Cumplir diez años resulta una barrera insalvable para algunas grandes catedrales de nuestra cultura moderna: la música de los Beatles, una serie como “Seinfeld”, la “Mafalda” de Quino o el “Calvin y Hobbes” de William ‘Bill’ Watterson. Ejemplos de obras maestras que solo duraron una década, y que en el caso de la tira cómica del niño de suburbio y su tigre imaginario cuesta creer que haya desaparecido hace 25 años.
Inteligente, estimulante y filosófica, la tira diaria de Watterson se publicó entre 1985 y 1995. Había firmado un contrato de seis meses con United Features para desarrollar lo que se convertiría en “Calvin y Hobbes”, pero increíblemente la agencia rechazó el proyecto. Fue Universal Strip Syndicate quien recogió la historieta, la que comenzó a publicarse en 35 periódicos de estados Unidos. Su excéntrico y sabio humor, los partidos de Calvinball (deporte desorganizado con una estructura de reglas siempre cambiante), las batallas del Capitán Spiff (álter ego de Calvin y némesis de extraterrestres imaginarios) o los hombres de nieve asesinos no parecían ser comprendidos por sus editores, pero sí ganaron rápidamente la preferencia de los lectores y el aprecio de los entendidos. Su popularidad explotaría en su segundo año, tras editarse la primera colección de tiras en libro, lanzamiento que no contó con ninguna promoción por parte del dibujante. A pesar de ello, se convirtió en un éxito instantáneo. Luego de años en que aquellos tomos no encontraban casa que adquiriera los derechos para su reedición, la editorial Océano lanza en nuestro país su sello Historias Gráficas, dedicado al cómic, teniendo los diez tomos y dos libros especiales de “Calvin y Hobbes” como punta de lanza.
—Celebración de colegas—
Como señala el historietista Javier Flórez del Águila, Watterson tenía una clara idea, gracias a sus estudios universitarios de filosofía y de ciencias políticas, de lo que significaba la frase del pensador inglés Thomas Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre”. “Esa filosofía de vida guió siempre sus pasos. Watterson creó una enternecedora historieta sobre un niño que aparenta 6 años, cuya hiperactividad le hace vivir travesuras muy de acuerdo con su edad, pero usando unos sabrosos y metafóricos diálogos que requieren una segunda lectura subtextual muy de adultos”, afirma el autor de “Selva misteriosa”.
“Quien empiece a leer ‘Calvin y Hobbes’ podrá sorprenderse por aquellas tiras en las que los personajes se preguntan por el sentido de la vida con filosófica profundidad. Por lo general, lo terminan resolviendo lanzándose en un trineo sin frenos y resbalando por una enorme cumbre nevada, solo por sentir la alegría de deslizarse, caer y volver a intentarlo”, señala Andrés Edery, dibujante de El Comercio.
En efecto, como explica Flórez del Águila, Calvin tiene el mismo nombre que el teólogo reformista protestante del siglo XVI Jean Calvin (Calvino), y Hobbes, tigre de peluche que cobra vida solo cuando está a solas con Calvin, el del filósofo del mismo siglo, creador de la noción mecanicista del mundo, Thomas Hobbes.
Para el historietista Jesús Cossio, Calvin y Hobbes son personajes complejos, con matices. “Calvin no es un niño modelo ni un traviesillo unidimensional; tiene ternura y a la vez puede dejarse llevar por impulsos nada santos. Eso, en esta época de humor políticamente correcto y tiras ‘para sentirse bien’, es un tesoro”, afirma.
Watterson es un hombre tranquilo, solitario y retraído. No firma autógrafos y evita ser fotografiado.
“No hay tema que escape del sarcasmo o la reflexión de la tira –advierte el dibujante Javier Prado–. La familia, la religión, el poder, la educación, la fantasía y hasta el propio autor son analizados cáusticamente por Calvin, aunque a veces sus respuestas equivalgan a destruirlo todo. Como contrapunto perfecto, Hobbes propone la reflexión, aunque nunca olvida que es un tigre”. Y Edery añade: “Los hijos únicos (grupo al que pertenezco), agradecemos este homenaje a los niños un poco desadaptados, con la imaginación como única compañera, y con unas intensas ganas de vivir (y enfrentarse a la autoridad)”.
—El buen Bill—
Watterson es un hombre tranquilo, solitario y retraído. No firma autógrafos y evita ser fotografiado. Cambia continuamente de domicilio para luego no salir de casa. Y es claro: no tiene interés en revivir a Calvin y Hobbes después de años de reiterados problemas con editores que modificaban sin criterio el formato de sus viñetas para ‘adaptarlas’ al tamaño de los diarios. Jesús Cossio destaca la coherencia admirable de creador al negarse a continuar su tira más allá de lo que consideró suficiente, “a pesar de las grandes ofertas de dinero, rechazando licenciar ‘Calvin y Hobbes’ para propósitos comerciales que los hubieran tergiversado”, dice el autor de “Rupay”.
A excepción de algunas entrevistas y dibujos eventuales publicados en “Los Ángeles Times” y el “Wall Street Journal”, Watterson ha estado bastante silencioso. “Considero un gran privilegio ser dibujante. Amo mi trabajo y estoy muy agradecido por la increíble oportunidad que tengo de expresar mis pensamientos. La gente me da su atención solo por unos pocos segundos cada día y eso lo tomo como un honor y una responsabilidad”, ha señalado el artista. “Nunca he leído una mejor definición de lo que significa ser dibujante de cómics que esa”, añade Flórez del Águila.