El asesinato de George Floyd a manos de un policía en Estados Unidos ha coincidido con el inicio del Mes de la Cultura Afroperuana, que se conmemora cada junio en nuestro país. Y aunque de por sí el caso Floyd ha tenido una repercusión mundial, la concurrencia de fechas ha motivado que su exposición haya sido mayor, en especial en las siempre activas redes sociales.
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¿De qué manera el terrible incidente en Minneapolis nos puede ayudar a comprender nuestro propio racismo? De muchas formas, en realidad. Aunque valdría empezar con una premisa que debe quedar clara: el contexto y la historia de las comunidades afro en Estados Unidos y el Perú son muy diferentes. Allá, por ejemplo, existió durante muchos una ley de segregación que amparaba la discriminación; aquí nunca existió un marco legal de ese tipo, aunque el racismo ha estado siempre presente, de una forma soterrada.
“A mí me ha parecido interesante cómo un tema como el de George Floyd nos ha llevado a la reflexión de lo que pasa con el racismo en el Perú”, dice Ana Lucía Mosquera, comunicadora y activista afroperuana. “La gente se ha sumado al lema #BlackLivesMatter y ha puesto su cuadrito negro en redes, pero no debería se necesario llegar a un caso tan extremo como ese para tratar de desmantelar un sistema discriminatorio que también existe aquí”, agrega.
Para Mosquera, entonces, la pregunta es “¿qué hacemos más allá del hashtag?” Y opina que un hecho tan mediático y que ha levantado tanta indignación debería ser la oportunidad para observarnos en el espejo. En otras palabras: que no está mal sumarse a la campaña en redes, pero sí limitarse a la tendencia sin prestar atención a lo que ocurre fuera de ella.
DEL DICHO AL HECHO
La historiadora Maribel Arrelucea, también especialista en temas afroperuanos, considera que la indignación que ha generado entre los peruanos el caso Floyd responde a una identificación, aunque en efecto pueda parecer pasajera y superficial. “Es lo que algunos sociólogos llaman la responsabilidad social, que significa que nos sintamos implicados, como que estamos ‘dentro-de’”, explica.
Ella trata de aterrizarlo en un comparativo local: “Por supuesto que el asesinato de Floyd conmueve. A mí me hizo recordar el caso de Jorge Villanueva Torres, conocido como el ‘Monstruo de Armendáriz’, ciudadano afroperuano que fue condenado a la pena de muerte por la supuesta violación de un menor de edad. Él fue ejecutado en 1957, pero investigaciones posteriores determinaron que era inocente”.
Aunque el caso de Villanueva Torres es quizá el más clamoroso de los ejemplos de abuso policial o judicial en nuestro país, en realidad se trata de un problema sistemático. Hace unos días, la usuaria de Twitter @afrofeministak publicó varios casos de racismo por parte de las autoridades: desde el caso del futbolista Francis Ortiz Lovera, quien denunció que un efectivo le apuntó su arma en la cabeza mientras corría, al confundirlo con un delincuente, hasta el bochornoso desfile de la Policía Nacional en que se representaba una intervención con disfraces, en el que el capturado era un hombre negro y los policías eran personas blancas.
La discusión sobre cuánto de verdadera empatía y cuánto de somera adhesión hay en la campaña #BlackLivesMatter entre los peruanos también se agitó cuando el humorista Jorge Benavides se sumó a ella a través de sus redes sociales. No fueron pocos quienes le criticaron asumir dicho discurso, a pesar de que su personaje del ‘Negro Mama’ ha sido varias veces criticado por reforzar esterotipos racistas.
En opinión de Ana Lucía Mosquera, el primer paso hacia una verdadera solución es aceptar que el racismo existe y que somos parte de él. “No es suficiente decir ‘yo no soy racista’, sino que hay que pensar qué estamos haciendo para combatir el racismo a nuestro alrededor –señala Mosquera–. ¿Alguna vez he permitido que se hagan bromas racistas en mi entorno? ¿He consumido medios o programas que promueven estereotipos racistas? ¿No he defendido a alguien que está siendo agredido de forma racista? ¿Me he pronunciado enérgicamente sobre esto en mis círculos cercanos?”.
AMPLIO E INTERSECCIONAL
Tratándose de un problema tan enquistado en la sociedad y en las mentalidades individualidades, ¿es posible hablar de una “cura” para el racismo? “Esa es una pregunta que puede aplicarse también a la discriminación contra las mujeres y a todas las formas de discriminación. Sí se puede curar, si vale el término, y eso pasa por una educación con un enfoque interétnico y de género”, explica Maribel Arrelucea.
La historiadora afirma que no se debe pasar por alto que el racismo y la discriminación forman parte de un conjunto estructural, y que a veces, cuando reclamamos solo por una de esas poblaciones vulnerables, corremos el riesgo de perder perspectiva y olvidarnos de todo el conjunto de grupos discriminados: afroperuanos, indígenas, amazónicos, mujeres, población LGTB, etc.
“La discriminación en el Perú es estructural y contra todos los sectores que son percibidos como no-blancos –opina Arrelucea–. Por supuesto que es importante que haya estudios focalizados, pero no hay que perder de vista todo el panorama. En el Perú existe un racismo soterrado e hipócrita, que está en las costumbres, los gestos, las prácticas sociales. Y saber eso nos ayudará a entender por qué la gente se ríe del ‘Negro Mama’ o la ‘Paisana Jacinta’ y no entiende por qué otros se indignan. ‘Es gracioso, no tiene nada de malo’, dicen. Debemos apuntar a una socialización libre de prejuicios y de discriminación en todas. Y en eso el Estado juega un rol fundamental”.
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