Ya es un lugar común para hablar de nuestras pesadillas literarias recordar aquel reto que se propusieron, en la mansión suiza de Villa Diodati, el poeta Lord Byron, su médico de cabecera John Polidori, el poeta Percy Bysshe Shelley y Mary Wollstonecraft Godwin, esposa de Shelley al año siguiente: competir para ver quién de ellos podría escribir la historia más aterradora.
Era mayo de 1816, y la lluvia copiosa allá afuera daba cuenta del llamado “año sin verano” que enturbió el planeta a causa de una violenta erupción de un lejano volcán de Indonesia. Esta anomalía resultó el clima ideal para que surgieran de aquella reunión cerca de Ginebra “El vampiro”, de Polidori, y el sobrecogedor “Frankenstein”, de la futura señora Shelley, autora que, como reflexiona el escritor y diplomático Carlos Herrera, supo combinar sus mayores miedos con las clases de costura de su madre, la líder feminista Mary Wollstonecraft.
Han pasado dos siglos y la escritura de relatos góticos, de horror y de suspenso experimenta un nuevo auge, algo que no sucedía cuando Herrera entregaba sus primeros y sobrecogedores cuentos a la imprenta en los tan realistas años ochenta. Puede decirse que, en estos tiempos, el escritor arequipeño no se siente tan solo: en medio de pandemia, crisis política local y guerras en Europa, nuevos volcanes vuelven a envolver al mundo en ceniza, recuperando miedos antiguos. “La imagen de estos cuatro jóvenes escritores reunidos en Villa Diodati es casi una estampa del romanticismo del siglo XIX. Y quizás esta pandemia ha generado una nueva forma de romanticismo, sin duda más trágica, pues escapa al mero ámbito estético y literario”, reflexiona.
“La corriente fantástica, salvo notables ejemplos como Ribeyro o Adolph, no tenía una tradición realmente importante en nuestro medio. Hoy día, sin embargo, esta producción, si bien no resulta hegemónica, sí se ha vuelto mucho más visible, con muchos más cultores. Es un desarrollo reciente”, afirma.
Cumplidos los 60 años, más que miedos el escritor confiesa coleccionar incertidumbres. Su más reciente libro, “Horrores minúsculos” (La Travesía Editora), suma relatos breves y añejos, literalmente “desenterrados”, a poemas recientes escritos a la manera del haiku japonés. Un autor de culto ha resuelto escribir sobre la muerte: “Se trata de algo que empieza a ser más próximo que las simples referencias literarias o familiares. La reflexión sobre cumplir 60 años en la pandemia fue el elemento coagulador de este ambiente tétrico”, advierte Herrera. Y, sin embargo, añade que escribir sobre la parca es también una forma de exorcismo, consciente o inconsciente. Una celebración de la vida mientras los difuntos nos observan.
De este libro, el reconocido escritor Harry Belevan ha dicho: “Escritura mordaz y simétrica y también recurrente, observando cada palabra para mejor administrar sus infinitas combinaciones, con impulsos y cadencias al servicio exclusivo de retruécanos experimentales: tal es quizá el mayor aporte, en sí enorme, de Carlos Herrera a las letras contemporáneas peruanas, sin duda el más depurado interpelante de esa mueca sardónica que asoma cuando un impróvido lector enfrenta las tribulaciones esparcidas por el autor en sus textos”.