan de encontrarse con fragmentos de la primera “Trainspotting” en cada esquina del barrio.

Las canciones, a semejanza de las imágenes, esta vez se escuchan mutiladas o pasan como un recuerdo lejano. Sin embargo, todos aún luchan por sobrevivir o rescatar algo del honor perdido. De hecho, Boyle tuvo el suficiente tino como para no convertir la historia de Begbie (estupenda actuación de Robert Carlyle), el matón estafado, en una fábula de reconciliación: él se esfuerza por tener una erección con la ayuda del viagra y está determinado a matar a Renton.

Los puntos débiles de este viaje –más melancólico y lúcido que alucinatorio y frenético– no son muchos. El más notorio tiene que ver con los personajes femeninos; sobre todo con Verónika (Anjela Nedyalkova), la prostituta, cuyo papel no termina de definirse bien. No obstante, “T2” remonta sus cabos sueltos mientras transcurre entre planos aberrantes o inclinados de claroscuros sobrios y justos. Es también una cápsula agridulce del tiempo, una elegía del pasado y una dolorosa –pero sabia– recuperación del presente.

LA FICHA
Título original: “T2: Trainspotting”.
Género: Drama.
País y año: Reino Unido, 2017.
Director: Danny Boyle.
Actores: Ewan McGregor, Ewen Bremner, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller.

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