“En medio del camino de nuestra vida me encontré por una selva oscura, porque la recta vía era perdida”: así empieza el primer verso del Infierno de la “Divina comedia”. Dante, un poeta de 35 años en la mitad de la vida, se encuentra cerca de las puertas del infierno. En el poema, su voz es plural: es un “nosotros” que representa las experiencias de cada humano. Según los filólogos, el texto señala como punto de partida la noche del 25 de marzo de 1300, aniversario de la Encarnación de Jesucristo.
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Es por ello que el gobierno italiano eligió esta fecha para instituir desde el año pasado el “Dantedì”, Día Nacional de Dante Alighieri, en lugar de conmemorarlo el 29 de mayo, día de su nacimiento en Florencia en 1265, o la de su muerte, el 14 de septiembre de 1321, hace casi 700 años. Se prefirió celebrar el momento cuando el padre de la lengua italiana desciende al inframundo descrito en su obra mayor, para iniciar un maravilloso viaje alegórico a través de los círculos del Infierno, los pisos del Purgatorio y las esferas del Paraíso.
Pero el “Sommo Poeta” no camina solo: es guiado gran parte del recorrido infernal por Virgilio, a lo largo del limbo por Estacio y, finalmente, lo alcanza Beatriz en el Paraíso. El viaje de “La Divina Comedia” está marcado por símbolos cristianos y medievales, y por los encuentros que Dante establece con diversas figuras históricas, políticas y artísticas, sean reales o ficticias, con las que se sienta a escuchar sus historias. En una época en que se solía escribir las obras en latín, Dante decidió ir contra la corriente y escribir en vulgar toscano, convirtiéndose con ello en el padre de la lengua italiana, el germen del desarrollo de la futura unidad lingüística en toda la península.
Un infierno previo a la peste
La idea de la muerte estaba muy presente en la mentalidad del hombre medieval, mucho antes que la pandemia de mediados del siglo XIV, conocida como La Peste Negra, acabara con un tercio de la población europea. Años antes, ya la mortalidad generada por las guerras y las hambrunas había dejado marcada en las mentalidades de la época una profunda inquietud por el pecado como obstáculo para la salvación de las almas. Por ello, en los albores del siglo XIV había cobrado gran importancia el sacramento de la confesión como práctica obligatoria, multiplicándose además los tratados que tipificaban y clasificaban los pecados, así como los manuales para los confesores. Quizás sea por ello que el mismo Dante, en la primera parte de la Divina Comedia dedicada al Infierno, poema que comenzó a difundirse en 1312 (el Purgatorio circuló desde 1315 y el Paraíso se leería poco después de la muerte del autor, en 1321), resaltaría los premios o castigos recibidos tras la muerte, con elocuentes descripciones del infierno y del purgatorio.
Todo ello era parte de un clima religioso en el que la gente aceptaba las pandemias con sorprendente apatía y resignación, considerándolas castigo de Dios. “Aunque Dante puso en el Infierno a muchos religiosos pecadores, su obra está impregnada de religiosidad y es el summum literario de la concepción cristiana de la fe, del mundo, del trasmundo, defensora de la más estricta ortodoxia. En la historia de la literatura no hay un testimonio literario más ambicioso y genial inspirado por la doctrina cristiana que la Comedia”, señala Mario Vargas Llosa al reflexionar sobre otro genio veinte años posterior, Giovanni Boccaccio, en su prólogo de su adaptación teatral del “Decamerón”. Por cierto, Boccaccio, confeso devoto de la literatura de Dante, se encontraba en Florencia cuando la Peste Negra invadió la ciudad, en marzo de 1348. Desde entonces, la fatalidad se convertiría en una obsesión propia del arte, la literatura, los sermones religiosos y cualquier manifestación cultural posterior a 1350.
“La Divina Comedia” se trata de un proyecto de lectura complejo que emprender, pero por lo mismo apasionante: se trata de un catálogo de pasiones humanas, desde las terrenales hasta las místicas. En sus cantos entra todo: la historia de su tiempo, la reflexión teológica, el ensayo sociológico, el tratado de política, la novela romántica, el “Bildungsroman” o el relato de horror. Pero sobre todo, la piedra angular de la cultura occidental.
Seminario internacional
Este 2021, la peculiar efeméride adquiere especial relieve, pues se da en el año en que se conmemoran los 700 años de la muerte del gran autor italiano. Así, el “Dantedì” es impulsado por el Instituto Italiano de Cultura en Lima, la Società Dantesca Italiana (la más antigua institución italiana dedicada exclusivamente al estudio de su obra), la Universidad del Pacífico y la Pontificia Universidad Católica del Perú, instituciones que organizan el seminario virtual “Dante, desde esta margen” este jueves 25 desde las 3 p.m. que se difundirá a través del Facebook del IIC y de la plataforma Zoom.
En este seminario internacional participarán Marcello Ciccuto, presidente de la Società Dantesca Italiana, así como los especialistas Mariano Pérez Carrasco (Doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires), la escritora y docente Giovanna Pollarolo (Universidad Católica), Claudia Fernández Speier (Universidad de Buenos Aires), Jerónimo Pizarro Jaramillo (Universidad de los Andes), Norman Valencia (Claremont McKenna College), así como Jorge Wiesse Rebagliati y Carlos Antonio Gatti, ambos de la Universidad del Pacífico.
Hoy, cuando el mundo parece atravesar oscuridades y avernos, los versos de Dante nos señalan la luz: “E quindi uscimmo a riveder le stelle” (”Y luego salimos a ver las estrellas”) (Inferno, XXXIV, 139). Dante nos recuerda que todos hemos transitado en algún momento por esa “selva oscura” de la primera línea de su Comedia, una alegoría del pecado según la perspectiva cristiana, pero que también puede ser leída como símbolo de la desorientación, de la incertidumbre que caracteriza hoy nuestras vidas. Las estrellas de dante siguen brillando para recordarnos la esperanza.
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