La creatividad al servicio de la protesta ciudadana. (Foto: Violeta Ayasta. Grupo El Comercio)
La creatividad al servicio de la protesta ciudadana. (Foto: Violeta Ayasta. Grupo El Comercio)
/ violeta ayasta

En 1928, el sociólogo húngaro Karl Mannheim dijo con acierto: “Puede decirse que los jóvenes que experimentan los mismos problemas históricos concretos forman parte de la misma generación”. Y estas semanas hemos presenciado cómo un grupo de jóvenes se destacó en las manifestaciones realizadas a raíz de un problema histórico concreto: sintieron en peligro la democracia y acudieron a salvarla. La politóloga Noelia Chávez, en un análisis en el que aplicó la teoría mientras esquivaba bombas lacrimógenas, usó el término ‘generación bicentenario’ para definirla.

Ha llamado la atención esta forma de protestar no solo por encontrar a jóvenes con el disfraz de Pikachu, de Elmo o del tiranosaurio rex, o por pancartas que decían “Miedo solo le tengo a la chancla de mi mamá” –¿cuándo se ha visto una consigna así de inocente en una protesta en este país?–, sino también por lo espontánea y orgánica, en un contexto en el que las convocatorias se hicieron a través de redes sociales, se apostó por la descentralización de la protesta y en la que ningún partido político tuvo el protagonismo de antaño.

En palabras de Adriana Urrutia, directora de la carrera de Ciencias Políticas de la UARM y presidenta de la Asociación Civil Transparencia, se trata de jóvenes que han innovado las maneras de actuar de los movimientos sociales. “Ha sido la primera marcha cubierta por TikTok y también la primera con transferencia de conocimiento internacional. Por ejemplo, la información de cómo desactivar bombas lacrimógenas llegó por redes desde Chile, donde a su vez recibieron información desde Corea el año pasado”, explica.

Improvisación cero

Pero la sorpresa que muestran algunos grupos sociales o etarios por este nivel y tipo de organización solo muestra lo poco que conocen a esta generación, pues si bien no militan en un partido político u organización tradicional, tienen su propia forma de organizarse y sus propios grupos, como los otakus y los gamers. La idea de que no les interesa lo que pasa en el país también es equivocada, como lo evidencia el estudio de valores entre jóvenes peruanos para el proyecto Bicentenario. Dicho trabajo, realizado en el 2019, recoge data interesante para que los sorprendidos entiendan a la generación del bicentenario.

Por ejemplo, los tres principales problemas del país para estos jóvenes, cuyas edades fluctúan entre los 18 y 24 años, son la corrupción, la delincuencia y la violencia de género. El mismo trabajo muestra su fastidio ante una sociedad que valora modelos de éxito que no se basan en el esfuerzo y que es –según la percepción del 53% de los participantes– abiertamente racista. Uno de los consultados recalcó que el peruano se ríe de aquello que en otro país sería considerado racismo. Esta percepción de país tiene que ver, en palabras de Noelia Chávez, en que “ninguno de nuestros últimos gobiernos logró construir una narrativa como país más allá de la Marca Perú, que no está hecha para adentro sino para afuera”.

Para Marisol Cuellar, politóloga por la UNMSM, el que los jóvenes vean con desencanto el funcionamiento institucional del Estado Peruano es lo que ha hecho que se crea que no les interesa la política, cuando esto no es del todo cierto. “Si bien en los estudios se muestra que los jóvenes no están interesados en pertenecer a un partido, también muestran que ellos y ellas ponen su energía en defensa de causas que también son políticas, como las ambientales”, añade.

Por otro lado, el uso de redes sociales ha hecho que estén más atentos a las alertas. Según el estudio del proyecto Bicentenario, el 53% de los jóvenes tiene smarthpone y el 94% pertenece activamente a una red social. Dicho eso, sabemos también que esta generación tiene un acceso a la información nunca antes visto, por lo que, como dice Marisol Cuellar, estuvieron atentos a las alertas. “Por ejemplo, ante el mensaje que el Congreso quería modificar la Ley Universitaria, mucha gente comenzó a observar lo que estaba haciendo la Comisión de Educación. Las sesiones, que normalmente tienen no más de 3.000 vistas, llegaron a tener 30 mil vistas, y podías leer a los mismos jóvenes ahí, comentando en tiempo real”, señala.

Y esta posibilidad de comunicación, según Adriana Urrutia, ha permitido que se conozca el grado de violencia utilizado por la policía y la valentía con la que estos jóvenes le han hecho frente. “A diferencia de quienes se movilizaron en los 90 o en los 2000, sí hay registro de todo lo que ha pasado gracias a las redes”, dice.

Las posibilidades

La generación del bicentenario –en palabras de Noelia Chávez– inventó una movilización líquida, pero organizada desde sus propias autonomías, sin un único liderazgo. Adriana Urrutia reconoce que esto es lo que más sorprende a quienes no entienden la nueva lógica de asociación creada gracias a Internet: que se convocó una marcha pacífica sin ninguna ideología detrás. “Los centennials que no aguantan pulgas empujaron a los indignados millennials a lanzarse al ruedo sin necesitar una columna vertebral, y estos llamaron a la generación X para encontrar respaldo y altavoces hacia arriba. Entonces, miles se encontraron en las calles sin conocerse, sin gremios, sin partidos, sin sindicatos, con comités antibombas y de seguridad espontáneos, y marcharon”, añade Noelia Chávez.

Stéphanie Rousseau, politóloga y docente de la PUCP, considera que lo que hemos vivido y observado debe hacer reflexionar a las organizaciones sociales, gremios y los partidos políticos. “Esta expresión de hartazgo ciudadano debe canalizarse en el deseo de participar, en acciones más propositivas que puedan contribuir a tener una mejor vida ciudadana. Estos jóvenes no han vivido los 80 y 90, entonces no han vivido los momentos de violencia política, de represión, de autoritarismo y, por lo tanto, de alguna manera llegan a la esfera ciudadana dentro de estas protestas sin los viejos esquemas que han generado una sociedad tan fragmentada, tan poco organizada, tan poco capaz de justamente conformar organizaciones y partidos que lleguen a representar las demandas de la mayoría”, explica. Y puntualiza: “Por eso, es posible que estos jóvenes tengan lo que se necesita para formar nuevas organizaciones, porque probablemente no manejan los mismos discursos políticos sobre temas como la izquierda, la derecha, que para mí ya están bastante desactualizados de la realidad política de hoy”.

El estudio del proyecto Bicentenario también nos dice que los jóvenes se reconocen honestos y respetuosos e incondicionales para su clan. Y que tienen la disposición de romper la inercia si reconocen que existe un objetivo común de cambio. Eso, por cierto, ya lo demostraron.

Opinión

“Para no defraudar a la juventud”, por Sandra Salcedo, Directora de Comunicación Estratégica del Proyecto Especial Bicentenario

Es importante la atención que se le está mostrando a la generación de jóvenes que se ha destacado en las últimas movilizaciones sociales. Sin embargo, esta atención no debe ser una moda pasajera.

Corremos el riesgo de idealizar la movilización y de no escuchar claramente las demandas que los jóvenes vienen manifestando en diversas plataformas, incluso antes de las marchas. Estamos ante una generación que quiere y necesita espacios para concretar sus anhelos personales y grupales. ¿Pero cuáles son esos anhelos?, ¿cómo quieren ser y qué quieren lograr? Según el estudio realizado por el Proyecto Especial Bicentenario, sabemos que quieren ser responsables, honestos, éticos, cumplir sus obligaciones, quieren confiar, necesitan confiar en el otro y sentirse estables. También quieren adquirir conocimientos y realizarse como profesionales, ser competitivos, económicamente independientes, quieren tener un trabajo en el cual destacar. Esas son sus metas y es urgente construir los caminos para que puedan alcanzarlas.

Finalmente, los jóvenes dicen que están dispuestos a unirse en un gran movimiento si este es honesto, si es una convocatoria que hace sentido en sus vidas y si a esta se unen distintos actores de la sociedad. Eso lo hemos visto los días pasados, pero es bueno que se sepa que no es esta la primera ni la única forma de movilización juvenil. Desde el Proyecto Especial Bicentenario, tenemos la experiencia de la gran respuesta de los jóvenes cuando, al inicio de la pandemia, lanzamos una convocatoria a la que respondieron veinte mil jóvenes para dar ayuda y soporte. Hoy la red de voluntarios está formada por cincuenta mil ciudadanos, en su mayoría jóvenes y mujeres.

Las movilizaciones responden a un correlato global, el mundo se está movilizando, los jóvenes del mundo lo están haciendo. Es nuestra responsabilidad generar las estructuras y las rutas para que se realicen como ciudadanos del tercer siglo de vida republicana.

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