Compartimos la nueva entrega de Diario de la peste, columna del escritor portugués Gonçalo Tavares sobre la vida en tiempos de la pandemia del coronavirus COVID-19 publicada originalmente en su idioma original en el Expresso de Portugal. Aquí puedes encontrar las anteriores entregas.
Traducido por Paula Abramo.
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Titular
20 de mayo del 2020
El número de luciérnagas divisadas cada noche
Un niño apenas acaba de nacer y ya sabe que es urgente lavarse las manos.
Una vez más, insultan a enfermeros y los invitan a marcharse de los edificios en los que viven.
En la calle, una mujer acelera y dice que no tiene miedo, sólo prisa.
Un viejo pasa junto a dos muchachos y se pone a insultarlos cuando éstos le dicen que no debe salir de casa.
Paseo por la hermosa traducción que el brasileño Cristiano Martins hizo de Dante, y luego voy a ver el Mar.
Shulan es la nueva Wuhan. "Nadie entra ni sale de la zona en cuarentena".
Tatuadores quieren saber cuándo podrán retomar sus actividades. Y yo me imagino al Estado controlando también los dibujos o palabras que tatúen.
Lo que llevas tatuado en la piel debe ser primero analizado por el gobierno, que está atento a lo que haces.
Y también está atento a tu hermosa y tatuada piel, claro.
Imaginar una comitiva perversa y excitada controlando cada tatuaje humano en estos meses en que el promedio de la democracia normal sufre un alboroto brusco.
No deberían de haber salido del vientre de su madre, dijo el hombre viejo a los dos pequeños adolescentes.
Se requieren instrucciones para poner a funcionar a los bebés que aún no han llegado a la primera A del ABC.
Larissa me envía de Brasil el libro "Supervivencia de las luciérnagas", de Georges Didi-Huberman.
Pasolini decía que las luciérnagas estaban desapareciendo en Italia.
Aniquiladas por la noche fascista o por el exceso de reflectores, comenta Didi-Huberman.
Las luciérnagas desaparecieron a principios de los años 60, dice.
"Fenómeno fulminante y fulgurante", Pasolini.
Tres fuertes palabras seguidas, como si fueran una sola: fenómeno fulminante y fulgurante.
Y desaparece la leve luz de las luciérnagas porque hay demasiados reflectores.
Los reflectores que "vienen de los estadios de futbol, de los sets de filmación", etc., comenta Didi-Huberman.
Esos "feroces ojos mecánicos", Pasolini, anulan la luz de las luciérnagas.
En Francia, 152 posibles casos de enfermedad de Kawasaki en niños.
En Alemania, más de 20,000 profesionales de la salud contrajeron coronavirus.
En 2020 hay luciérnagas en el interior y en los campos.
Voy recibiendo información al respecto para este diario.
Informar sobre el número de luciérnagas divisadas cada noche.
La tarea al nivel del suelo y en pleno aire, en 2020.
Una luz natural mínima emitida por un mínimo animal.
Esa luz mínima anuncia que la noche no es excesiva.
Y también anuncia que los reflectores artificiales no han ocupado todos los metros cuadrados del mundo.
La mujer que aceleraba en la calle dice ahora que no tiene prisa, sino miedo.
Se anuncia una investigación sobre procedimientos, una vacuna y un medicamento.
En pocas horas se detectaron más de cien luciérnagas en la noche que existe lejos de las noticias.
Ni demasiada oscuridad, ni demasiada claridad.
Y cien es a veces ese número que marca una fuerte resistencia y un itinerario.
“Lleva la luz y no mires atrás”, dice mi oráculo, el Jardín de Morya. Y yo obedezco.
MIRA: Diario de la peste de Gonçalo M. Tavares- Día 58
21 de mayo del 2020
Un nuevo color en el mundo: nube negra transparente
En cada latitud-longitud: templanza tibia, alivio o tensión en círculo.
El alboroto del virus se mueve en una nube negra que nadie ve.
Un nuevo color en el mundo: nube negra transparente.
Se desplaza. Más al norte, al sur, al este, al oeste.
En Lisboa parte del miedo pierde espacio. Pero, en Brasil, más de mil muertos de nuevo.
Recibo mensajes de amigos aterrados.
Palabra que hunde ya en el suelo todo su peso.
Aterrados con un terror que se debe a que la tierra ya no parece sólida.
Hay insultos e insultos y, en medio, hay noticias de renuncias e infecciones.
Una amiga de Río me cuenta esta historia. Un hijo no fue a la morgue del hospital a reconocer a su padre: miedo al contagio.
Alguien fotografía el rostro del hombre y el hijo lo confirma pantalla en mano.
Ese rostro es el rostro de mi padre.
Diario de ayer.
Sigo con el libro de Didi-Huberman.
"Daría toda la Montedison por una luciérnaga", dice Pasolini.
Montedison, una de las grandes empresas de Italia.
Podemos continuar y decir.
Cambio una fábrica por una luciérnaga.
Una máquina por dos piedras capaces de producir chispas.
Ayer todavía: Wuhan prohibió el consumo de animales salvajes durante cinco años.
Durante cinco años, los animales salvajes pueden estar tranquilos.
Tal vez al cabo de esos cinco años, los animales salvajes se vuelvan mansos y ya puedan ser comidos legalmente.
Manso es aquello que es comido sin decir ay ni uy.
El hambre humana, ésa, nunca se amansa.
A diferencia de los caballos salvajes, de algunos lobos y de varios chacales.
El caballo se domestica con la fuerza del puño fuerte y con la cuerda. Con la repetición y a veces con la patada.
Pero uno no puede amansar a su estómago, que es una cosa salvaje.
No hay cuerda, puño, puntapié o ayuno repetido que lo domestique.
Se levanta el estómago cada nuevo día en la mañana y dice: Quiero.
Una noticia. Los trabajadores sexuales trans en Brasil tienen hambre y corren cada vez más peligro.
Sin trabajo, sin clientes y sin apoyo del Estado, claro.
Están desesperados. Huyen de nosotros más de lo que huían, dicen. Nadie viene a nuestra casa.
Quiero, dice el estómago. El lunes, el martes, el miércoles, el jueves, el viernes, el sábado y el domingo.
Hay que proteger a las luciérnagas.
Y contarlas es otra forma de estadística nocturna que hay que recuperar, como se recuperan los más hermosos edificios en ruinas.
Hacer una estadística a oscuras, una estadística con los ojos cerrados.
"Si no tengo sexo, moriré de hambre", dijo un trabajador sexual trans en Brasil.
El día en Lisboa sin nubes, ni claras ni oscuras.
Jeri, la golden, tiene tiempo para perfeccionar la melancolía y lo aprovecha.
Y Roma está bien, la intempestiva y agitada Roma aún tiene su herida, pero está firme.
Humanos, ok. Limonero, ok; naranjo, ok y buganvilia, ok. Muro blanco, ok también.
¿Qué es un coronavirus?
Los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden llegar a causar infecciones que van desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, que se pueden contagiar de animales a personas (transmisión zoonótica). De acuerdo con estudios, el SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano, mientras que el MERS-CoV pasó del dromedario a la gente. El último caso de coronavirus que se conoce es el covid-19.
En resumen, un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano y debe su nombre al aspecto que presenta, ya que es muy parecido a una corona o un halo.
¿Qué es el covid-19?
La covid-19 es la enfermedad infecciosa que fue descubierta en Wuhan (China) en diciembre de 2019, a raíz del brote del virus que empezó a acabar con la vida de gran cantidad de personas.
El Comité Internacional de Taxonomía de Virus designó el nombre de este nuevo coronavirus como SARS-CoV-2.
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